Ir al contenido principal

Memorias de una niña rara (2)

Una vez, cuando yo contaba diez y seis o diez y siete años, me pasó algo muy curioso.
Era verano, y en el pueblo donde pasaba las vacaciones yo ya me había enemistado con la totalidad de la gente de mi edad por aquel entonces. Recientemente había descubierto que yendo sola al cine no solo no me arrancaban un brazo, sino que podía ir a ver la película que quisiera, y encima la disfrutaba más que acompañada por la tipica amiga coñazo que no para de hablar en la hora y media que dura la proyección. El descubrimiento de que hacer cosas sola no provocaba ningún trauma digno de mención hizo que, un fin de semana, me animara a salir de bares sola.

Fue un terrible fracaso. Cuando yo voy de bares, voy a bailar, pero sin el grupo de conocidos alrededor mía haciendo el ganso, fui incapaz de deshinibirme lo suficiente como para mover un músculo. Lo intenté emborrachándome, pero justo ese día parecía haberme vuelvo inmune al alcohol. Y la guinda fue ver aparecer en el pub al chico con el que había tenido el minirrollo de día y medio, cogidito de la cintura de su nueva conquista - que, dicho sea de paso, estaba bastante más buena que yo.
Aterrada, salí del pub, y me metí en otro en el que la música estaba un poco más baja y se podía pensar sin interferencias. Totalmente concentrada en las ondas que hacía en el vaso mi martini con limón, no vi llegar a un chico, bastante mayor que yo, que se puso a hablarme.
- ¿Sabes qué pasa con los borrachos?
- ¿Cómo?
- Si, ¿sabes qué pasa con los borrachos? Que cuando te entran, son divertidos los veinticinco primeros segundos, y luego se convierten en unos plastas babosos. ¿No te parece?
- ...
- Entonces, mira, vamos a hacer una cosa, yo me presento, y hacemos como que no te he dicho nada antes, te hablo veinticinco segundos, y me voy. Así no pensarás que soy un plasta baboso, ¿vale?
- Eh.... vale.
El tío se cuadra, se coloca el cuello de la camisa, y me alarga la mano como si tal cosa. Yo se la estrecho desconcertada. Si no hubiera sido tan joven y tonta, me habría reído de lo lindo con aquello.
- Hola, ¿que tal?
- ... bien...
- Oye, tu sabes aquello de que los niños y los borrachos nunca mienten, ¿verdad? - y estaba claro que él pertenecía a los segundos - Pues mira lo que te voy a decir: Eres guapa
- ...
- Si, lo que te digo, eres muy guapa. Eres preciosa. Eres una de las cosas más bonitas que he visto nunca. Y en el futuro no debes dejar que nunca nadie te diga lo contrario, porque estará mintiendo. ¿Entendido?
- ...
- Muy bien, pues como ya han pasado los veinticinco segundos, y no quiero parecer pesado, me voy.
Y con unas palmaditas en el hombro, salió de mi campo de visión. No me molesté en seguirle con la mirada, estaba demasiado sorprendida.
Ese tío no estaba borracho, solo le apetecía reirse de una niña tonta, pensé. A fin de cuentas, yo tenía espejo en mi casa, veía lo que había, y todos mis conocidos también me lo dejaban clarito cada día.

Y aún así... Cuántas veces he deseado que ese borracho fuera ese angel de la guarda de nuestra infancia, que vino a cuidar de mí cuando estaba triste, y a recordarme que no todo en el mundo apestaba...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una por partes (4)

Carlota abrió los ojos. Y los cerró casi de inmediato, cegada por la luz de la habitación. Tenía muchísimo calor, pero cuando intentó apartar la manta notó que no podía mover el brazo. No le dolía, pero lo tenía totalmente entumecido. Asustada, se dio cuenta de que su otro brazo y sus piernas estaban igual. Intentó mover el tronco, con el mismo resultado. Volvió a abrir los ojos, esta vez más despacio, y vio un techo y unas paredes blancas que no eran las de su cuarto. Alguien entró en su campo de visión y comenzó a acariciarle el pelo y darle besos en la frente. Parecía que hablaba, pero Carlota sólo podía escuchar un eco lejano, como si la estuvieran hablando a través de agua. La persona que la abrazaba se alejó y Carlota pudo ver que era su madre, que tenía la cara bañada en lágrimas. Intentó preguntarle dónde estaba, pero no consiguió articular ningún sonido. Su madre le puso el índice sobre los labios, como para que guardara silencio, y le dijo algo con una sonrisa llorosa....

Sin abono transportes

El lunes 25 de Mayo de este año pagué un abono transportes. Y digo pagué, porque como no me dieron el abono transportes, el verbo "comprar" no tiene mucho significado en la frase. Tras hablar con el operario que estaba en la taquilla en ese momento, que este efectuase las llamadas pertinentes, y que me pidiese mi DNI, mi número de cuenta, y el recibo que la expendedora me había dado, se llegó a la resolución de que, efectivamente, se había cometido un error y había que ingresarme en mi cuenta el dinero que había pagado por el abono. Aclaro a priori que yo no puse ninguna reclamación. El operario hizo él todas las gestiones necesarias, y se solucionó el problema en media hora. Yo no rellené ningún formulario de reclamación, ni me entregaron ningún justificante de reclamación. Sólo me dieron un justificante de "Comunicación de incidencias con repercusión económica en instalaciones de venta y peaje", en el que se declaraba que Metro de Madrid debía ingresarme los 60,60...

Oda a mi ego (o Porque Yo Lo Valgo)

Ayer tenía la intención de empalmar, dado que me he tirado todo el fin de semana durmiendo, y tengo el sueño ya no cambiado, sino totalmente desquiciado. Pensaba que una terapia de choque me lo regularía, aunque al final acabé yéndome a la cama a las tres y cuarto, porque se me cerraban los ojos frente al ordenador y no podía teclear y usar la tableta gráfica mientras me sujetaba los párpados, me faltaban manos. Así que sobre las tres de la mañana comencé a recoger el chiringuito y a preparar las cosas para hoy, que iba a ser un día muy liado. En uno de los paseos por el cuarto me vi reflejada en el espejo. Por algún extraño motivo, suelo ponerme bastante guapa cuando tengo sueño o estoy especialmente decaída - es por eso por lo que afirmaré hasta la muerte que yo he nacido para gótica -, y como ayer se cumplían los dos supuestos, incluso con ojeras y todo me gustó mucho mi reflejo. Así que cogí el móvil, y me hice unas cuantas fotos en las que, oh milagro de la naturaleza, apenas sí s...