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Mostrando entradas de agosto, 2008

Tenía que decirlo

Mañana, cuando el despertador suene a las seis y media de la mañana, seguramente lo primero que haga tras apagarlo será estirarme, bostezar, y sonreír. Cuando me prepare a toda prisa para no llegar tarde, lo más seguro es que al mirarme en el espejo para maquillarme le sonría a mi reflejo. Mientras aguante a pie parado los sesenta minutos en metro que tengo que hacer diariamente para llegar a mi trabajo, dejaré de leer de vez en cuando para sonreír con la vista perdida en el vacío. Y pasaré las nueve horas que tiene mi jornada laboral sonriendo al monitor de mi ordenador, suspirando entre línea y línea de código. Las sonrisas brotan de mi corazón como un líquido en ebullición, y rebosan por mis labios. No me importa que no sean para siempre, porque lo importante es que hoy sonrío. Y sonrío cada vez con más ganas, porque no hay nada que me haga más feliz que sentir lo que siento. Me da igual que el amor no sea para siempre. Me da igual que al final siempre termine doliendo. Porque no ha

De vuelta y con ganas de más

¿Por qué será que, precisamente cuando falta mi mayor fuente de inspiración y documentación, a saber, Internet, es cuando se me despiertan las ganas de escribir? No me tomaba unas vacaciones, en el estricto sentido de la palabra, en años. Y cuando digo años, digo más de cinco años. Desde que comencé a trabajar no he salido de madrid más que en ocasionales fines de semana, para visitar a algún familiar que cumplía años, y volverme al día siguiente. Así que quince días de vacaciones, ocho de ellos en la playa, han obrado milagros tanto en mi estado físico - Dios Santo, Peñíscola no tiene absolutamente nada que envidiarle a Cuenca; no tiene una sola calle sin cuestas >.< - como en mi estado de ánimo. Me veo obligada a decir que Peñíscola es un hermoso lugar para descansar el alma. La brisa salada del Mediterráneo nunca me ha parecido tan dulce, ni el sol filtrándose por entre las nubes matinales tan benévolo. Todo allí me parecía dulce, o al menos me endulzaba el ánimo. Los camarero

Momentos buenos, momentos malos

Guardo todos los momentos de mi vida en una cajita, como preciadas fotografías, para ni olvidar ni perder ninguna. Todo lo que he vivido, lo bueno y lo malo, es lo que me ha hecho como soy; uno se hace a sí mismo a partir de sus vivencias. No entiendo a la gente que reniega de cierta etapa de su vida, o decide olvidarla, o reinterpretar los hechos, para que lo que le haya sucedido sea menos doloroso para ellos. Porque si uno olvida una parte de su pasado, está olvidando una parte de sí mismo. Y si reniega de algo que hizo en el pasado, está renegando de su propia naturaleza. Porque los momentos malos, aquellos que olvidan y de los que reniegan los débiles, son aquellos de los que se sale más fuerte y más sabio. Quien no ha pasado por ellos, o no quiere recordarlos, nunca será más que un débil y un ignorante. Además, con el tiempo, al final todos se vuelven momentos buenos. Y hay que ser tonto para renegar de algo bueno.

Para aplacar a los dioses

El joven cuerpo de la chamana , untado de aceite de jazmín, brillaba a la luz de la hoguera como el metal pulido. El suave aroma del óleo lo impregnaba todo: La piedra de moler con la que machacaba las hierbas, la cazoleta en la que vertía las hojas aplastadas, la varita de acacia con la que removía la mezcla... Añadió un poco de aceite antes de coger un pincel, y usando aquel emplasto como pintura, se dibujó una serie de runas en los muslos y los brazos. La luz intermitente de las llamas en la noche sin luna apenas sí le permitía ver lo que estaba haciendo, pero no necesitaba su vista: Podría haber dibujado esos símbolos con los ojos cerrados, si hubiera sido necesario. El ritual no era complicado, pero debía ejecutarse sin un solo error. Y no podía llevarse a cabo más que cada veinte años. El futuro de su pueblo durante las próximas dos décadas dependía de que lograse atraer la atención de los dioses. Se ajustó las pulseras de hojas trenzadas en los antebrazos para que no le molestar

No tires las cartas de amor - Joan Margarit

No tires las cartas de amor Joan Margarit Ellas no te abandonarán. El tiempo pasará, se borrará el deseo -esa flecha de sombra- y los sensuales rostros, bellos e inteligentes, se ocultarán en ti, al fondo de un espejo. Transcurrirán los años. Te cansarás de libros. Descenderás aún más y perderás, también, la poesía. El ruido de ciudad en los cristales acabará por ser tu única música, y las cartas de amor que hayas guardado serán tu última literatura. Sin querer, tiré la copia impresa de la primera carta de amor que me escribieron. Aún no me he perdonado por ello...

