Hay noches en las que sólo me alimento. Esas noches, la inmensa mayoría, busco a algún drogadicto o prostituta solitarios, alguien olvidado no solo de la mano de Dios sino del resto de los hombres, y les ataco sin más. Ni siquiera les mato, sólo me sacio y me voy. La mayoría de las veces no me ven venir, y en un número de ocasiones no menos numeroso tampoco se dan cuenta cuando me voy. Los colgados lo atribuyen a una alucinación provocada por la droga, y las prostitutas lo achacan a la depravación de sus clientes. Realmente es muy práctico.
En una ocasión una puta polaca, lo bastante sobria como para darse cuenta de lo que le acababa de hacer, intentó que le pagara... cosa que hice con gusto, no os creáis. Me ofreció un servicio, ¿no? Era justo que pagara por ello. No soy un monstruo tan depravado como para pagarla y luego acecharla durante el resto de la noche hasta que se aleja de su chulo lo suficiente como para acorralarla, dejarla sin una sola gota de sangre en el cuerpo, y recuperar mi dinero.
Oh, espera. Quizá sí lo soy...
Otras noches... otras noches me apetece divertirme. Tal y como está el mundo hoy en día, a nadie le extraña que un hombre "inclinado a la vida nocturna" desaparezca sin dejar rastro una noche y aparezca muerto una semana después. La gente asiente con pena ante la noticia de una adolescente algo ligera de cascos que aparece desangrada en un vertedero tras haber salido un viernes con sus amigos y no haber vuelto a casa en todo el fin de semana. Saben que ese tipo de personas va buscándose ese final, y no les extraña en lo más mínimo cuando sucede.
Nadie se imagina ni remotamente que yo ando detrás.
Ayer me sentía especialmente locuaz. Normalmente no hablo con la comida, me limito a disfrutar mientras grita y se debate intentando huir, o cuando se queda paralizada al darse cuenta de que no hay manera de salvarse. Pero la muñequita de ayer no paraba de hablar, así que hice una excepción.
Cuando me acerqué a ella ni pensó que pretendía hacerle daño. Es lo que sucede cuando se acerca a ti una mujer bajita y sonriente: que no te esperas que pueda hacerte nada malo.
Y la verdad es que tardó en empezar a creerlo, la pobre. No creo que tuviese muchas luces, la verdad; la mayoría de la gente comienza a pensar que algo va mal cuando le empujas contra la pared y le cortas el paso por cualquier dirección. Pero por la cara que puso ella, para mí que creyó que estaba jugando.
Y muy desencaminada no iba.
Es lo malo de los niños de papá: no se creen que pueda pasarles nada malo. Esto no me está sucediendo a mí, mis padres no lo permitirán, tú no sabes quién soy yo, te va a caer un palo del copón si te atreves a tocarme un solo pelo... Actúan de esa manera durante un tiempo, más o menos hasta que tengo que partirles las piernas para que se estén quietos, porque con la cara tan amoratada ya ni ven hacia dónde corren.
Y casi es peor cuando comienzan a preguntar qué quiero a cambio de dejarles ir. Lloran desesperados, jugando su última baza. Me suplican de la manera más patética, tirados en el suelo, sabiendo perfectamente que no podrán salir con vida hagan lo que hagan, pero intentándolo igualmente.
Que si les dejo en paz tendré todo lo que desee, dicen...
Mala suerte, porque deseo tu sangre.
Cuando ya lloraba como Dios manda y pensé que iba a parar de intentar comprar su vida con el dinero de sus padres, siguió balbuciendo estupideces sin sentido. Estuve tentada de arrancarle la lengua, porque ya me estaba empezando a hartar. Pero entre los sollozos y los balbuceos, logré entender algo realmente divertido. Algo así como que por qué a ella, que ella no había hecho nada, que ella era una buena persona.
Ay Dios, casi me da un ataque de risa.
¿Buena persona? La cogí del pelo y le levanté la cabeza para que me viera la cara mientras le hablaba, no se fuera a perder alguna palabra. Sí claro, muy buena persona. Una buena persona que fuma al día dos paquetes de tabaco fabricado en las grandes extensiones de jungla deforestada del Amazonas. Una buena persona que compra ropa de marca fabricada por menores de edad esclavizados en fábricas textiles de medio mundo. Una buena persona que lleva sobre su conciencia la muerte de dos futuras personas, y de seguramente más si le dan la ocasión. Una buena persona que ha contagiado sin saberlo la hepatitis B a aproximadamente media ciudad. Una buena persona que difama a sus amigas, miente a sus amigos, y roba en todas las tiendas en las que puede apropiarse de algo sin pagarlo.
Sí, una buena persona. Una buena persona que merece morir, y que va a morir esta noche.
Bonita, porque en el mundo hay buenas personas como tú, es por lo que yo existo.
