Ya es oficial: Soy la mujer invisible.
Este jueves por la tarde, totalmente mentalizada, me planté en un Marco Aldani - ¡a Dios pongo por testigo que jamás volveré a pisar una peluquería de barrio! - y, con la melena de Jennefer de Bengerberg en mente, le dije a la peluquera: "Quiero teñirme el pelo de negro con reflejos morados".
La peluquera me puso una bata, me sentó en una butaca, y comenzó a pasar de mi de tal manera que me hizo dudar de si realmente estaba allí sentada, o aún seguía en mi habitación.
Tras tres cuartos de hora de espera, con solo una pila de Telvas para amenizarlos - lo cual no es bueno, por cierto - uno de los peluqueros acerca un carrito a mi silla, y comienza a cepillarme como si fuese su peor enemiga, mientras comenta que traigo el pelo totalmente virgen, y yo asiento pensando que sí, que al menos mi pelo sigue siéndolo...
A veces pienso que los peluqueros son gente resentida con la sociedad, personas a las que su entorno, en un momento dado de sus vidas, les hizo mucho daño, y que decidieron meterse a peluqueros para poder devolverle al mundo el daño que le había hecho, multiplicado por cuatro. Por ejemplo, cepillando sin ningún tipo de consideración la melena rizada de las pobres víctimas que acudan a teñirse el pelo.
Cuando el peluquero lo vio oportuno, es decir, cuando empecé a parecerme más al león de la Metro que a un ser humano, cogió del carrito una palangana con un potingue que me empezó a embadurnar en el pelo a brochazos. Eso sí, con mucho arte y sin derramar una sola gota, que ya es más decir de la que me rizó el pelo hace un mes. Luego me llevó a las butacas donde están los lavapelos esos raros, me terminó de embadurnar el pelo, y ahí me dejó una media hora.
He de decir que tener el pelo embadurnado de un potingue aromático, con la cabeza apoyada en una pila, es bastante más llevadero que aguantar con tu cuello el peso de unos quinientos bigudís mientras te tuestan las orejas con la secadora. Así que no se me hizo tan largo.
Tras lavarme el pelo, peinarme, echarme espuma y secarme el pelo lo justo para que se rizase con cierto volumen, contemplé extasiada mi reflejo enmarcado por unas ondas negras como la noche, que si bien no tenían reflejos morados (cosa que ahora, cuatro días y dos lavados después, comienzan a tener), eran la cosa más bonita que había visto alrededor de mi cara desde hacía mucho tiempo.
Así que salí realmente orgullosa de la peluquería, con mi recién teñida melena al viento, y tanto mi novio como uno de mis compañeros de piso coincidieron en que me quedaba muy bien.
Aquí tengo que hacer un inciso. Realmente no me queda del todo bien. En mi opinión, me da un aire Miercolesco de lo más siniestro. Salvo cuando sonrío de oreja a oreja. Cosa que normalmente no hago.
Pero era exactamente eso lo que quería cuando entré en la peluquería.
Y ahora empieza lo bonito. Porque al comentarle a mi otro compañero de piso si le gusta lo que me he hecho en el pelo, me pregunta qué es lo que me he hecho. Desconcertada, le digo que me lo he teñido de negro, y me responde: "¿Pero tú no tienes el pelo negro?"
Y no, no fue porque él no se fijase. De todas las personas a las que se lo pregunté, todas ellas relativamente cercanas, y una de ellas familiar directo, unas siete dijeron lo mismo que él, dos me preguntaron si me había rizado el pelo (yo les mato), y dos, a las cuales había avisado de que me había hecho "algo" en el pelo, y no eran ese familiar del que hablo antes, acertaron con que me lo había teñido.
Y hoy he llegado al trabajo, y no estando dispuesta a pasar por el "¿pero no lo tenías así el jueves?" de la última vez, he optado por dejar que se diesen cuenta ellos.
Cosa que no han hecho.
Este jueves por la tarde, totalmente mentalizada, me planté en un Marco Aldani - ¡a Dios pongo por testigo que jamás volveré a pisar una peluquería de barrio! - y, con la melena de Jennefer de Bengerberg en mente, le dije a la peluquera: "Quiero teñirme el pelo de negro con reflejos morados".
La peluquera me puso una bata, me sentó en una butaca, y comenzó a pasar de mi de tal manera que me hizo dudar de si realmente estaba allí sentada, o aún seguía en mi habitación.
