Ir al contenido principal

Lobo y la Caperucita Feroz (Parte 2)

Caperucita no podía creer la suerte que había tenido. Ahí estaba aquel enorme animal, el lobo más enorme que había visto en su vida - aunque tampoco es que hubiera visto muchos -, plantado delante de ella, hablándola como hablaría un guardabosques a un niño perdido. Al principio el tamaño de la bestia la había asustado, pero pese a ello y a los enormes colmillos que sobresalían de su bocaza, el animal se comportaba de manera más bien mansa.
Que se apartara del camino, decía. Que una bestia mucho mayor podría pasar y arrollarla. Caperucita no entendía nada, pero de pronto se le ocurrió que podía sacar provecho de aquel encuentro...
Pensó en la pistola que llevaba meses escondiendo en su cuarto. Esa la mañana había conseguido meterla en la cesta de la comida sin que nadie lo notara, y por fin podría acabar con aquel vejestorio que la obligaba a modificar su rutina día sí y día también, llevándole pesadas cestas con alimentos y haciendo de niñera y asistenta, y todo porque era demasiado vieja para valerse por sí misma y demasiado testaruda para dejar su casa e irse a vivir con sus hijos. Pero en el trayecto a casa de su abuela había comenzado a ver que su plan tenía muchos fallos. En primer lugar, ¿quién iba a estar interesado en matar a una vieja senil que vivía en lo profundo del bosque y no tenía ningún tipo de riqueza en su apestosa chabola? Y tampoco suponía ningún peligro para nadie, porque hacía meses que no podía moverse de su cama. O sea que si la mataba de un tiro, era bastante probable que su familia descubriera que había sido ella quien había acabado con su vida...
- ¿No deberías volver con tu manada? Este paso es de una bestia demasiado grande, deberías dejarlo y avanzar por la espesura. Supongo que te será más difícil, pero también es más seguro - oyó decir a la bestia. La pistola tenía cinco balas en el cargador, pensó, y si lo que se le acababa de ocurrir salía bien, no necesitaría ninguna para acabar con la vieja.
No pudo evitar sonreír mientras con lentitud extraía la pistola de la cesta de la merienda, y apuntaba a los cuartos traseros del lobo.
"Con cuidado... Solo quiero asustarle, no herirle verdaderamente..." pensó, mientras su dedo se cerraba sobre el gatillo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sin abono transportes

El lunes 25 de Mayo de este año pagué un abono transportes. Y digo pagué, porque como no me dieron el abono transportes, el verbo "comprar" no tiene mucho significado en la frase. Tras hablar con el operario que estaba en la taquilla en ese momento, que este efectuase las llamadas pertinentes, y que me pidiese mi DNI, mi número de cuenta, y el recibo que la expendedora me había dado, se llegó a la resolución de que, efectivamente, se había cometido un error y había que ingresarme en mi cuenta el dinero que había pagado por el abono. Aclaro a priori que yo no puse ninguna reclamación. El operario hizo él todas las gestiones necesarias, y se solucionó el problema en media hora. Yo no rellené ningún formulario de reclamación, ni me entregaron ningún justificante de reclamación. Sólo me dieron un justificante de "Comunicación de incidencias con repercusión económica en instalaciones de venta y peaje", en el que se declaraba que Metro de Madrid debía ingresarme los 60,60...

Oda a mi ego (o Porque Yo Lo Valgo)

Ayer tenía la intención de empalmar, dado que me he tirado todo el fin de semana durmiendo, y tengo el sueño ya no cambiado, sino totalmente desquiciado. Pensaba que una terapia de choque me lo regularía, aunque al final acabé yéndome a la cama a las tres y cuarto, porque se me cerraban los ojos frente al ordenador y no podía teclear y usar la tableta gráfica mientras me sujetaba los párpados, me faltaban manos. Así que sobre las tres de la mañana comencé a recoger el chiringuito y a preparar las cosas para hoy, que iba a ser un día muy liado. En uno de los paseos por el cuarto me vi reflejada en el espejo. Por algún extraño motivo, suelo ponerme bastante guapa cuando tengo sueño o estoy especialmente decaída - es por eso por lo que afirmaré hasta la muerte que yo he nacido para gótica -, y como ayer se cumplían los dos supuestos, incluso con ojeras y todo me gustó mucho mi reflejo. Así que cogí el móvil, y me hice unas cuantas fotos en las que, oh milagro de la naturaleza, apenas sí s...

Harta

Estoy harta. Muy harta. Me hartaba cuando me decíais cómo debía vivir, y me callaba. Me hartaba cuando me enumerabais todo lo que era bueno o malo para mi, y me callaba. Me hartaba cuando me decíais qué fallaba en mi manera de ser, qué fallaba en mi vida, por qué no era feliz, y me callaba. Me callaba y agachaba la cabeza incluso cuando me enseñabais el tono en el que debía hablarle a los demás. Y vosotros, con vuestro inconmensurable ego sacado de Dios sabe dónde, creíais que lo hacía no por educación - cosa de la que a todas luces vosotros carecéis -, sino porque teníais razón. No os parabais a pensar que quizá lo que para vosotros era tan bueno a mi igual me parecía una mierda; simplemente "sabíais" que las cosas se debían hacer como las hacíais vosotros. Cuestionabais mi modo de vida delante de gente que me era querida y me valoraba, y no sólo me heristeis a mi, sino que hicisteis que quien os oía comenzase a pensar lo mismo que vosotros. Y aún así me callaba. Habéis hech...