Carlota abrió los ojos. Y los cerró casi de inmediato, cegada por la luz de la habitación. Tenía muchísimo calor, pero cuando intentó apartar la manta notó que no podía mover el brazo. No le dolía, pero lo tenía totalmente entumecido. Asustada, se dio cuenta de que su otro brazo y sus piernas estaban igual. Intentó mover el tronco, con el mismo resultado. Volvió a abrir los ojos, esta vez más despacio, y vio un techo y unas paredes blancas que no eran las de su cuarto. Alguien entró en su campo de visión y comenzó a acariciarle el pelo y darle besos en la frente. Parecía que hablaba, pero Carlota sólo podía escuchar un eco lejano, como si la estuvieran hablando a través de agua. La persona que la abrazaba se alejó y Carlota pudo ver que era su madre, que tenía la cara bañada en lágrimas. Intentó preguntarle dónde estaba, pero no consiguió articular ningún sonido. Su madre le puso el índice sobre los labios, como para que guardara silencio, y le dijo algo con una sonrisa llorosa.
‘No tengo por qué estar aguantando esta mierda‘ pensaba Alejandra mientras esperaba, muerta de frío y con los pies doloridos, en la cola para entrar a la discoteca. Estaba segura de que hubo un tiempo en el que había disfrutado de aquellas cosas, pero no lograba recordar cuándo. No era que no le gustase ir de fiesta, claro. Pero no entendía por qué tenían que ir siempre a los que más cola tenían. Se giró hacia su acompañante. - Explícame otra vez por qué no podemos salir por Tribunal, por favor. - Lo sabes perfectamente, nena – el hombre descruzó los brazos y le pasó uno por la cintura, aunque Alejandra no notó el contacto con tantas capas de ropa de por medio – aquello está lleno de perdedores. Aquí es donde viene la gente guapa. - Uhmf… - Alejandra hizo un mohín y se encogió de hombros – Hace demasiado frío, Nacho, por favor vámonos a algún sitio en el que estemos a cubierto. Me da igual dónde. – El llamado Nacho la miró como si no entendiera lo que acababa de escucha