Tras tres cuartos de hora de espera, con solo una pila de Telvas para amenizarlos - lo cual no es bueno, por cierto - uno de los peluqueros acerca un carrito a mi silla, y comienza a cepillarme como si fuese su peor enemiga, mientras comenta que traigo el pelo totalmente virgen, y yo asiento pensando que sí, que al menos mi pelo sigue siéndolo...
A veces pienso que los peluqueros son gente resentida con la sociedad, personas a las que su entorno, en un momento dado de sus vidas, les hizo mucho daño, y que decidieron meterse a peluqueros para poder devolverle al mundo el daño que le había hecho, multiplicado por cuatro. Por ejemplo, cepillando sin ningún tipo de consideración la melena rizada de las pobres víctimas que acudan a teñirse el pelo.
Cuando el peluquero lo vio oportuno, es decir, cuando empecé a parecerme más al león de la Metro que a un ser humano, cogió del carrito una palangana con un potingue que me empezó a embadurnar en el pelo a brochazos. Eso sí, con mucho arte y sin derramar una sola gota, que ya es más decir de la que me rizó el pelo hace un mes. Luego me llevó a las butacas donde están los lavapelos esos raros, me terminó de embadurnar el pelo, y ahí me dejó una media hora.
He de decir que tener el pelo embadurnado de un potingue aromático, con la cabeza apoyada en una pila, es bastante más llevadero que aguantar con tu cuello el peso de unos quinientos bigudís mientras te tuestan las orejas con la secadora. Así que no se me hizo tan largo.
Tras lavarme el pelo, peinarme, echarme espuma y secarme el pelo lo justo para que se rizase con cierto volumen, contemplé extasiada mi reflejo enmarcado por unas ondas negras como la noche, que si bien no tenían reflejos morados (cosa que ahora, cuatro días y dos lavados después, comienzan a tener), eran la cosa más bonita que había visto alrededor de mi cara desde hacía mucho tiempo.
Así que salí realmente orgullosa de la peluquería, con mi recién teñida melena al viento, y tanto mi novio como uno de mis compañeros de piso coincidieron en que me quedaba muy bien.
Aquí tengo que hacer un inciso. Realmente no me queda del todo bien. En mi opinión, me da un aire Miercolesco de lo más siniestro. Salvo cuando sonrío de oreja a oreja. Cosa que normalmente no hago.
Pero era exactamente eso lo que quería cuando entré en la peluquería.
Y ahora empieza lo bonito. Porque al comentarle a mi otro compañero de piso si le gusta lo que me he hecho en el pelo, me pregunta qué es lo que me he hecho. Desconcertada, le digo que me lo he teñido de negro, y me responde: "¿Pero tú no tienes el pelo negro?"
Y no, no fue porque él no se fijase. De todas las personas a las que se lo pregunté, todas ellas relativamente cercanas, y una de ellas familiar directo, unas siete dijeron lo mismo que él, dos me preguntaron si me había rizado el pelo (yo les mato), y dos, a las cuales había avisado de que me había hecho "algo" en el pelo, y no eran ese familiar del que hablo antes, acertaron con que me lo había teñido.
Y hoy he llegado al trabajo, y no estando dispuesta a pasar por el "¿pero no lo tenías así el jueves?" de la última vez, he optado por dejar que se diesen cuenta ellos.
Cosa que no han hecho.
XDD Te comprendo, hoy en el trabajo solo 4 personas de una oficina de 60 han hecho algun comentario sobre mi corte de pelo... al menos han sido comentarios agradables ^^UUU
ResponderEliminarPues claro, porque estás muy mona con ese corte ^^
ResponderEliminarEstaría bueno que encima de que nadie se de cuenta, para uno que se pispa te dijese que te queda mal XDDD
esto... ¿has notado algún patrón en las personas que no se habían dado cuenta de que te habías cambiado el pelo?... por ejemplo, que sean hombres, o que estén ciegos (aunque en cuanto a estilismo, viene a ser parecido :-)))))
ResponderEliminarUhm... ahora que lo dices... Ehm... Esto... No creo.
ResponderEliminarPorque todos mis amigos son chicos, salvo una chica, que es la que se ha dado cuenta. Hasta ahí si que hay un patrón. Pero en el trabajo practicamente todo el departamento es de mujeres (a no ser que el ser una mujer informática influya en algo a la visión), y nadie se ha fijado ._. Para mi que son daltónicos o algo.
o que son unas malas pécoras envidiosas que no sueltan un piropo así las maten... que de esas las hay xD
ResponderEliminarNo creo yo que sea eso, pero quién sabe ._. Los caminos de la Luz son misteriosos...
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