Ir al contenido principal

Marineros (1)

Por el catalejo vislumbraba la línea de la costa. No estaba lejos, quizá a un día escaso. El viento había soplado a su favor durante toda la travesía, y ni una sola tormenta les importunó durante la semana que llevaban navegando.
- ¿Algo interesante, mi capitán?
El capitán del barco le alargó el catalejo, y señaló hacia el Noreste.
- Tierra. A menos de un día de viaje. - Sin esperar contestación, se giró y volvió a su camarote, dejando al anciano intentando ver algo por el catalejo con sus ojos casi ciegos.

Cerró la puerta del camarote y, con la espalda apoyada contra la plancha de madera, soltó un suspiro de alivio. Menos mal, se dijo. No sabía si había sido suerte, o las precauciones tomadas, pero todo indicaba que iban a llegar a puerto sin haber sido interceptados por piratas.
Sacó del armario el diario, y se estaba sentando frente a su mesa para escribir estas buenas noticias, cuando oyó gritar al vigía.

- ¿Qué sucede? - le preguntó al primer bracero que se cruzó cuando salió del camarote.
- Ha avistado un barco tras del nuestro - el marinero señaló al vigía, que seguía gritando encaramado al palo mayor - Lleva bandera negra izada.

El bracero salió corriendo por la cubierta en dirección a la bodega. El capitán se colocó las manos alrededor de la boca haciendo bocina.
- ¡Sander! - el vigía dejó de gritar y miró hacia abajo - ¿A cuánto está el barco?
- ¡Unas mil yardas, señor!
- ¿Llegaremos a tierra antes de que nos alcance?
- ¡No es seguro, señor! - el vigía señaló hacia el Noreste - ¡Ellos también tienen el viento a favor!
- ¡Entonces deja de berrear y ven aquí abajo a echar una mano! - Se giró hacia los marineros que trajinaban por la cubierta - ¡Desplegad las velas de los tres palos! ¡Y vosotros, a los remos! ¡Tenemos que llegar a tierra antes de que nos tengan a tiro!

El anciano llegó hasta él renqueando por la cubierta, y le agarró de la manga de la levita.
- ¿Qué sucede? - su voz estaba llena de miedo. El capitán se lo quitó de encima sacudiendo el brazo.
- Nada que deba preocuparos, señor. Vos seguid en vuestro camarote, y procurad que vuestra hija tampoco salga del suyo. Vamos a aumentar la velocidad.
- Pero... ¿por qué motivo?
- Para llegar antes al puerto. - El capitán se dirigió a zancadas hacia el timón, y comenzó a maniobrar hacia donde había visto tierra hacía unos minutos.
- ¿Estamos seguros? No le sucederá nada a mi hija, ¿verdad?
- Tened por seguro, señor, que su hija llegará sana y salva a puerto - el capitán le lanzó una mirada de odio al anciano - y ahora, idos a vuestro aposento, os lo ruego.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sin abono transportes

El lunes 25 de Mayo de este año pagué un abono transportes. Y digo pagué, porque como no me dieron el abono transportes, el verbo "comprar" no tiene mucho significado en la frase. Tras hablar con el operario que estaba en la taquilla en ese momento, que este efectuase las llamadas pertinentes, y que me pidiese mi DNI, mi número de cuenta, y el recibo que la expendedora me había dado, se llegó a la resolución de que, efectivamente, se había cometido un error y había que ingresarme en mi cuenta el dinero que había pagado por el abono. Aclaro a priori que yo no puse ninguna reclamación. El operario hizo él todas las gestiones necesarias, y se solucionó el problema en media hora. Yo no rellené ningún formulario de reclamación, ni me entregaron ningún justificante de reclamación. Sólo me dieron un justificante de "Comunicación de incidencias con repercusión económica en instalaciones de venta y peaje", en el que se declaraba que Metro de Madrid debía ingresarme los 60,60...

Oda a mi ego (o Porque Yo Lo Valgo)

Ayer tenía la intención de empalmar, dado que me he tirado todo el fin de semana durmiendo, y tengo el sueño ya no cambiado, sino totalmente desquiciado. Pensaba que una terapia de choque me lo regularía, aunque al final acabé yéndome a la cama a las tres y cuarto, porque se me cerraban los ojos frente al ordenador y no podía teclear y usar la tableta gráfica mientras me sujetaba los párpados, me faltaban manos. Así que sobre las tres de la mañana comencé a recoger el chiringuito y a preparar las cosas para hoy, que iba a ser un día muy liado. En uno de los paseos por el cuarto me vi reflejada en el espejo. Por algún extraño motivo, suelo ponerme bastante guapa cuando tengo sueño o estoy especialmente decaída - es por eso por lo que afirmaré hasta la muerte que yo he nacido para gótica -, y como ayer se cumplían los dos supuestos, incluso con ojeras y todo me gustó mucho mi reflejo. Así que cogí el móvil, y me hice unas cuantas fotos en las que, oh milagro de la naturaleza, apenas sí s...

Harta

Estoy harta. Muy harta. Me hartaba cuando me decíais cómo debía vivir, y me callaba. Me hartaba cuando me enumerabais todo lo que era bueno o malo para mi, y me callaba. Me hartaba cuando me decíais qué fallaba en mi manera de ser, qué fallaba en mi vida, por qué no era feliz, y me callaba. Me callaba y agachaba la cabeza incluso cuando me enseñabais el tono en el que debía hablarle a los demás. Y vosotros, con vuestro inconmensurable ego sacado de Dios sabe dónde, creíais que lo hacía no por educación - cosa de la que a todas luces vosotros carecéis -, sino porque teníais razón. No os parabais a pensar que quizá lo que para vosotros era tan bueno a mi igual me parecía una mierda; simplemente "sabíais" que las cosas se debían hacer como las hacíais vosotros. Cuestionabais mi modo de vida delante de gente que me era querida y me valoraba, y no sólo me heristeis a mi, sino que hicisteis que quien os oía comenzase a pensar lo mismo que vosotros. Y aún así me callaba. Habéis hech...