Dicen que cuando se odia algo que no se conoce, ese odio ha surgido de la ignorancia y el miedo a lo desconocido...
Bien, entonces puedo asegurar que lo mío con los ordenadores es ODIO al 100%
Iba yo esta mañana tan feliz y campechana (sí, un lunes por la mañana. Me he metido tanto café en el cuerpo en mi vida que me pasa como a Obelix: Su efecto ya es permanente en mi) hacia el trabajo, llegando media hora tarde, y al salir del metro pensé que sería una buena idea, dado que mi cuenta corriente estaba empezando a temblar, comprar el abono transportes del mes siguiente hoy, no fuera a ser que me gastase el dinero en otra cosa durante esta semana. Como había cola en la taquilla, me acerqué a una de esas maquinitas expendedoras de las nuevas, de las que sólo aceptan tarjeta, e inocentemente introduje mi tarjeta de crédito y mi cupón de abono transportes.
Y cual fue mi sorpresa cuando veo que cae el recibo, pero no el billetito del mes siguiente.
Gracias a Dios, logré captar la atención del empleado del metro unos dos segundos antes de que una clase entera de preadolescentes, ninguno de ellos con abono transportes, entrase en el metro. El operario, todo simpatía, comprobó que la máquina estaba, efectivamente, averiada - aunque yo no le veo mucho mérito... ya se lo había dicho yo hacía un momento -, y tras volver al mostrador comenzó a hacer las llamadas pertinentes... mientras atendía a unos quince adolescentes hiperhormonados, a dos señoras mayores, a tres inmigrantes y al señor de la limpieza.
Qué pasa, que había una convención de Todos los Madrileños que no Usan Abono Transportes justo el único día que llego tarde al trabajo???
Al pobre operario le redireccionaron a tres números diferentes, y al final, tras pedirme la facturita del abono, la tarjeta de crédito, mi dni, mi grupo sanguineo y una muestra de orina, los señores con los que estaba hablando consintieron en devolverme el dinero a la cuenta corriente en "de dos a cuatro días".
¿Cómo que de dos a cuatro días? ¿He tardado yo cuatro días en pagar el abono? No, yo lo he pagado en el acto. Entonces, ¿por qué tengo que esperar cuatro putos días a que me devuelvan mi dinero? Vale que así cumplo el objetivo de no tocar el dinero del abono en todo el mes, ¿pero no habría sido más fácil darme un puñetero cupón mensual, digo yo, en vez de tenerme esperando veinte minutos frente a la taquilla con cara de lerda?
El operario, todo corazón, me dijo que si veo que pasan los cuatro días y no tengo el dinero me queje, pero que como al mes aún le queda una semana para acabar, que tampoco me encisque mucho. Claro, yo no me suelo enciscar cuando un puñado de cafres me roba el dinero que tanto me cuesta conservar hasta fin de mes para que me lo roben los del consorcio de transportes.
Sólo me altero ligeramente.
Coño.
Total, que he llegado unos cincuenta minutos tarde hoy al curro - que siempre compenso, porque nunca me tomo la hora de la comida - con un bonito justificante en el que pone que, efectivamente, se me debe la suma de 60,60 euros, y que se me ingresará en la cuenta en breve. Y con diez mil cien pesetas de menos en la cuenta bancaria, y ningún abono transportes de Junio, por cierto.
Y todo porque el bonito ordenador de la puñetera máquina decidió acabar con su mísera existencia unos cinco segundos antes de que yo metiese mi cupón de abono transportes en la ranura.
Dios, a veces juro que mataría a todos los ordenadores. Si tan solo pudiesen morir...
Bien, entonces puedo asegurar que lo mío con los ordenadores es ODIO al 100%
Iba yo esta mañana tan feliz y campechana (sí, un lunes por la mañana. Me he metido tanto café en el cuerpo en mi vida que me pasa como a Obelix: Su efecto ya es permanente en mi) hacia el trabajo, llegando media hora tarde, y al salir del metro pensé que sería una buena idea, dado que mi cuenta corriente estaba empezando a temblar, comprar el abono transportes del mes siguiente hoy, no fuera a ser que me gastase el dinero en otra cosa durante esta semana. Como había cola en la taquilla, me acerqué a una de esas maquinitas expendedoras de las nuevas, de las que sólo aceptan tarjeta, e inocentemente introduje mi tarjeta de crédito y mi cupón de abono transportes.
Y cual fue mi sorpresa cuando veo que cae el recibo, pero no el billetito del mes siguiente.
Gracias a Dios, logré captar la atención del empleado del metro unos dos segundos antes de que una clase entera de preadolescentes, ninguno de ellos con abono transportes, entrase en el metro. El operario, todo simpatía, comprobó que la máquina estaba, efectivamente, averiada - aunque yo no le veo mucho mérito... ya se lo había dicho yo hacía un momento -, y tras volver al mostrador comenzó a hacer las llamadas pertinentes... mientras atendía a unos quince adolescentes hiperhormonados, a dos señoras mayores, a tres inmigrantes y al señor de la limpieza.
Qué pasa, que había una convención de Todos los Madrileños que no Usan Abono Transportes justo el único día que llego tarde al trabajo???
Al pobre operario le redireccionaron a tres números diferentes, y al final, tras pedirme la facturita del abono, la tarjeta de crédito, mi dni, mi grupo sanguineo y una muestra de orina, los señores con los que estaba hablando consintieron en devolverme el dinero a la cuenta corriente en "de dos a cuatro días".
¿Cómo que de dos a cuatro días? ¿He tardado yo cuatro días en pagar el abono? No, yo lo he pagado en el acto. Entonces, ¿por qué tengo que esperar cuatro putos días a que me devuelvan mi dinero? Vale que así cumplo el objetivo de no tocar el dinero del abono en todo el mes, ¿pero no habría sido más fácil darme un puñetero cupón mensual, digo yo, en vez de tenerme esperando veinte minutos frente a la taquilla con cara de lerda?
El operario, todo corazón, me dijo que si veo que pasan los cuatro días y no tengo el dinero me queje, pero que como al mes aún le queda una semana para acabar, que tampoco me encisque mucho. Claro, yo no me suelo enciscar cuando un puñado de cafres me roba el dinero que tanto me cuesta conservar hasta fin de mes para que me lo roben los del consorcio de transportes.
Sólo me altero ligeramente.
Coño.
Total, que he llegado unos cincuenta minutos tarde hoy al curro - que siempre compenso, porque nunca me tomo la hora de la comida - con un bonito justificante en el que pone que, efectivamente, se me debe la suma de 60,60 euros, y que se me ingresará en la cuenta en breve. Y con diez mil cien pesetas de menos en la cuenta bancaria, y ningún abono transportes de Junio, por cierto.
Y todo porque el bonito ordenador de la puñetera máquina decidió acabar con su mísera existencia unos cinco segundos antes de que yo metiese mi cupón de abono transportes en la ranura.
Dios, a veces juro que mataría a todos los ordenadores. Si tan solo pudiesen morir...
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