La vida de las personas se construye a base de elecciones. Desde la más nimia a la más trascendental, todo lo que elegimos marca dos caminos: el que tomamos y el que no recorremos. Quizá la mayor parte de la gente no se pregunte cómo habría sido su vida de haber elegido el magnum de vainilla en vez de el de nata, pero es indudable que hay decisiones que plantean esa pregunta. Como seguir estudiando o dejar los estudios. Como elegir una carrera. Como elegir un trabajo. Como elegir una pareja.
Algunas marcan nuestro futuro cercano, otras marcan irremediablemente el resto de nuestra existencia. Y lo peor es que no se puede afirmar a priori cuál nos permitirá retroceder y tomar el camino desdeñado en la primera elección, y cuál nos lo vedará permanentemente.
Y no solo están las elecciones de uno, ojalá. Las elecciones de los demás seres humanos, desde el hermano al desconocido de otro continente al que nunca conoceremos, condicionan también el camino que tomaremos. Porque habrá veces que queramos ser nosotros los que decidamos qué camino tomar, pero sean otros los que decidan. Y habrá veces que queramos volver atrás, reformular ciertas decisiones, pero otros hayan hecho imposible el retroceder a tomar dicho camino.
Y lo único que se puede afirmar es que, sea por voluntad propia o porque no nos quedó más remedio, la mayor parte de lo decidido es irrevocable en la vida, y lo único que se puede hacer con ello es echárselo a la espalda, - porque decidido por nosotros o no, sigue siendo nuestra vida, y como tal es lo más valioso que tenemos y hay que atesorar cada momento de ella - y seguir adelante, quizá rezando para que la decisión haya sido la correcta.
Algunas marcan nuestro futuro cercano, otras marcan irremediablemente el resto de nuestra existencia. Y lo peor es que no se puede afirmar a priori cuál nos permitirá retroceder y tomar el camino desdeñado en la primera elección, y cuál nos lo vedará permanentemente.
Y no solo están las elecciones de uno, ojalá. Las elecciones de los demás seres humanos, desde el hermano al desconocido de otro continente al que nunca conoceremos, condicionan también el camino que tomaremos. Porque habrá veces que queramos ser nosotros los que decidamos qué camino tomar, pero sean otros los que decidan. Y habrá veces que queramos volver atrás, reformular ciertas decisiones, pero otros hayan hecho imposible el retroceder a tomar dicho camino.
Y lo único que se puede afirmar es que, sea por voluntad propia o porque no nos quedó más remedio, la mayor parte de lo decidido es irrevocable en la vida, y lo único que se puede hacer con ello es echárselo a la espalda, - porque decidido por nosotros o no, sigue siendo nuestra vida, y como tal es lo más valioso que tenemos y hay que atesorar cada momento de ella - y seguir adelante, quizá rezando para que la decisión haya sido la correcta.
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