Yo una vez fui romántica, pero ya se me pasó. Hablaba con poemas, soñaba despierta, dibujaba corazones en los márgenes de los folios. Cada día comenzaba con un susurro y terminaba con una promesa; el mundo era bondad y regocijo, solo existían dulces palabras. La vida me sonreía, el mundo era un hermoso recipiente en el que derramar mi dicha. Cada flor era un regalo, cada beso irrepetible, cada caricia digna de mil versos de amor. Efectivamente, hubo un tiempo en el que fui romántica. Es una suerte que ya me haya curado. Porque esas sensiblerías están muy bien cuando tienes quince años y crees que los cuentos de hadas están basados en hechos reales. Pero yo ya no soy una niña. Y las rosas se marchitan, los besos se agrian, las palabras de amor se acaban, las promesas se rompen, y al final la culpa es tuya por haberte creído todas esas gilipolleces. Que sirva como aviso.