¿No os ha pasado nunca que cuando pedís aros de cebolla en vez de patatas fritas en un burguer king, siempre os encontráis una patata frita escondida entre los aros?
Porque a mi me empezó a pasar cuando empecé a tomar aros de cebolla en vez de patatas... Pero es que además, a partir de ese momento, cada vez que compraba croquetas en la sección de congelados del supermercado, al abrir el paquete me encontraba una patata frita congelada.
Esto llegó a intrigarme tanto que empecé a preguntarme por qué siempre tenía que haber una patata disidente en todos los platos de fritos que tomaba... y caí en la cuenta de que quizá alguien las había enviado para que me siguiesen.
Pero, ¿quién enviaría una patata frita a seguirme?, me pregunté. Es descabellado, porque tarde o temprano me la voy a terminar comiendo, y van a tener que seguir mandando más. Puestos a seguirme, podían haber contratado a un ruso de esos que en sus ratos libres se alquilan por horas como armarios empotrados, porque aunque no sean discretos al menos sí son duraderos y resistentes.
Pero no, utilizaban patatas fritas. Tras un rato meditando, llegué a la conclusión de que, si enviaban patatas fritas a seguirme, es que no podían permitirse mandar a nadie más... ¿y qué o quién es tan pobre como para sólo poder recurrir a una patata frita para emplearlo como espía? Me costó atar cabos, pero cuando dejé de pensar en términos económicos, y me di cuenta de que los verdaderos motivos podían ser culturales e idiomáticos, por fin lo descubrí.
¡Las patatas estaban mandando esbirros para que me tuviesen vigilada!
¿Y por qué iban a querer las patatas tenerme controlada? Mis pesquisas eran tanto más inquietantes cuanto más avanzaba en ellas. Comencé a encontrar patatas disidentes cuando comencé a tomar aros de cebolla en los burguers, recordé. Entonces...
¡No podía ser posible! ¿Estaban las patatas mandando espías a seguirme como represalia por haber empezado a tomar aros de cebolla? Vale que las patatas y las cebollas llevaban enemistadas desde hacía décadas, pero yo siempre había pensado que se limitaba a un problema entre ellas, que no incluía a nadie más... Bueno, quizá a los tomates, pero todos sabemos, gracias a las películas de sobremesa de los sábados en telecinco, que los triángulos amorosos nunca llevan a buen puerto. Y los tomates también debían haberlo sabido.
Cuando volví a mi hilo de razonamiento principal, mi descubrimiento me paralizó por unos instantes. ¡Que las patatas estaban resentidas conmigo! ¡Parecía una locura! Pero entonces, si habían comenzado a seguirme a mi por dejar de tomar patatas fritas... ¡eso quería decir que estaban siguiendo a un montón de gente! Pero, ¿con qué fin? ¿Por qué pretendían tener controladas a todas las personas que en vez de tomar patatas preferían cebollas o tomates?
Tan cerca del final de mis pesquisas, tuve que admitir que no tenía la menor idea de por qué lo hacían. No encontré ninguna explicación lógica a aquel comportamiento, hasta que un día en el supermercado encontré unos muñequitos hechos de pasta de patata. Y pensando en las posibilidades que ofrecía un hombrecillo hecho de patata, de pronto lo vi todo claro...
¡Las patatas se habían propuesto acabar conmigo y suplantarme por un muñeco de pasta de patata idéntico a mi!
Ahora entendía por qué gente que no soportaba las patatas, de pronto un día se volvía un apasionado de ellas. ¡Era porque lo habían quitado de en medio y habían puesto en su lugar a uno de los suyos! Aterrada por aquel descubrimiento, decidí volver a pedir patatas fritas cuando fuera al burguer king, y eliminar la cebolla y el tomate de mi dieta por completo. Automáticamente, dejaron de aparecer patatas disidentes en mi plato, y mi alivio ante ese hecho no pudo ser mayor.
Aunque claro, si algún día me encuentro un aro de cebolla disidente en mis patatas fritas, ya sí que no voy a saber lo que hacer...
Porque a mi me empezó a pasar cuando empecé a tomar aros de cebolla en vez de patatas... Pero es que además, a partir de ese momento, cada vez que compraba croquetas en la sección de congelados del supermercado, al abrir el paquete me encontraba una patata frita congelada.
Esto llegó a intrigarme tanto que empecé a preguntarme por qué siempre tenía que haber una patata disidente en todos los platos de fritos que tomaba... y caí en la cuenta de que quizá alguien las había enviado para que me siguiesen.
