Hoy, por variar, me voy a poner seria. O todo lo seria que puedo llegar a ser, vamos.
Estaba yo en la renfe esta mañana, yendo al trabajo, y rememoré la reunión que había tenido ayer por la tarde con unos amigos (bueno, en realidad aún no son amigos míos, pero espero que en un futuro próximo lleguen a serlo) para hablar sobre el proyecto que uno de ellos se trae entre manos y del que nos ha hecho colaboradores (y del que no sé si puedo decir algo, y por eso hablo de este modo tan vago, para que no os enteréis de nada). Al pensar en ello, me sentí bastante satisfecha, porque la cosa avanza a buen ritmo, y parece que vamos a cumplir los plazos que nos marcamos al empezar (lo cual es, además de bueno, extraño, porque un puñado de jóvenes cumple los plazos, y sin embargo no conozco una sola empresa en España que lo haga... va a ser porque no nos tienen a nosotros contratados).
Aquello me hizo pensar que me siento bastante bien desde que me junto con ese grupito de gente, porque son personas inquietas que le dan una salida productiva a su creatividad, y están siempre envueltos en algún proyecto, sea de la envergadura que sea (y siendo como son amateurs, la envergadura máxima no es demasiado grande. Pero bueno, eso cambiará pronto... *risa maléfica*). Lo que más me fascina de ellos es que "saben" cómo hacerlo, algo de lo que yo nunca he tenido ni idea.
Porque la verdad es que antes de conocerles no sabía lo que era "avanzar" en nada creativo. Desde bien pequeña empecé a tener inquietudes artísticas, y me consta que alguien más, aparte de mi familia, opinaba que tenía madera para más de una disciplina. Pero como nadie (¡muchas gracias mami!) se molestó en alentar esa creatividad, no supe qué hacer con todo lo que empezaba. Llegó un punto en el que me sentí tan frustrada por empezar tantas cosas pero no terminar ninguna, que simplemente aparté esa faceta de mi vida.
Y mira tú por donde que llega esta gente, despierta de nuevo las inquietudes que tenía aletargadas, y me da la motivación y las herramientas para llevar a cabo todo lo que llevo queriendo hacer desde hace años.
Me han servido de inspiración, de fuente de conocimiento, y de estímulo. Gracias a ellos he retomado aquello con lo que más disfruto, y lo mejor de todo es que veo resultados y voy mejorando a cada proyecto que abordo, que es lo más gratificante de todo.
Sin embargo, he notado que gente de mi entorno, que adolecía del mismo problema cuando era joven, al sentir la influencia de este nuevo grupo de gente, de sus inquietudes, su ambición, su creatividad, su determinación... no han respondido de la misma manera.
Además, dependiendo de la persona, la reacción era diferente: Desde el que lo intentaba pero tras dos semanas de trabajo tiraba la toalla, admitiendo (bastante antes de que fuera cierto, si es que llegaba a ser cierto en algún momento) que no pueden con ello, hasta el que, al ver a gente que no sólo comienza proyectos, sino que además los acaba, se ponía verde de envidia y se encerraba en sí mismo y en sus inacabados (durante años, además) proyectos, convencido de que él era mejor que todos los demás, y que no necesitaba su ayuda para triunfar.
¿Y por qué?, me pregunto. Si todas sus vidas han querido demostrar al mundo lo que valen, si sus sueños más profundos son triunfar haciendo aquello que más les gusta, si realmente, tal y como me llevan diciendo desde que me conocen, estaban en la misma situación que yo... ¿Por qué no reaccionaron ante esta oportunidad?
Ah, pero ahí es justo donde veo el problema. Cuando no lo podíamos llevar a cabo, estábamos seguros de que eramos buenísimos, de que si alguien nos diese la oportunidad, seríamos capaces de hacer grandes cosas. Era fácil hablar, por supuesto, cuando no había manera humana de conseguirlo. Pero ahora, con más años, y la ayuda de esa gente, la posibilidad es real...
Y automáticamente surge el miedo a hacerlo.
Porque si toda tu vida has estado convencido de que eras el mejor, pero nunca pudiste demostrarlo, y ahora te brindan la oportunidad... ¿Qué pasa si resulta que no eras tan bueno?
Creo que ese es el motivo por el que uno se tira años con un proyecto sin pasar nunca del mismo punto, y lo recomienza cada vez que la cosa parece que va en serio, o que alguien se fija en él y le da la oportunidad de llevarlo a cabo, dándole los medios. Porque en cuanto la cosa pinta seria, se caga de miedo.
Y da igual que se enmascare como prepotencia, como orgullo, o como una mierda pinchada en un palo. Porque a fin de cuentas no es más que miedo a que, después de tantos años diciendo que eras un genio, resultes ser un paria.