Madre vs Desconocida

Una vez, dos personas se aventuraron a predecir cómo actuaría yo ante cierto problema. Cada una opinó algo totalmente contrario a la otra. Una de ellas no sólo me conocía de toda la vida, sino que además me había parido. La otra me conocía desde hacía dos semanas, y sólo habíamos hablado en ocasiones en los descansos para tomar café y comer. Ni que decir tiene que yo no tenía ni la más remota idea de lo que iba a hacer, ni de cómo iba a poder solucionar ese problema. Así que la resolución nos vino por sorpresa a las tres. Acertó la que sólo me conocía de los descansos del trabajo. El hecho de que alguien que apenas haya hablado contigo te conozca mejor que tu propia madre, a mi me resultó algo desmoralizante . No sé qué opinaréis vosotros.

Alejandro Parreño - Para siempre

Ayer me dio por poner el disco de este triunfito , y me sorprendió ver cómo de pronto la mayoría de las canciones ahora significan para mi cosas diferentes de lo que significaban cuando escuchaba el disco allá por los años de OT 1. Aquí una cuya letra me hizo especial gracia: 'Para Siempre' Alejandro Parreño Llegaste a mí sin avisar como ese temporal que arrasa todo y después se va El tiempo separó en mitad dio cuerda al corazón y ahora vamos al compás Y aunque no hay nada para siempre si estamos juntos es mas fuerte haremos que esta noche sea eterna y que nunca se apagué el calor Tus flores se marchitaran mis sueños pasaran hay un principio y un final Porque no hay nada Porque no hay nada para siempre vivamos juntos el presente subidos a la noria de esta vida mientras gira alrededor del amor Y aunque no hay nada para siempre si estamos juntos es mas fuerte haremos que esta noche sea eterna y que nunca se apagué el calor Que importa el mañana Si el cielo brilla hoy Las sombras

Castillos para mis sueños

Cuando era pequeña me encantaba hacer castillos de arena. Todos los veranos, bajaba a la playa armada con mi cubo, mi pala y mi rastrillo, dispuesta a construir el mayor y más bonito castillo del mundo. Un castillo como los que veía en las series de dibujos animados, más alto que yo, con torretas por todas partes, cúpulas, tejados en punta, y hasta un puente levadizo sobre el foso que lo rodearía. Mientras los construía, imaginaba que quienes levantaban las paredes de arena eran centenares de diminutos obreros, y que vivirían en él, junto con el resto de los habitantes del reino, cuando lo terminasen. Levantaban la torre principal, donde se alojaría la familia real. Las casitas pegadas a la muralla exterior, para los comerciantes y prestamistas. Los graneros, y un pequeño establo donde guardarían las monturas del rey y su familia, y las estancias de los nobles, que eran pequeños edificios adosados a la torre y a las torretas de vigía. Nunca conseguí hacer un castillo tan grandioso como

Las cosas que se aprenden

Normalmente no paro de aprender cosas. En el trabajo no solo aprendo sobre informática, sino sobre mis compañeros, sobre las relaciones laborales en general en una empresa de un cierto tamaño, y sobre cómo comportarme según con quién esté hablando. En los libros que leo aprendo nuevas formas de narrar mis historias, nuevas palabras o nuevas maneras de usar las palabras que ya conocía, otros estilos narrativos, giros lingüísticos, nuevas ideas para una historia, o algún que otro comentario gracioso que poder añadir a mi repertorio. En la calle aprendo sobre la gente que me rodea, sobre sus gustos y aficiones, sobre con quién tengo que hablar (y no) de qué; aprendo nuevas formas de vestir y de peinarme que me puedan favorecer, dónde poder comprar coca-cola las veinticuatro horas del día, y que las expendedoras, en ocasiones, tienen cosas útiles que expender. En la facultad aprendo no solo sobre las asignaturas que estudio, sino también sobre cómo ganarse a los profesores, cómo conseguir

