Normalmente no paro de aprender cosas.
En el trabajo no solo aprendo sobre informática, sino sobre mis compañeros, sobre las relaciones laborales en general en una empresa de un cierto tamaño, y sobre cómo comportarme según con quién esté hablando.
En los libros que leo aprendo nuevas formas de narrar mis historias, nuevas palabras o nuevas maneras de usar las palabras que ya conocía, otros estilos narrativos, giros lingüísticos, nuevas ideas para una historia, o algún que otro comentario gracioso que poder añadir a mi repertorio.
En la calle aprendo sobre la gente que me rodea, sobre sus gustos y aficiones, sobre con quién tengo que hablar (y no) de qué; aprendo nuevas formas de vestir y de peinarme que me puedan favorecer, dónde poder comprar coca-cola las veinticuatro horas del día, y que las expendedoras, en ocasiones, tienen cosas útiles que expender.
En la facultad aprendo no solo sobre las asignaturas que estudio, sino también sobre cómo ganarse a los profesores, cómo conseguir que te inviten a comer en la cafetería, a qué hora están limpiando el baño de cada una de las tres plantas de la facultad, a jugar al Ticket to Raid y al Jungle Speed, y que las apariencias, la mayoría de las veces, engañan.
En la cama aprendo que no es necesario tener el cuerpo de una modelo de pasarela para sentirse atractiva, que ser uno mismo siempre reporta más beneficios que cualquier fachada, que mi capacidad pulmonar es algo fuera de lo común, y que a veces, las palabras más groseras y malsonantes pueden significar 'te quiero'.
Delante de mi ordenador aprendo mecanografía y ortografía, aprendo Inglés, geografía, cómo reservar una habitación de hotel y unos billetes de autobús a cualquier parte de España, cómo bajarme programas para mejorar el rendimiento de mi tarjeta de vídeo, dónde conseguir fotos de modelos para copiar en mis dibujos, y que se puede trabar amistad con alguien que viva en la otra punta del planeta, y que no has visto ni verás en tu vida.
Por eso me resulta tan extraño oír de boca de alguien "que no está aprendiendo nada". Para mi aprender es algo tan inherente a la naturaleza humana como respirar: Se hace en cada momento, con cada cosa que hacemos, con cada persona que hablamos. Hasta el retazo de conocimiento más insignificante, como el color de los ojos de tu compañero de laboratorio, o las coletillas que utiliza al hablar, resulta gratificante. El mundo es demasiado grande y está demasiado lleno de cosas interesantes como para dejar de aprender algo en cada momento, sea sobre lo que sea. En mi opinón, alguien que no le vea interés a aprender sobre lo que le rodea ha perdido el interés por el mundo y por la vida.
Por no mencionar que, al comportarse el cerebro como un músculo más, si se deja de ejercitar se atrofia.
En el trabajo no solo aprendo sobre informática, sino sobre mis compañeros, sobre las relaciones laborales en general en una empresa de un cierto tamaño, y sobre cómo comportarme según con quién esté hablando.
En los libros que leo aprendo nuevas formas de narrar mis historias, nuevas palabras o nuevas maneras de usar las palabras que ya conocía, otros estilos narrativos, giros lingüísticos, nuevas ideas para una historia, o algún que otro comentario gracioso que poder añadir a mi repertorio.
En la calle aprendo sobre la gente que me rodea, sobre sus gustos y aficiones, sobre con quién tengo que hablar (y no) de qué; aprendo nuevas formas de vestir y de peinarme que me puedan favorecer, dónde poder comprar coca-cola las veinticuatro horas del día, y que las expendedoras, en ocasiones, tienen cosas útiles que expender.
En la facultad aprendo no solo sobre las asignaturas que estudio, sino también sobre cómo ganarse a los profesores, cómo conseguir que te inviten a comer en la cafetería, a qué hora están limpiando el baño de cada una de las tres plantas de la facultad, a jugar al Ticket to Raid y al Jungle Speed, y que las apariencias, la mayoría de las veces, engañan.
En la cama aprendo que no es necesario tener el cuerpo de una modelo de pasarela para sentirse atractiva, que ser uno mismo siempre reporta más beneficios que cualquier fachada, que mi capacidad pulmonar es algo fuera de lo común, y que a veces, las palabras más groseras y malsonantes pueden significar 'te quiero'.
Delante de mi ordenador aprendo mecanografía y ortografía, aprendo Inglés, geografía, cómo reservar una habitación de hotel y unos billetes de autobús a cualquier parte de España, cómo bajarme programas para mejorar el rendimiento de mi tarjeta de vídeo, dónde conseguir fotos de modelos para copiar en mis dibujos, y que se puede trabar amistad con alguien que viva en la otra punta del planeta, y que no has visto ni verás en tu vida.
Por eso me resulta tan extraño oír de boca de alguien "que no está aprendiendo nada". Para mi aprender es algo tan inherente a la naturaleza humana como respirar: Se hace en cada momento, con cada cosa que hacemos, con cada persona que hablamos. Hasta el retazo de conocimiento más insignificante, como el color de los ojos de tu compañero de laboratorio, o las coletillas que utiliza al hablar, resulta gratificante. El mundo es demasiado grande y está demasiado lleno de cosas interesantes como para dejar de aprender algo en cada momento, sea sobre lo que sea. En mi opinón, alguien que no le vea interés a aprender sobre lo que le rodea ha perdido el interés por el mundo y por la vida.
Por no mencionar que, al comportarse el cerebro como un músculo más, si se deja de ejercitar se atrofia.
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