Ir al contenido principal

Cuando te cansas de luchar

Cuando alguien pasa toda su infancia convencido de su fealdad, alimentando ese pensamiento con los comentarios y opiniones de familiares y amigos, lo normal es que cuando llegue a adulto se considere a sí mismo feo. En sí no es ningun problema, si además de feo, todos sus allegados le hacen ver que tienes una inteligencia prodigiosa. Pasas toda tu infancia pensando "bueno, a fin de cuentas soy inteligente", y eso no lo puede decir mucha gente hoy en dia. Y de pronto un dia, cuando tu niñez ya ha quedado lo bastante lejos como para hablar de ella con la famosa frase "cuando yo era pequeño...", alguien va y comete la torpeza de hacer que te des cuenta de que no eres ni minimamente tan inteligente como creías. Es un golpe, porque antes tenías el escudo de tu cerebro para protegerte ante un mundo en el que la buena presencia lo es todo. A partir de ese momento, no tienes nada. Eres un paria, horrendo, estúpido, a merced de las corrientes de un mundo que se niega a aceptar a desechos sociales como tú.
Te dices, "bueno, no importa, puedo conseguir que me acepten". Estudias, haces deporte, te gastas cantidades indecentes de dinero en ropa que realmente no te gusta, y cuando un día de pronto parece que la gente te acepta, cuando de nuevo su actitud hacia ti te hace pensar que lo has logrado, llega ese alguien que siempre te hace ver la verdad: Que nunca serás uno de ellos, que eres inferior, que además eres ridículo por creer que lo habías logrado.
Lo intentas de nuevo. Y otra vez. Y otra. Y siempre sucede lo mismo. Hasta que un dia te cansas de intentarlo. Decides que ya has luchado bastante, que estás harto. Y dejas de luchar.
Y a partir de ese dia, todo lo que alguna vez fuiste se desace como la arena en el viento. Pierdes tus intereses, luego pierdes tus amistades, acabas perdiendo tu trabajo, y de pronto una mañana te despiertas sin saber quién eres. Las fuerzas te han abandonado, no eres capaz de levantarte. Das vueltas en la cama, coges aire, te estiras, decides que ya es hora. Y justo en ese momento te vuelven a faltar las fuerzas.
Lo has perdido todo, incluida tu vida. No puedes moverte de la cama, y tienes la certeza de que nadie te va a echar de menos si no vuelves a levantarte. Sabes que a nadie le importa si vives o mueres.
Y lo peor de todo es que tampoco te importa a tí.

Comentarios

  1. Vaya vaya, cuánto dramatismo xD

    A mí me pasó algo parecido cuándo llegué a la universidad. Tenía dos valores, a saber: Ser gracioso y saber de ordenadores.

    En el mismo mes me rechazaron para el concurso de monólogos del café erasmus y suspendí cinco asignaturas (de la carrera de informática, claro).

    Lo cierto es que lo pasé mal, pero como siempre hay que seguir adelante, la vida no se para a esperar por uno.

    Durante mucho tiempo pensé que todo el mundo tenía un secreto a mis espaldas. O no tanto un secreto, sino algún tipo de conocimiento básico que se me escapaba. Algo como respirar, tan sencillo que aunque quisieran, nadie podría explicarme.

    Hoy te puedo decir que, en el fondo, todo el mundo está igual. Todo el mundo solo a un nivel más profundo o más superficial. La solución no es tratar de encajar, sino todo lo contrario. Hay que buscar el egoismo interior, buscar intereses propios y de nadie más. Y luchar por satisfacerlos. Entonces, cuando tienes tu propio camino, aparecen los compañeros de viaje, que pueden ir o pueden venir, pueden ser más o pueden ser menos. Pero nadie va a acompañar quién no va a ninguna parte.

    Que te vaya bien ;)

    ResponderEliminar
  2. Es un sentimiento egoista, pero me siento mejor sabiendo que hay más gente que ha pasado por ello ^^U Le he metido bastante dramatismo, sobre todo porque acabo de leerme El Club de la Lucha, que va de algo parecido. Quería ilustrar ese tipo de situaciones, que al final resulta que sentimos todos, cuando parece que la sociedad se ha tomado como algo personal pegarnos una patada en el culo tras otra.
    Asias por el comentario :3

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Sin abono transportes

El lunes 25 de Mayo de este año pagué un abono transportes. Y digo pagué, porque como no me dieron el abono transportes, el verbo "comprar" no tiene mucho significado en la frase. Tras hablar con el operario que estaba en la taquilla en ese momento, que este efectuase las llamadas pertinentes, y que me pidiese mi DNI, mi número de cuenta, y el recibo que la expendedora me había dado, se llegó a la resolución de que, efectivamente, se había cometido un error y había que ingresarme en mi cuenta el dinero que había pagado por el abono. Aclaro a priori que yo no puse ninguna reclamación. El operario hizo él todas las gestiones necesarias, y se solucionó el problema en media hora. Yo no rellené ningún formulario de reclamación, ni me entregaron ningún justificante de reclamación. Sólo me dieron un justificante de "Comunicación de incidencias con repercusión económica en instalaciones de venta y peaje", en el que se declaraba que Metro de Madrid debía ingresarme los 60,60...

Oda a mi ego (o Porque Yo Lo Valgo)

Ayer tenía la intención de empalmar, dado que me he tirado todo el fin de semana durmiendo, y tengo el sueño ya no cambiado, sino totalmente desquiciado. Pensaba que una terapia de choque me lo regularía, aunque al final acabé yéndome a la cama a las tres y cuarto, porque se me cerraban los ojos frente al ordenador y no podía teclear y usar la tableta gráfica mientras me sujetaba los párpados, me faltaban manos. Así que sobre las tres de la mañana comencé a recoger el chiringuito y a preparar las cosas para hoy, que iba a ser un día muy liado. En uno de los paseos por el cuarto me vi reflejada en el espejo. Por algún extraño motivo, suelo ponerme bastante guapa cuando tengo sueño o estoy especialmente decaída - es por eso por lo que afirmaré hasta la muerte que yo he nacido para gótica -, y como ayer se cumplían los dos supuestos, incluso con ojeras y todo me gustó mucho mi reflejo. Así que cogí el móvil, y me hice unas cuantas fotos en las que, oh milagro de la naturaleza, apenas sí s...

Harta

Estoy harta. Muy harta. Me hartaba cuando me decíais cómo debía vivir, y me callaba. Me hartaba cuando me enumerabais todo lo que era bueno o malo para mi, y me callaba. Me hartaba cuando me decíais qué fallaba en mi manera de ser, qué fallaba en mi vida, por qué no era feliz, y me callaba. Me callaba y agachaba la cabeza incluso cuando me enseñabais el tono en el que debía hablarle a los demás. Y vosotros, con vuestro inconmensurable ego sacado de Dios sabe dónde, creíais que lo hacía no por educación - cosa de la que a todas luces vosotros carecéis -, sino porque teníais razón. No os parabais a pensar que quizá lo que para vosotros era tan bueno a mi igual me parecía una mierda; simplemente "sabíais" que las cosas se debían hacer como las hacíais vosotros. Cuestionabais mi modo de vida delante de gente que me era querida y me valoraba, y no sólo me heristeis a mi, sino que hicisteis que quien os oía comenzase a pensar lo mismo que vosotros. Y aún así me callaba. Habéis hech...