Hay un intenso debate sobre cuál fue el invento que ha marcado en mayor grado la evolución del ser humano. Los hay que piensan que el fuego fue el factor determinante. También un gran grupo defiende que la invención de la rueda marcó un antes y un después en la historia de la humanidad. O quien piensa que la invención que más influyó en el curso que la humanidad iba a tomar, y no necesariamente para bien, fue la pólvora. Hay grupos que no se remontan tan atrás en el tiempo, y en su lugar opinan que la especialización profesional y la cadena de montaje, desarrolladas en la edad media fueron determinantes para cambiar el rumbo de la historia.
Pero ninguno de esos descubrimientos afectó tanto a la evolución humana como el que yo propongo:
La cafeína.
Si, la cafeína. Esa pequeña amiga que nos encontramos en cada café, té, refresco de cola, o pastilla concentrada (con receta médica, eso sí) que nos tomemos. Esa compañera silenciosa de nuestras noches de insomnio, nuestros lunes con resaca, nuestros fines de semana en familia.
¿Y que por qué postulo esto? Pues ahora mismo lo vais a saber:
Sin cafeína, Einstein jamás habría podido mantenerse despierto mientras memorizaba todas esas fórmulas y postulados, y por lo tanto nunca habría podido llegar a razonar, entre otras muchas leyes y teorías físicas destacables, que solo había dos cosas infinitas: El universo y la estupidez humana.
¿Y qué habría sido de los grandes dramaturgos, científicos, guerreros y hombres de pro en general, sin la cafeína? Simplemente, sin un buen vaso de café que les despertase, no habrían sido capaces de permanecer despiertos el tiempo necesario para lograr sus tan nobles fines.
¿Puede uno imaginarse qué habría sido del Cid si doña Jimena no le hubiese preparado puntualmente, todos los días, una taza de café? Seguramente ahora España sería territorio musulmán (aunque, de hecho, creo que a día de hoy lo es, o al menos en mi barrio) y no tendríamos ese gran cantar de gesta con el que presumir ante otros países, que sólo pueden inventarse leyendas sobre espadas y bañistas desnudas (seguramente porque tomaban té en vez de café. El té tiene menor concentración de cafeína, y por lo tanto no despeja tanto la mente como para inventarse algo más original. ¿Lo veis? La cafeína otra vez)
Sin nuestra buena amiga la cafeína, los trabajadores no serían capaces de resistir con los ojos abiertos toda la jornada laboral, ni de bailar hasta partirse la espalda en las discotecas los fines de semana (ahí también juegan un papel importante los alucinógenos, pero eso se sale del tema que nos ocupa), ni de estudiar hasta la extenuación en época de exámenes... Observad que sin nuestra amiga la cafeína, jamás podríamos titularnos! (bueno, yo aún con cafeína sigo intentando lo último...)
Imaginaos cómo sería el mundo sin cafeína! Un mundo sin eminencias de la física, sin arte, sin ciencia, sin medicina, sin héroes, sin diversión, sin trabajadores cualificados, en el que no seríamos capaces de cumplir nuestros horarios laborales...
¡Qué diferente de como resulta ser con la cafeína entre nosotros!
¿Aún podéis negarme que ha sido el descubrimiento que más ha determinado el devenir del ser humano?
Pero ninguno de esos descubrimientos afectó tanto a la evolución humana como el que yo propongo:
La cafeína.
Si, la cafeína. Esa pequeña amiga que nos encontramos en cada café, té, refresco de cola, o pastilla concentrada (con receta médica, eso sí) que nos tomemos. Esa compañera silenciosa de nuestras noches de insomnio, nuestros lunes con resaca, nuestros fines de semana en familia.
¿Y que por qué postulo esto? Pues ahora mismo lo vais a saber:
Sin cafeína, Einstein jamás habría podido mantenerse despierto mientras memorizaba todas esas fórmulas y postulados, y por lo tanto nunca habría podido llegar a razonar, entre otras muchas leyes y teorías físicas destacables, que solo había dos cosas infinitas: El universo y la estupidez humana.
¿Y qué habría sido de los grandes dramaturgos, científicos, guerreros y hombres de pro en general, sin la cafeína? Simplemente, sin un buen vaso de café que les despertase, no habrían sido capaces de permanecer despiertos el tiempo necesario para lograr sus tan nobles fines.
¿Puede uno imaginarse qué habría sido del Cid si doña Jimena no le hubiese preparado puntualmente, todos los días, una taza de café? Seguramente ahora España sería territorio musulmán (aunque, de hecho, creo que a día de hoy lo es, o al menos en mi barrio) y no tendríamos ese gran cantar de gesta con el que presumir ante otros países, que sólo pueden inventarse leyendas sobre espadas y bañistas desnudas (seguramente porque tomaban té en vez de café. El té tiene menor concentración de cafeína, y por lo tanto no despeja tanto la mente como para inventarse algo más original. ¿Lo veis? La cafeína otra vez)
Sin nuestra buena amiga la cafeína, los trabajadores no serían capaces de resistir con los ojos abiertos toda la jornada laboral, ni de bailar hasta partirse la espalda en las discotecas los fines de semana (ahí también juegan un papel importante los alucinógenos, pero eso se sale del tema que nos ocupa), ni de estudiar hasta la extenuación en época de exámenes... Observad que sin nuestra amiga la cafeína, jamás podríamos titularnos! (bueno, yo aún con cafeína sigo intentando lo último...)
Imaginaos cómo sería el mundo sin cafeína! Un mundo sin eminencias de la física, sin arte, sin ciencia, sin medicina, sin héroes, sin diversión, sin trabajadores cualificados, en el que no seríamos capaces de cumplir nuestros horarios laborales...
¡Qué diferente de como resulta ser con la cafeína entre nosotros!
¿Aún podéis negarme que ha sido el descubrimiento que más ha determinado el devenir del ser humano?
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