Ir al contenido principal

Sobre endorfinas y lunes por la mañana

Ayer, volviendo al piso, se me ocurrió llamar para avisar de que en una hora estaría allí, y de paso saber si me encontraría o no la casa vacía. Al colgar me disculpé con mi acompañante, porque me pongo bastante cursi cuando hablo con él por teléfono, y sé que la gente puede sentirse algo violenta cuando ve a alguien más basto que una mula de carga hablando como si la hubiese poseído media docena de princesas Disney.
Exactamente, las palabras que usé para disculparme fueron estas:
"Perdona que esté tan ñoña. Si te sirve de consuelo, cuando no tengo pareja soy una amargada de la vida"
Pero tras un silencio en el que pensé lo que había dicho, rectifiqué.
"Bueno, de hecho, soy una amargada de la vida aunque tenga pareja. Lo que pasa es que las endorfinas me cambian el ánimo"

En el autobús de vuelta a casa le estuve dando vueltas a esa afirmación. Es verdad que últimamente, aunque no me noto más animada ni tengo menos líos en la cabeza, la gente de mi alrededor me ve más... relajada (sí, relajada es la palabra, que no feliz). Soy totalmente consciente de que la causa de éste estado de ánimo tan ajeno a mi es una segregación masiva de endorfinas. Y me puse a meditar sobre qué es lo que ha hecho que en mi sangre haya tal cantidad de hormonas que esté a punto de recibir una demanda por abuso en el sindicato de Glándulas.

"Bueno, lo mejor de todo, de lejos, es el subidón que me da al despertarme y verle tumbado a mi lado", pienso. "Es como una droga, solo que mejor, porque no tiene efectos secundarios (bueno, de hecho sí que los tiene, pero al menos no son perjudiciales para mi salud) y es gratis".
Y esta afirmación me desvía del objetivo principal de mi reflexión.

Porque me paro a pensar... El hecho innegable es que me resulta totalmente imposible estar de mal humor (Señores, que es lunes por la mañana, ¡y me he levantado de buen humor! Si esto es normal, que venga Dios y lo vea) por muchos problemas que tenga, sólo por el simple hecho de ver a una persona tumbada a mi lado cuando me levanto. Y esto me pasa a mí, que soy la persona más amargada que conozco.
Entonces... ¿por qué toda esa gente que lleva anillos de oro en el dedo anular está tan enfurruñada?

La respuesta es obvia, al menos para mi. Y me hace sentir afortunada y muerta de miedo a partes iguales.

Pero está en mi mano no caer en lo que ellos han caído. Está en mi mano buscar la felicidad ante todo, porque a fin de cuentas nadie lo va a hacer por mi.

...

Cuando trabajaba en Indra, en la cafetería en la que desayunaba coincidía con una pareja bastante mayor, que desayunaban juntos antes de salir cada uno a sus tareas diarias. Se les veía felices siempre, y a veces dejaban de hablar y simplemente se miraban sonrientes, el uno al otro, cogidos de la mano. Eran realmente mayores para mostrarse tan enamorados, por lo que deduje que no llevarían mucho tiempo. Y me alegré de ver una pareja de personas mayores tan felices de estar juntos.
El amor es algo tan frágil, tan difícil de mantener, y tan fácil de perder... Que es inevitable que esa pareja me diera envidia.

Me apuesto a que esas dos personas también se levantan de buen humor los lunes por la mañana.

Comentarios

  1. Bueno...
    Ya tienes más que muchos.
    Te felicito por ello
    (y no te calientes tanto la cabeza >.<)

    ResponderEliminar
  2. Ya bueno, pero es que si no lo hago no tengo nada que escribir en el blog, y ayer Trini me regañó por no actualizar con nada nuevo ._.

    ResponderEliminar
  3. Así me gusta, que hagas los deberes ;-)

    En cuanto al tema, solo puedo decir que me alegro muchísimo por ti, guapa. Y también por Juan.

    http://www.enbuenasmanos.com/articulos/muestra.asp?art=293

    Que no decaiga la ñoñería! ^0^U

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Sin abono transportes

El lunes 25 de Mayo de este año pagué un abono transportes. Y digo pagué, porque como no me dieron el abono transportes, el verbo "comprar" no tiene mucho significado en la frase. Tras hablar con el operario que estaba en la taquilla en ese momento, que este efectuase las llamadas pertinentes, y que me pidiese mi DNI, mi número de cuenta, y el recibo que la expendedora me había dado, se llegó a la resolución de que, efectivamente, se había cometido un error y había que ingresarme en mi cuenta el dinero que había pagado por el abono. Aclaro a priori que yo no puse ninguna reclamación. El operario hizo él todas las gestiones necesarias, y se solucionó el problema en media hora. Yo no rellené ningún formulario de reclamación, ni me entregaron ningún justificante de reclamación. Sólo me dieron un justificante de "Comunicación de incidencias con repercusión económica en instalaciones de venta y peaje", en el que se declaraba que Metro de Madrid debía ingresarme los 60,60...

Oda a mi ego (o Porque Yo Lo Valgo)

Ayer tenía la intención de empalmar, dado que me he tirado todo el fin de semana durmiendo, y tengo el sueño ya no cambiado, sino totalmente desquiciado. Pensaba que una terapia de choque me lo regularía, aunque al final acabé yéndome a la cama a las tres y cuarto, porque se me cerraban los ojos frente al ordenador y no podía teclear y usar la tableta gráfica mientras me sujetaba los párpados, me faltaban manos. Así que sobre las tres de la mañana comencé a recoger el chiringuito y a preparar las cosas para hoy, que iba a ser un día muy liado. En uno de los paseos por el cuarto me vi reflejada en el espejo. Por algún extraño motivo, suelo ponerme bastante guapa cuando tengo sueño o estoy especialmente decaída - es por eso por lo que afirmaré hasta la muerte que yo he nacido para gótica -, y como ayer se cumplían los dos supuestos, incluso con ojeras y todo me gustó mucho mi reflejo. Así que cogí el móvil, y me hice unas cuantas fotos en las que, oh milagro de la naturaleza, apenas sí s...

Harta

Estoy harta. Muy harta. Me hartaba cuando me decíais cómo debía vivir, y me callaba. Me hartaba cuando me enumerabais todo lo que era bueno o malo para mi, y me callaba. Me hartaba cuando me decíais qué fallaba en mi manera de ser, qué fallaba en mi vida, por qué no era feliz, y me callaba. Me callaba y agachaba la cabeza incluso cuando me enseñabais el tono en el que debía hablarle a los demás. Y vosotros, con vuestro inconmensurable ego sacado de Dios sabe dónde, creíais que lo hacía no por educación - cosa de la que a todas luces vosotros carecéis -, sino porque teníais razón. No os parabais a pensar que quizá lo que para vosotros era tan bueno a mi igual me parecía una mierda; simplemente "sabíais" que las cosas se debían hacer como las hacíais vosotros. Cuestionabais mi modo de vida delante de gente que me era querida y me valoraba, y no sólo me heristeis a mi, sino que hicisteis que quien os oía comenzase a pensar lo mismo que vosotros. Y aún así me callaba. Habéis hech...