Cuando se está con un grupo de gente tomando algo en un bar o una cafetería, inevitablemente siempre se acaba hablando de ciertos temas.
Uno de ellos, que de hecho es el tema del que se termina hablando siempre en última instancia, es el sexo. Da igual que los interlocutores solamente sean compañeros de trabajo y no se conozcan de casi nada; tarde o temprano comienzan a hablar de sus intimidades. Y así pasa, que uno sabe el modelo de calzoncillos que usa su compañero de cubículo, y con cuántas mujeres se a ido a la cama el último mes, pero no cómo se apellida.
Luego están las preguntas estúpidas tipo "¿Si te tuvieras que acostar con alguien del grupo de tu propio sexo, quién sería?", o la versión con alguien del sexo contrario. Estas ya son preguntas más personales, y se suelen dar en grupos de amigos. Aunque son preguntas peligrosas, y si no se tiene la suficiente confianza con los interlocutores, pueden dar lugar a hostilidades tipo "¿y este maricón a cuento de qué dice que se acostaría conmigo?" o "¿Qué le a visto a esa pelandrusca para querer tirársela, si yo valgo mucho más?". Y ya con la versión "¿a quién matarías?", sí que salen ampollas...
Es peligroso, más que estar presente en una conversación de cafetería, no estarlo. Porque los interlocutores siempre acaban hablando de quien no está presente. Y no en términos amistosos, que digamos. Ya puede ser el empleado del mes, o el tío más enrollado de la pandilla, que cuando se comience a hablar de él sus oídos empezarán a pitar como si le hubiera estallado una bomba atómica en la cara. Porque otra de las cosas que más le gusta hacer a la gente cuando se junta con amigos en una cafetería es arreglarle la vida a la gente que no se encuentra en ese momento con ellos.
También, en ocasiones, se producen competiciones por ver a quién le va peor la vida. Esto solo se inicia si a alguien le da por lamentarse de algo malo que le haya sucedido recientemente, pero si ocurre, inevitablemente la conversación termina siendo un "Pues eso no es nada, a mi el otro día..." tras otro, hasta que la conversación se vuelve tan deprimente que le quita las ganas de hablar a todo el mundo.
Y hablando de desgracias, ¿sabéis lo que me sucedió el otro día? Veréis, estaba yo...
Comentarios
Publicar un comentario