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¿Y qué seré mañana...?

Hoy decido ser una paladina humana entregada al servicio de los demás: Con mi espada y mi escudo abato a los ejércitos invadores a miríadas, mi valor no tiene límite, mi pericia tampoco. Hoy me infiltro, junto con un pequeño grupo de elegidos de élite, en la fortaleza enemiga, para destruir su polvorín, explotar sus despensas, y abrir las puertas de sus murallas para nuestras tropas. Mi espada es afilada, mis pasos sigilosos, mis movimientos rápidos como los de un gato. Lucho por lo que mis padres murieron defendiendo, lucho por que el mundo en el que mis hijos vivan sea mejor que éste en el que yo vivo, que gracias a la lucha de mis padres es mejor que el que tuvieron que sufrir ellos.

Ayer fui una sacerdotisa. Entregada a la sabiduría, la meditación y la magia curativa, vi la sede de mi Orden, junto con un gran número de mis compañeros y amigos, caer derribada bajo el ataque de infames bestias voladoras, que escupían un fuego que derretía la misma piedra. Vago errante, advirtiendo a los monjes que encuentro por los caminos que se cuiden mucho de revelar su identidad, porque alguien les quiere muertos. Mientras tanto, oculto la mía propia viajando de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, sin permanecer mucho tiempo en un mismo sitio, intentando averiguar quién es ese alguien, y vengar la muerte de los míos.

Ayer fui una elfa, una sacerdotisa oscura. Ebria del poder de la magia oscura, la controlo con tal pericia que no tengo nada que envidiar a un brujo consumado. Mi mente, corrupta por la magia de la que tanto uso hago, me va pervirtiendo poco a poco, hundiéndome en las tinieblas de donde saco mi poder. La magia oscura es tentadora, pero es el único arma efectiva cuando se trata de sobrevivir, y para una joven elfa solitaria sobrevivir no es algo fácil. Soy una viajera errante, en busca de un amor imposible, que dicen murió hace años, pero yo sé que sigue vivo, en algún lugar del mundo, y esperándome. No quiero defraudar a mi amado, y poco a poco dreno todo pensamiento racional de mi cerebro, hasta que sólo me queda una cosa por la que seguir adelante: Encontrarle.


¿Y qué seré mañana? No lo sé, la verdad. Tanto tiempo en el transporte público, yendo de aquí para allá, realmente da mucho de sí cuando se trata de usar la imaginación.

Y hay tantos mundos que explorar, tantas vidas que vivir, tantos monstruos que matar, tiranos que derrocar, imperios que salvar...
Sería una pena malgastar el tiempo simplemente mirando por la ventana del tren, cuando hay cosas mucho más interesantes que requieren de mi atención.

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