Siempre he querido ser un héroe de leyenda.
Algunas veces, cuando veo ciertas películas, o leo ciertos libros, o incluso oigo hablar a ciertas personas, tanto en los medios de comunicación como en mi círculo de amistades, me siento melancólica. Porque siempre he deseado hacer grandes cosas. Pero ni el mundo en el que he nacido ni yo misma estamos hechos para lograrlo. No hay bestias que derrotar, ni tierras que descubrir, ni enigmas que resolver. Estamos sueltos en un planeta en el que ya no quedan misterios, en el que ni un solo metro de tierra alberga secretos, en el que la palabra "intimidad" ya no tiene sentido.
El progreso ha conllevado la muerte de todo lo que yo deseaba haber vivido.
Los héroes modernos ya no salvan ciudades, ni derrotan hechiceros, ni descubren continentes inexplorados, ni hacen descubrimientos controvertidos. Ahora hacen fortunas a base de aprovecharse de la ignorancia del pueblo llano, o ganan competiciones en las que no se puede participar si no se tiene el dinero suficiente, o se matan de hambre y se provocan el vómito para poder seguir siendo el blanco de todas las miradas.
Viajar no tiene sentido, ya que sin levantarte de una silla puedes hablar con personas de otro continente, y conseguir imágenes y testimonios de zonas del planeta en las que sólo has soñado con estar.
Las supersticiones murieron gracias a la ciencia, que explicó cualquier fenómeno que pudiera ser atribuido a la brujería, e incluso llegó mucho más lejos de lo que las supuestas hechiceras habían llegado nunca.
En un mundo así, alguien como yo no tiene lugar. Nos hemos quedado anticuados, como los discos de vinilo o los pantalones bombachos.
Cuando uno hierve de ganas de adentrarse en lo desconocido en un planeta en el que todo está ya descubierto, lo mejor que puede hacer es dedicarse a ser dibujante o escritor. En este mundo ya no habrá sitio para nosotros, pero al menos podremos inventarnos nuevos mundos en los que aún sirvamos de algo...
Algunas veces, cuando veo ciertas películas, o leo ciertos libros, o incluso oigo hablar a ciertas personas, tanto en los medios de comunicación como en mi círculo de amistades, me siento melancólica. Porque siempre he deseado hacer grandes cosas. Pero ni el mundo en el que he nacido ni yo misma estamos hechos para lograrlo. No hay bestias que derrotar, ni tierras que descubrir, ni enigmas que resolver. Estamos sueltos en un planeta en el que ya no quedan misterios, en el que ni un solo metro de tierra alberga secretos, en el que la palabra "intimidad" ya no tiene sentido.
El progreso ha conllevado la muerte de todo lo que yo deseaba haber vivido.
Los héroes modernos ya no salvan ciudades, ni derrotan hechiceros, ni descubren continentes inexplorados, ni hacen descubrimientos controvertidos. Ahora hacen fortunas a base de aprovecharse de la ignorancia del pueblo llano, o ganan competiciones en las que no se puede participar si no se tiene el dinero suficiente, o se matan de hambre y se provocan el vómito para poder seguir siendo el blanco de todas las miradas.
Viajar no tiene sentido, ya que sin levantarte de una silla puedes hablar con personas de otro continente, y conseguir imágenes y testimonios de zonas del planeta en las que sólo has soñado con estar.
Las supersticiones murieron gracias a la ciencia, que explicó cualquier fenómeno que pudiera ser atribuido a la brujería, e incluso llegó mucho más lejos de lo que las supuestas hechiceras habían llegado nunca.
En un mundo así, alguien como yo no tiene lugar. Nos hemos quedado anticuados, como los discos de vinilo o los pantalones bombachos.
Cuando uno hierve de ganas de adentrarse en lo desconocido en un planeta en el que todo está ya descubierto, lo mejor que puede hacer es dedicarse a ser dibujante o escritor. En este mundo ya no habrá sitio para nosotros, pero al menos podremos inventarnos nuevos mundos en los que aún sirvamos de algo...
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