Un día más, una herida más

Un día más, una herida más. Algunas simples arañazos, otras cortes profundos que sangran hasta dejarme casi sin fuerzas durante meses. Y con el transcurrir del tiempo, me he dado cuenta de que la mayoría no se han curado: Las que menos, dejan una inofensiva pero bien visible cicatriz, que me recordará por siempre la herida que estuvo ahí. Y las que más, además de supurar a menudo, en ocasiones, cuando menos me lo espero, se abren completamente y vuelven a sangrar. Somos lo que vivimos, y olvidar nuestro pasado es olvidarse de uno mismo. Pero cuando una antigua herida, que parecía ya cerrada del todo, deja escapar unas cuantas gotas de sangre, me pregunto si a veces no sería mejor para el ser humano olvidar ciertos momentos de su vida... Y si no lo es para el ser humano, si acaso para mí lo sería.

Endiablada cuarta dimensión

No quiero que llegue mañana. Quiero que este momento cristalice y se haga eterno, que ignore el paso de los días. Porque no soporto pensar que, incluso antes de comenzar, tenía ya establecida la fecha para su fin. Maldigo al tiempo, esa cuarta dimensión en la que estamos atrapados los seres vivos, condenados a pasar toda nuestra insignificante existencia atravesándola, sometidos a sus caprichos. Decida como decida tratarnos, siempre acaba destruyéndonos, y me atrevo a decir que disfruta con ello. No importa lo alto que consigas subir mientras avanzas por ella, o lo mucho que luches para conservar lo poco que la vida te ha ofrecido; tarde o temprano acabarás cayendo. Tarde o temprano se te arrebatará todo lo que se te ha dado. Tarde o temprano llorarás por lo que tuviste y no se te permitió conservar. Y el caso es que yo no quiero tener que volver a llorar.

Conversaciones de cafetería

Cuando se está con un grupo de gente tomando algo en un bar o una cafetería, inevitablemente siempre se acaba hablando de ciertos temas. Uno de ellos, que de hecho es el tema del que se termina hablando siempre en última instancia, es el sexo. Da igual que los interlocutores solamente sean compañeros de trabajo y no se conozcan de casi nada; tarde o temprano comienzan a hablar de sus intimidades. Y así pasa, que uno sabe el modelo de calzoncillos que usa su compañero de cubículo, y con cuántas mujeres se a ido a la cama el último mes, pero no cómo se apellida. Luego están las preguntas estúpidas tipo "¿Si te tuvieras que acostar con alguien del grupo de tu propio sexo, quién sería?", o la versión con alguien del sexo contrario. Estas ya son preguntas más personales, y se suelen dar en grupos de amigos. Aunque son preguntas peligrosas, y si no se tiene la suficiente confianza con los interlocutores, pueden dar lugar a hostilidades tipo "¿y este maricón a cuento de qué dic

Siempre he querido ser un héroe de leyenda

Siempre he querido ser un héroe de leyenda. Algunas veces, cuando veo ciertas películas, o leo ciertos libros, o incluso oigo hablar a ciertas personas, tanto en los medios de comunicación como en mi círculo de amistades, me siento melancólica. Porque siempre he deseado hacer grandes cosas. Pero ni el mundo en el que he nacido ni yo misma estamos hechos para lograrlo. No hay bestias que derrotar, ni tierras que descubrir, ni enigmas que resolver. Estamos sueltos en un planeta en el que ya no quedan misterios, en el que ni un solo metro de tierra alberga secretos, en el que la palabra "intimidad" ya no tiene sentido. El progreso ha conllevado la muerte de todo lo que yo deseaba haber vivido. Los héroes modernos ya no salvan ciudades, ni derrotan hechiceros, ni descubren continentes inexplorados, ni hacen descubrimientos controvertidos. Ahora hacen fortunas a base de aprovecharse de la ignorancia del pueblo llano, o ganan competiciones en las que no se puede participar si no se