Pero, ¿quién enviaría una patata frita a seguirme?, me pregunté. Es descabellado, porque tarde o temprano me la voy a terminar comiendo, y van a tener que seguir mandando más. Puestos a seguirme, podían haber contratado a un ruso de esos que en sus ratos libres se alquilan por horas como armarios empotrados, porque aunque no sean discretos al menos sí son duraderos y resistentes.
Pero no, utilizaban patatas fritas. Tras un rato meditando, llegué a la conclusión de que, si enviaban patatas fritas a seguirme, es que no podían permitirse mandar a nadie más... ¿y qué o quién es tan pobre como para sólo poder recurrir a una patata frita para emplearlo como espía? Me costó atar cabos, pero cuando dejé de pensar en términos económicos, y me di cuenta de que los verdaderos motivos podían ser culturales e idiomáticos, por fin lo descubrí.
¡Las patatas estaban mandando esbirros para que me tuviesen vigilada!
¿Y por qué iban a querer las patatas tenerme controlada? Mis pesquisas eran tanto más inquietantes cuanto más avanzaba en ellas. Comencé a encontrar patatas disidentes cuando comencé a tomar aros de cebolla en los burguers, recordé. Entonces...
¡No podía ser posible! ¿Estaban las patatas mandando espías a seguirme como represalia por haber empezado a tomar aros de cebolla? Vale que las patatas y las cebollas llevaban enemistadas desde hacía décadas, pero yo siempre había pensado que se limitaba a un problema entre ellas, que no incluía a nadie más... Bueno, quizá a los tomates, pero todos sabemos, gracias a las películas de sobremesa de los sábados en telecinco, que los triángulos amorosos nunca llevan a buen puerto. Y los tomates también debían haberlo sabido.
Cuando volví a mi hilo de razonamiento principal, mi descubrimiento me paralizó por unos instantes. ¡Que las patatas estaban resentidas conmigo! ¡Parecía una locura! Pero entonces, si habían comenzado a seguirme a mi por dejar de tomar patatas fritas... ¡eso quería decir que estaban siguiendo a un montón de gente! Pero, ¿con qué fin? ¿Por qué pretendían tener controladas a todas las personas que en vez de tomar patatas preferían cebollas o tomates?
Tan cerca del final de mis pesquisas, tuve que admitir que no tenía la menor idea de por qué lo hacían. No encontré ninguna explicación lógica a aquel comportamiento, hasta que un día en el supermercado encontré unos muñequitos hechos de pasta de patata. Y pensando en las posibilidades que ofrecía un hombrecillo hecho de patata, de pronto lo vi todo claro...
¡Las patatas se habían propuesto acabar conmigo y suplantarme por un muñeco de pasta de patata idéntico a mi!
Ahora entendía por qué gente que no soportaba las patatas, de pronto un día se volvía un apasionado de ellas. ¡Era porque lo habían quitado de en medio y habían puesto en su lugar a uno de los suyos! Aterrada por aquel descubrimiento, decidí volver a pedir patatas fritas cuando fuera al burguer king, y eliminar la cebolla y el tomate de mi dieta por completo. Automáticamente, dejaron de aparecer patatas disidentes en mi plato, y mi alivio ante ese hecho no pudo ser mayor.
Aunque claro, si algún día me encuentro un aro de cebolla disidente en mis patatas fritas, ya sí que no voy a saber lo que hacer...
xDD
ResponderEliminarSe te va... mucho ^^
muy bueno
ResponderEliminar(y en parte real!)
Brillante :o
ResponderEliminarSe me fue hasta tal punto que aún la estoy buscando xDDDDD
ResponderEliminarGracias por los comments! :D
Pues te quedó genial. Suena a monologo del club de la comedia. Nunca has pensado presentarte o escribir alguno? :P
ResponderEliminarNi eres el primero ni serás el último que me diga eso XDDD Pero en primer lugar no sé a dónde presentarlo, y no creo que terminase de gustar... ^^U
ResponderEliminarPero gracias por la apreciación! :P
A las patatas fritas no les gusta que las dejes a un lado. Por fortuna, conmigo no se han enterado todavía. Mis aros de cebolla siguen teniendo solo aros de cebolla... Ahora, cuando hay tortilla de patatas, más les vale a patatas y cebollas llevarse bien. :P
ResponderEliminarComo monólogo, además, esto no tendría precio. =D Vale, tal vez habría que refinarlo para soltarlo delante del público, con frases algo más cortas, pero vamos, buen material de monólogo.