Ir al contenido principal

Simone de Beauvoir & Sartre

Cuando estaba en tercero de carrera, me cogí como asignatura de libre configuración "Perspectivas del Feminismo Contemporáneo". No fui a más de siete clases, porque en seguida me di cuenta de que aquello más que una asignatura era una excusa para que una feminista recalcitrante disertara sobre sus ideas, no sobre las ideas de las mujeres que debíamos estar estudiando.
No obstante, algo aprendí de la primera mujer sobre la que estudiamos, Simone de Beauvoir. Como en el instituto estudié minimamente a Jean Paul Sartre, me quedé con el dato de que, de jóvenes, estos dos personajes habían estado juntos. Me costó asimilar el hecho de que, pese a dejar de ser pareja, estuvieran "juntos" durante el resto de su vida, y fuera ella la que le cuidara cuando él se quedó ciego y ya no podía valerse por sí mismo.
Parece ser que Sartre introdujo a Simone de Beauvoir en los círculos intelectuales del momento, algo bastante extraño teniendo en cuenta que era una mujer. Y también le enseñó filosofía, por lo visto. O sea que, dejando a un lado la relación carnal, Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre estaban unidos por sus inquietudes intelectuales.
Es curioso. Una relación sentimental que no duró mucho más de lo que dura un caramelo en la puerta de una escuela, pero una intelectual que se alargó durante toda su vida, y fue muchísimo más fuerte que la primera.
Y es que no sólo en los tiempos que corren es difícil encontrar a alguien que nos estimule intelectualmente. Parece ser que siempre ha sido bastante complicado. No me extraña que Simone, al encontrar a alguien así, no quisiera separarse de él en toda su vida, por mucho que ya no fueran amantes.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sin abono transportes

El lunes 25 de Mayo de este año pagué un abono transportes. Y digo pagué, porque como no me dieron el abono transportes, el verbo "comprar" no tiene mucho significado en la frase. Tras hablar con el operario que estaba en la taquilla en ese momento, que este efectuase las llamadas pertinentes, y que me pidiese mi DNI, mi número de cuenta, y el recibo que la expendedora me había dado, se llegó a la resolución de que, efectivamente, se había cometido un error y había que ingresarme en mi cuenta el dinero que había pagado por el abono. Aclaro a priori que yo no puse ninguna reclamación. El operario hizo él todas las gestiones necesarias, y se solucionó el problema en media hora. Yo no rellené ningún formulario de reclamación, ni me entregaron ningún justificante de reclamación. Sólo me dieron un justificante de "Comunicación de incidencias con repercusión económica en instalaciones de venta y peaje", en el que se declaraba que Metro de Madrid debía ingresarme los 60,60...

Oda a mi ego (o Porque Yo Lo Valgo)

Ayer tenía la intención de empalmar, dado que me he tirado todo el fin de semana durmiendo, y tengo el sueño ya no cambiado, sino totalmente desquiciado. Pensaba que una terapia de choque me lo regularía, aunque al final acabé yéndome a la cama a las tres y cuarto, porque se me cerraban los ojos frente al ordenador y no podía teclear y usar la tableta gráfica mientras me sujetaba los párpados, me faltaban manos. Así que sobre las tres de la mañana comencé a recoger el chiringuito y a preparar las cosas para hoy, que iba a ser un día muy liado. En uno de los paseos por el cuarto me vi reflejada en el espejo. Por algún extraño motivo, suelo ponerme bastante guapa cuando tengo sueño o estoy especialmente decaída - es por eso por lo que afirmaré hasta la muerte que yo he nacido para gótica -, y como ayer se cumplían los dos supuestos, incluso con ojeras y todo me gustó mucho mi reflejo. Así que cogí el móvil, y me hice unas cuantas fotos en las que, oh milagro de la naturaleza, apenas sí s...

Harta

Estoy harta. Muy harta. Me hartaba cuando me decíais cómo debía vivir, y me callaba. Me hartaba cuando me enumerabais todo lo que era bueno o malo para mi, y me callaba. Me hartaba cuando me decíais qué fallaba en mi manera de ser, qué fallaba en mi vida, por qué no era feliz, y me callaba. Me callaba y agachaba la cabeza incluso cuando me enseñabais el tono en el que debía hablarle a los demás. Y vosotros, con vuestro inconmensurable ego sacado de Dios sabe dónde, creíais que lo hacía no por educación - cosa de la que a todas luces vosotros carecéis -, sino porque teníais razón. No os parabais a pensar que quizá lo que para vosotros era tan bueno a mi igual me parecía una mierda; simplemente "sabíais" que las cosas se debían hacer como las hacíais vosotros. Cuestionabais mi modo de vida delante de gente que me era querida y me valoraba, y no sólo me heristeis a mi, sino que hicisteis que quien os oía comenzase a pensar lo mismo que vosotros. Y aún así me callaba. Habéis hech...