Estaba yo en la renfe esta mañana, yendo al trabajo, y rememoré la reunión que había tenido ayer por la tarde con unos amigos (bueno, en realidad aún no son amigos míos, pero espero que en un futuro próximo lleguen a serlo) para hablar sobre el proyecto que uno de ellos se trae entre manos y del que nos ha hecho colaboradores (y del que no sé si puedo decir algo, y por eso hablo de este modo tan vago, para que no os enteréis de nada). Al pensar en ello, me sentí bastante satisfecha, porque la cosa avanza a buen ritmo, y parece que vamos a cumplir los plazos que nos marcamos al empezar (lo cual es, además de bueno, extraño, porque un puñado de jóvenes cumple los plazos, y sin embargo no conozco una sola empresa en España que lo haga... va a ser porque no nos tienen a nosotros contratados).
Aquello me hizo pensar que me siento bastante bien desde que me junto con ese grupito de gente, porque son personas inquietas que le dan una salida productiva a su creatividad, y están siempre envueltos en algún proyecto, sea de la envergadura que sea (y siendo como son amateurs, la envergadura máxima no es demasiado grande. Pero bueno, eso cambiará pronto... *risa maléfica*). Lo que más me fascina de ellos es que "saben" cómo hacerlo, algo de lo que yo nunca he tenido ni idea.
Porque la verdad es que antes de conocerles no sabía lo que era "avanzar" en nada creativo. Desde bien pequeña empecé a tener inquietudes artísticas, y me consta que alguien más, aparte de mi familia, opinaba que tenía madera para más de una disciplina. Pero como nadie (¡muchas gracias mami!) se molestó en alentar esa creatividad, no supe qué hacer con todo lo que empezaba. Llegó un punto en el que me sentí tan frustrada por empezar tantas cosas pero no terminar ninguna, que simplemente aparté esa faceta de mi vida.
Y mira tú por donde que llega esta gente, despierta de nuevo las inquietudes que tenía aletargadas, y me da la motivación y las herramientas para llevar a cabo todo lo que llevo queriendo hacer desde hace años.
Me han servido de inspiración, de fuente de conocimiento, y de estímulo. Gracias a ellos he retomado aquello con lo que más disfruto, y lo mejor de todo es que veo resultados y voy mejorando a cada proyecto que abordo, que es lo más gratificante de todo.
Sin embargo, he notado que gente de mi entorno, que adolecía del mismo problema cuando era joven, al sentir la influencia de este nuevo grupo de gente, de sus inquietudes, su ambición, su creatividad, su determinación... no han respondido de la misma manera.
Además, dependiendo de la persona, la reacción era diferente: Desde el que lo intentaba pero tras dos semanas de trabajo tiraba la toalla, admitiendo (bastante antes de que fuera cierto, si es que llegaba a ser cierto en algún momento) que no pueden con ello, hasta el que, al ver a gente que no sólo comienza proyectos, sino que además los acaba, se ponía verde de envidia y se encerraba en sí mismo y en sus inacabados (durante años, además) proyectos, convencido de que él era mejor que todos los demás, y que no necesitaba su ayuda para triunfar.
¿Y por qué?, me pregunto. Si todas sus vidas han querido demostrar al mundo lo que valen, si sus sueños más profundos son triunfar haciendo aquello que más les gusta, si realmente, tal y como me llevan diciendo desde que me conocen, estaban en la misma situación que yo... ¿Por qué no reaccionaron ante esta oportunidad?
Ah, pero ahí es justo donde veo el problema. Cuando no lo podíamos llevar a cabo, estábamos seguros de que eramos buenísimos, de que si alguien nos diese la oportunidad, seríamos capaces de hacer grandes cosas. Era fácil hablar, por supuesto, cuando no había manera humana de conseguirlo. Pero ahora, con más años, y la ayuda de esa gente, la posibilidad es real...
Y automáticamente surge el miedo a hacerlo.
Porque si toda tu vida has estado convencido de que eras el mejor, pero nunca pudiste demostrarlo, y ahora te brindan la oportunidad... ¿Qué pasa si resulta que no eras tan bueno?
Creo que ese es el motivo por el que uno se tira años con un proyecto sin pasar nunca del mismo punto, y lo recomienza cada vez que la cosa parece que va en serio, o que alguien se fija en él y le da la oportunidad de llevarlo a cabo, dándole los medios. Porque en cuanto la cosa pinta seria, se caga de miedo.
Y da igual que se enmascare como prepotencia, como orgullo, o como una mierda pinchada en un palo. Porque a fin de cuentas no es más que miedo a que, después de tantos años diciendo que eras un genio, resultes ser un paria.
Que gran verdad!!
ResponderEliminarDecir que uno es el mejor es fácil (Lo sé porque yo no dejo de decirlo) demostrarlo no lo es tanto (Lo sé porque no dejo de evitarlo :-P)
Pero, eso sí, es tan divertido (medio) creerse el mejor...
Buen blog!
Es que la saliva es gratis, y hay cantidad de ella... XDDDD
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