- ... y entonces el príncipe se dio cuenta de cuánto quería a la princesa, a la que prometió amor y entrega eternos, y...
- ¿Y vivieron felices y comieron perdices?
- Eh... Sí bueno, algo parecido...
- ¿Parecido? ¿Cómo que parecido?
- Sí... El caso es que la princesa estaba ya muy curada de espanto, y no creyó al príncipe, que para que la princesa se lo tomara en serio tuvo que hacer un largo viaje hasta los confines del mundo para conseguir un anillo tan hermoso que ni la más testaruda de las princesas habría podido rechazar...
- ¿Y luego volvió y se lo dio a la princesa y fueron felices por siempre?
- Bueno... Volver, volvió. Pero para hacer el viaje y comprar el anillo había gastado tanto dinero que su reino se había quedado en la ruina, y había tenido que vender su título para poder conseguir pasaje en el barco de vuelta...
- Pero no importa porque la princesa era rica y volvió y le dio el anillo y fueron felices, ¿verdad?
- Algo así... El caso es que el príncipe tardó tanto en hacer su viaje, que la princesa se hizo demasiado mayor para que nadie quisiera contraer matrimonio con ella, y temiendo por la continuidad del reino, su padre la repudió y expulsó de sus territorios, y nombró heredero a un hijo bastardo que hasta entonces había trabajado de pinche en las cocinas de palacio...
- Pero entonces... ¿Qué sucedió con el príncipe y la princesa?
- Pues cuando el otrora príncipe volvió al palacio de su amada y preguntó por ella, muy amable su antigua dama de compañía le indicó dónde encontrarla, en una aldea no muy lejos de los límites del reino, donde trabajaba de camarera.
- ...
- ¡Pero no te preocupes! Él la encontró, y resultó que ella se había mantenido soltera - aunque había dudas razonables sobre su virtud -, y cuando él le contó su viaje y le enseñó el anillo, ella derramó lágrimas de gozo al descubrir que realmente el corazón de su amado era puro, y ya sin duda alguna se entregó a él como mujer y como persona...
- Y... ¿fueron felices y comieron perdices?
- Bueno, podría decirse. Tuvieron que empeñar el anillo para poder comprar una casa en la aldea, y él consiguió un trabajo en los establos vigilando los caballos, así que pudieron vivir cómodamente unos meses... Hasta que a la princesa la echaron de la posada por encararse con el hijo del dueño. Mientras ella busca un empleo, van tirando vendiendo algunas de sus posesiones, porque con el sueldo del príncipe apenas les da para comer... Pero oye, son muy felices juntos, y disfrutan de un amor puro y verdadero que sólo puede existir en los cuentos de hadas...
- Pero... ¡No me puedo creer que con ese final vayan a ser felices!
- Ah... ya, claro... Pero comer perdices sí que lo hicieron, que estaban muy baratas... ¿No te vale con eso?
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA. Eso SÍ que es un cuento de princesas.
ResponderEliminarSin ningún desperdicio... Simplemente buenísimo, tan real como la vida misma :D
ResponderEliminarSolo te ha faltado decir que él conociera en el trabajo a una guapa campesina que llevaba siempre allí su fiel caballo, como el príncipe no tenia claro que quería o dejaba de querer se pasaba las mañanas con su campesina y las noches con su amada hasta que le descubrió. Le dejó todas las cosas en la calle, se quedó de nuevo solo y con el corazón partío, pero el hermano de la que era su amante le acogió en su casa y le ayudó a superar los malos momentos. De tal manera que ahora están comprometidos y esperando a casarse de blanco en el ayuntamiento :)