En una ocasión una puta polaca, lo bastante sobria como para darse cuenta de lo que le acababa de hacer, intentó que le pagara... cosa que hice con gusto, no os creáis. Me ofreció un servicio, ¿no? Era justo que pagara por ello. No soy un monstruo tan depravado como para pagarla y luego acecharla durante el resto de la noche hasta que se aleja de su chulo lo suficiente como para acorralarla, dejarla sin una sola gota de sangre en el cuerpo, y recuperar mi dinero.
Oh, espera. Quizá sí lo soy...
Otras noches... otras noches me apetece divertirme. Tal y como está el mundo hoy en día, a nadie le extraña que un hombre "inclinado a la vida nocturna" desaparezca sin dejar rastro una noche y aparezca muerto una semana después. La gente asiente con pena ante la noticia de una adolescente algo ligera de cascos que aparece desangrada en un vertedero tras haber salido un viernes con sus amigos y no haber vuelto a casa en todo el fin de semana. Saben que ese tipo de personas va buscándose ese final, y no les extraña en lo más mínimo cuando sucede.
Nadie se imagina ni remotamente que yo ando detrás.
Ayer me sentía especialmente locuaz. Normalmente no hablo con la comida, me limito a disfrutar mientras grita y se debate intentando huir, o cuando se queda paralizada al darse cuenta de que no hay manera de salvarse. Pero la muñequita de ayer no paraba de hablar, así que hice una excepción.
Cuando me acerqué a ella ni pensó que pretendía hacerle daño. Es lo que sucede cuando se acerca a ti una mujer bajita y sonriente: que no te esperas que pueda hacerte nada malo.
Y la verdad es que tardó en empezar a creerlo, la pobre. No creo que tuviese muchas luces, la verdad; la mayoría de la gente comienza a pensar que algo va mal cuando le empujas contra la pared y le cortas el paso por cualquier dirección. Pero por la cara que puso ella, para mí que creyó que estaba jugando.
Y muy desencaminada no iba.
Es lo malo de los niños de papá: no se creen que pueda pasarles nada malo. Esto no me está sucediendo a mí, mis padres no lo permitirán, tú no sabes quién soy yo, te va a caer un palo del copón si te atreves a tocarme un solo pelo... Actúan de esa manera durante un tiempo, más o menos hasta que tengo que partirles las piernas para que se estén quietos, porque con la cara tan amoratada ya ni ven hacia dónde corren.
Y casi es peor cuando comienzan a preguntar qué quiero a cambio de dejarles ir. Lloran desesperados, jugando su última baza. Me suplican de la manera más patética, tirados en el suelo, sabiendo perfectamente que no podrán salir con vida hagan lo que hagan, pero intentándolo igualmente.
Que si les dejo en paz tendré todo lo que desee, dicen...
Mala suerte, porque deseo tu sangre.
Cuando ya lloraba como Dios manda y pensé que iba a parar de intentar comprar su vida con el dinero de sus padres, siguió balbuciendo estupideces sin sentido. Estuve tentada de arrancarle la lengua, porque ya me estaba empezando a hartar. Pero entre los sollozos y los balbuceos, logré entender algo realmente divertido. Algo así como que por qué a ella, que ella no había hecho nada, que ella era una buena persona.
Ay Dios, casi me da un ataque de risa.
¿Buena persona? La cogí del pelo y le levanté la cabeza para que me viera la cara mientras le hablaba, no se fuera a perder alguna palabra. Sí claro, muy buena persona. Una buena persona que fuma al día dos paquetes de tabaco fabricado en las grandes extensiones de jungla deforestada del Amazonas. Una buena persona que compra ropa de marca fabricada por menores de edad esclavizados en fábricas textiles de medio mundo. Una buena persona que lleva sobre su conciencia la muerte de dos futuras personas, y de seguramente más si le dan la ocasión. Una buena persona que ha contagiado sin saberlo la hepatitis B a aproximadamente media ciudad. Una buena persona que difama a sus amigas, miente a sus amigos, y roba en todas las tiendas en las que puede apropiarse de algo sin pagarlo.
Sí, una buena persona. Una buena persona que merece morir, y que va a morir esta noche.
Bonita, porque en el mundo hay buenas personas como tú, es por lo que yo existo.
Plas, plas, plas
ResponderEliminarFantástico. Me ha encandilado de principio a fin. ESO es un vampiro de verdad.
Se me ha olvidado comentar que NO brilla al ponerla a la luz... XDDDD
ResponderEliminarVaya, ya no será ídolo de millones de niños y no harán películas de ella, y todo por el detalle de que no brilla cual cisne de svarosky cuando le da la luz :-P
ResponderEliminarNah, ella no quiere fama, sólo quiere divertirse y que la dejen en paz. Sí, lo sé, mucho de fenómeno mediático no tiene, pero qué se le va a hacer...
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