Como tantos otros días, no he oído el despertador del móvil la primera vez que ha sonado, y cuando me ha despertado al sonar quince minutos después, me he encontrado espatarrada en la cama, con un brazo estirado hacia mi escritorio, y el móvil en la mano. Son extrañas las posturas en las que me sorprendo a veces por las mañanas; cualquier día abriré los ojos y estaré haciendo el pino sobre la cama.
Miro el reloj; hora de irse levantando.
Pero hoy no toca levantarse pronto, hoy toca descansar un poquito más.
Me giro, y me hago una bolita junto a él, que está durmiendo a mi lado. En sueños, él nota que no estoy tapada, echa la manta sobre mi cuerpo, y me abraza. Pego mi cara a la suya, tanto que nuestras frentes se tocan y puedo acariciar sus mejillas con mi nariz, y cierro los ojos. Noto el calor de su cuerpo, y me dejo envolver por él como si de otra manta se tratase. El aroma de su cuerpo, mezclado con su colonia y su desodorante, despierta agradables recuerdos en mi adormilado cerebro.
No quiero que suene el despertador, que me obligará a levantarme, a alejarme de su cuerpo, de su calor. No quiero tener que moverme, quiero cerrar los ojos y disfrutar del momento hasta hartarme, o hasta que él abra los ojos y me pregunte si no tenía que ir al trabajo, y yo le responda con sonrisa pícara que sí, pero que cosas más importantes, como por ejemplo abrazarle, requerían mi presencia.
Por tercera vez, suena la alarma. La obligación puede a la devoción, y me giro de nuevo, alejándome de él, pero con mis piernas aún pegadas a las suyas. Él duerme, relajado, con una bonita sonrisa dibujada en sus labios. Sonrío yo también. No me cuesta nada memorizar su gesto para que me acompañe durante todo el día, y me haga sonreír como lo está haciendo él.
Me incorporo, y él se revuelve en sueños. Le susurro si quiere seguir durmiendo o levantarse, y de nuevo en sueños él se da la vuelta y se acurruca bajo la manta. Entiendo que quiere seguir durmiendo, así que antes de irme le dejo la llave de la casa, junto a un beso escrito en un post-it, sobre mi escritorio.
Dulces sueños, mi niño.
Miro el reloj; hora de irse levantando.
Pero hoy no toca levantarse pronto, hoy toca descansar un poquito más.
Me giro, y me hago una bolita junto a él, que está durmiendo a mi lado. En sueños, él nota que no estoy tapada, echa la manta sobre mi cuerpo, y me abraza. Pego mi cara a la suya, tanto que nuestras frentes se tocan y puedo acariciar sus mejillas con mi nariz, y cierro los ojos. Noto el calor de su cuerpo, y me dejo envolver por él como si de otra manta se tratase. El aroma de su cuerpo, mezclado con su colonia y su desodorante, despierta agradables recuerdos en mi adormilado cerebro.
No quiero que suene el despertador, que me obligará a levantarme, a alejarme de su cuerpo, de su calor. No quiero tener que moverme, quiero cerrar los ojos y disfrutar del momento hasta hartarme, o hasta que él abra los ojos y me pregunte si no tenía que ir al trabajo, y yo le responda con sonrisa pícara que sí, pero que cosas más importantes, como por ejemplo abrazarle, requerían mi presencia.
Por tercera vez, suena la alarma. La obligación puede a la devoción, y me giro de nuevo, alejándome de él, pero con mis piernas aún pegadas a las suyas. Él duerme, relajado, con una bonita sonrisa dibujada en sus labios. Sonrío yo también. No me cuesta nada memorizar su gesto para que me acompañe durante todo el día, y me haga sonreír como lo está haciendo él.
Me incorporo, y él se revuelve en sueños. Le susurro si quiere seguir durmiendo o levantarse, y de nuevo en sueños él se da la vuelta y se acurruca bajo la manta. Entiendo que quiere seguir durmiendo, así que antes de irme le dejo la llave de la casa, junto a un beso escrito en un post-it, sobre mi escritorio.
Dulces sueños, mi niño.
http://www.videosdemusica.org/video-musical-amaral-en-un-solo-segundo/
ResponderEliminarEl video no vale nada, solo escucha la cancion y lee la letra... ;-)
Qué letra mas potita >w<
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