Por fin, una historia de ficción! Ultimamente no encontraba ni inspiración ni ganas de escribir, la verdad. Debí extrabiarlas con tanta mudanza.
De nuevo, historia corta inspirada en esta imagen, obra de Tiki Llanes López. Muchas gracias por hacer esas fotos tan maravillosas, que me inspiran incluso en mis momentos más bajos ^^
Espero que os guste.
Hoy al despertarme he notado algo diferente en el cuarto. Todo seguía en el mismo sitio en el que se había quedado la noche anterior, pero aunque no sabía decir el qué, algo era distinto.
La luz tibia de la mañana, como todos los días, envolvía los muebles con una neblina blanca, haciéndolos parecer algo irreales. Me gusta levantarme antes de que el sol comience a calentar; su luz a esas horas da una sensación de irrealidad muy acorde con cómo me siento cuando estoy recién levantada. Tomarme el café del desayuno pensando que, por una vez, el mundo está sintonizado en la emisora que debe estar, tan perezoso y remolón como yo misma ante la perspectiva de las tareas diarias, reconforta bastante.
Pero no es eso lo que estaba fuera de lugar esta mañana, al contrario, eso es símbolo de normalidad. La sensación de extrañeza me ha seguido por la casa, hasta el cuarto de baño, y no se ha ido con el agua de la ducha, ni tras treinta minutos de aplicado uso del secador y el cepillo.
Normalmente no invierto tanto tiempo en arreglarme el pelo, pero hoy quería hacerlo, no sé por qué. Y tampoco sé por qué, pasé más de un cuarto de hora delante del armario intentando decidir qué me pondría. Con la sensación de extrañeza acompañándome, por supuesto.
"¿Seguirán sentándome bien esos shorts? ¿Por qué, si todo sigue igual que lo dejé anoche, siento como si me hubieran cambiado la casa mientras dormía? Creo que tenía unas sandalias rojas a juego con este top... ¿Pero qué hago meditando sobre qué zapatos quedan mejor con una camiseta?"
Y fue entonces lo comprendí. Los muebles, las paredes, el café, la ropa, hasta el agua de la ducha... todos ellos eran diferentes, pero seguían siendo los mismos de cada día. Los veía diferentes porque lo que habían cambiado eran mis ojos. Era yo misma.
¿O sí que había cambiado el mundo entero? Porque toda la hostilidad que normalmente siento emanar de las cosas a mi alrededor había desaparecido... ¿Y esa sensación de seguridad que me embargaba, dónde había aparecido y por qué había decidido quedarse conmigo?
¿Y por qué no?, pensé. ¿Acaso no podía el mundo trabajar para mi por un día? Me sentía tan llena de... de lo que sea que uno está lleno cuando se siente seguro de si mismo, que ni me planteé que no fuera a hacerlo. Es más, si él no sabía que hoy va a girar para mi, yo misma se lo haría saber.
Vamos a ver qué me ofrece el mundo en este maravilloso día.
De nuevo, historia corta inspirada en esta imagen, obra de Tiki Llanes López. Muchas gracias por hacer esas fotos tan maravillosas, que me inspiran incluso en mis momentos más bajos ^^
Espero que os guste.
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Hoy al despertarme he notado algo diferente en el cuarto. Todo seguía en el mismo sitio en el que se había quedado la noche anterior, pero aunque no sabía decir el qué, algo era distinto.
La luz tibia de la mañana, como todos los días, envolvía los muebles con una neblina blanca, haciéndolos parecer algo irreales. Me gusta levantarme antes de que el sol comience a calentar; su luz a esas horas da una sensación de irrealidad muy acorde con cómo me siento cuando estoy recién levantada. Tomarme el café del desayuno pensando que, por una vez, el mundo está sintonizado en la emisora que debe estar, tan perezoso y remolón como yo misma ante la perspectiva de las tareas diarias, reconforta bastante.
Pero no es eso lo que estaba fuera de lugar esta mañana, al contrario, eso es símbolo de normalidad. La sensación de extrañeza me ha seguido por la casa, hasta el cuarto de baño, y no se ha ido con el agua de la ducha, ni tras treinta minutos de aplicado uso del secador y el cepillo.
Normalmente no invierto tanto tiempo en arreglarme el pelo, pero hoy quería hacerlo, no sé por qué. Y tampoco sé por qué, pasé más de un cuarto de hora delante del armario intentando decidir qué me pondría. Con la sensación de extrañeza acompañándome, por supuesto.
"¿Seguirán sentándome bien esos shorts? ¿Por qué, si todo sigue igual que lo dejé anoche, siento como si me hubieran cambiado la casa mientras dormía? Creo que tenía unas sandalias rojas a juego con este top... ¿Pero qué hago meditando sobre qué zapatos quedan mejor con una camiseta?"
Y fue entonces lo comprendí. Los muebles, las paredes, el café, la ropa, hasta el agua de la ducha... todos ellos eran diferentes, pero seguían siendo los mismos de cada día. Los veía diferentes porque lo que habían cambiado eran mis ojos. Era yo misma.
¿O sí que había cambiado el mundo entero? Porque toda la hostilidad que normalmente siento emanar de las cosas a mi alrededor había desaparecido... ¿Y esa sensación de seguridad que me embargaba, dónde había aparecido y por qué había decidido quedarse conmigo?
¿Y por qué no?, pensé. ¿Acaso no podía el mundo trabajar para mi por un día? Me sentía tan llena de... de lo que sea que uno está lleno cuando se siente seguro de si mismo, que ni me planteé que no fuera a hacerlo. Es más, si él no sabía que hoy va a girar para mi, yo misma se lo haría saber.
Vamos a ver qué me ofrece el mundo en este maravilloso día.
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