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Destripando cuentos de hadas

El apuesto príncipe, engalanado con su brillante armadura, se ciñe la espada al cinturón, se monta en su brioso corcel, y parte al rescate de la dulce e inocente doncella, hija del posadero, que raptó de la aldea un dragón. La luz del alba reluce en su plateada armadura mientras se aleja hacia el acantilado donde reside la malvada bestia.
Ese mismo día, el príncipe vuelve a la aldea, con la luz del ocaso relumbrando de nuevo sobre el metal de su coraza, sujetando por la cintura a la doncella, que va sentada en la silla del caballo delante de él, e inundando de alegría los corazones de los aldeanos, que rebosan de agradecimiento y amor hacia su señor.

Una historia muy bucólica, ¿verdad? Pero vamos a repasarla punto por punto. En primer lugar, ¿qué es eso del apuesto príncipe de brillante armadura? Qué pasa, ¿que por haber nacido hijo de un rey tienes que ser apuesto, y convertirte en un caballero andante musculoso y solidario con tus súbditos? No puede haber nacido bajo o feo, o ser gordo, o un cobarde, no. Si es un príncipe, tiene que ser apuesto y valiente. Y haberse sacado de la manga un brioso corcel, una brillante armadura, y una espada Vorpal, por cierto.
En segundo lugar... ¿Alguien se cree que la hija del posadero vaya a seguir siendo doncella, trabajando de camarera en la posada de su padre? Por favor, que ya tenemos una edad. O la chica pesa ciento veinte kilos, tiene cara de cardo y no ha visto una pastilla de jabón desde que la bautizaron, o está más pasada por la piedra que un cuchillo de carnicero.
Y bueno, en lo tocante a los hechos... Reconstruyo la escena: Llega un dragón a una aldea de mala muerte rodeada de bosques y campos de cultivo, coge a una muchacha con una de sus zarpas sin hacerle un solo rasguño, y se la lleva volando por donde ha venido, sin causar ningún daño a la aldea ni a sus alrededores. Y unos quince minutos después, cuando los aldeanos aún son presa del pánico, aparece el príncipe (cuyo castillo queda a tres días de viaje a caballo) dando un "paseo matutino", y se les acerca solícito preguntándoles qué es lo que tanto les aflige, en lugar de reprenderles por estar de cháchara en vez de cultivando los campos cuyo tributo es el sustento de su padre y de su reino.
¿Y qué interés mueve a nuestro ideal príncipe azul para rescatar a una muchacha que ni siquiera supone fuerza de trabajo para cultivar los cereales con los que él comerá ese invierno? Porque un puñado de agricultores y ganaderos poco le puede ofrecer al príncipe que él no tenga ya... además de que si ese algo existiera, él lo cogería sin más, no necesitaría que los aldeanos se lo ofrecieran a cambio de nada.

Así que el príncipe, de modo totalmente desinteresado, decide ir a salvar a una camarera, cuyo segundo oficio es el de ser la ramera del pueblo, de las garras de un dragón que podría dar sombra a todo su castillo si llegara a sobrevolarlo. Y por supuesto, no tarda ni un día en hacer el camino hasta la guarida del dragón, matarlo, liberar a la muchacha, y devolverla al pueblo... en donde decide que va a llevarse con él a la chica al castillo, puesto que una doncella de tan singular belleza se merece un destino mejor que trabajar el campo durante toda su vida.
Al castillo. Se la lleva al castillo. ¿Suponemos que para desposarla? Mal supuesto. Porque un príncipe no se casaría con la ramera de una aldeucha de su feudo ni aunque le prometieran a cambio la vida eterna. Seguramente se la lleve para que se dedique exactamente a lo mismo que se dedicaba en su aldea natal, es decir, servir mesas y dar placer a los hombres, pero en vez de en la posada de su padre, en las cocinas del castillo. Pero claro, eso no lo saben ninguno de los aldeanos, que jamás podrán entrar en la ciudadela de su señor para comprobarlo, y que piensan, inocentes ellos, que el príncipe desposará a la muchacha y la hará feliz el resto de su vida.
Y por supuesto, la muchacha también lo cree. Hasta que llegan al castillo y el príncipe se la entrega a los mozos de cuadra para que hagan con ella lo que quieran, claro. Ahí ya empieza a darse cuenta de que algo va mal.

Está claro que este pequeño trato entre "apuesto príncipe" y "abominable dragón" les beneficia a los dos. Al reptil le dejan en paz, porque todo el mundo da por hecho que el príncipe le ha matado (de hecho, le mata cada vez que al dragón le da por "robar doncellas"). Y el príncipe tiene forma lícita de tener contento a su ejército, a su servidumbre y a sus vasallos, ya que cada vez que necesita una ramera nueva no tiene que cogerla a la fuerza de una de sus aldeas, sino que se la dan encantados los propios campesinos...

Y así todos están contentos. Incluido aquel que quiera creerse la versión romántica del cuento.

Comentarios

  1. Chan dice:
    Creo qeu en Dragonheart hacian eso precisamente...
    Muy divertido :)

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  2. XD Si, algo parecido hacían, si ^^U
    Me alegro de que te gustase :3

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