En los escasos dos meses que llevo en mi nuevo y flamante trabajo he cogido el hábito de desayunar en una cafetería, que hay enfrente del edificio donde curro, antes de entrar a trabajar. Aparte de hacer que llegue siempre de cinco a quince minutos tarde, el rato que pasa desde que entro hasta que salgo de la cafetería me ayuda a cargar las pilas. El establecimiento en cuestión tiene una concepción muy americana, pero al menos las chicas de detrás del mostrador dan un trato bastante amigable, en concreto una de ellas. Sonríe mucho, y tardó solamente tres días en quedarse con mi cara y con lo que desayuno.
No me considero una persona demasiado maniática, pero lo que desayuno, y cómo lo desayune, pueden hacer que empiece el día con una sonrisa o con ganas de querer matar a alguien. Por eso me gusta desayunar en esa cafetería, porque la camarera y su amabilidad me animan la mañana, por muchos empujones que me hayan dado en el metro hasta llegar allí.
Hoy me ha molestado un montón no verla. Tampoco pasa nada, la gente tiene derecho a librar, y más teniendo en cuenta que seguramente ella trabajó durante todo el puente. Pero es que las dos camareras que había en su lugar... En fin, que estaban a lunes. No me habría sorprendido que, con esa cara y ese tono de voz, la leche que me ha echado una de ellas en el café se agriara de camino a la taza. Naturalmente, el bollito de leche con jamón york y queso y el manchado han compensado de lejos los malos modos de la camarera, pero me he quedado con la sensación de que le faltaba algo a la mañana.
No sé si soy muy exigente, pero que te den el café con una sonrisa por las mañanas... no sé, a mí me alegra el día.
No me considero una persona demasiado maniática, pero lo que desayuno, y cómo lo desayune, pueden hacer que empiece el día con una sonrisa o con ganas de querer matar a alguien. Por eso me gusta desayunar en esa cafetería, porque la camarera y su amabilidad me animan la mañana, por muchos empujones que me hayan dado en el metro hasta llegar allí.
Hoy me ha molestado un montón no verla. Tampoco pasa nada, la gente tiene derecho a librar, y más teniendo en cuenta que seguramente ella trabajó durante todo el puente. Pero es que las dos camareras que había en su lugar... En fin, que estaban a lunes. No me habría sorprendido que, con esa cara y ese tono de voz, la leche que me ha echado una de ellas en el café se agriara de camino a la taza. Naturalmente, el bollito de leche con jamón york y queso y el manchado han compensado de lejos los malos modos de la camarera, pero me he quedado con la sensación de que le faltaba algo a la mañana.
No sé si soy muy exigente, pero que te den el café con una sonrisa por las mañanas... no sé, a mí me alegra el día.
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