Me he vuelto a mudar.
El lector avispado notará que ya lo dije en una entrada anterior, pero por si acaso yo aviso.
El caso es que llevo poco más de una semana en un piso del tamaño de una estrella gigante roja, con más pasillo que el laberinto de detrás de casa de Lara Croft, y con seis habitaciones, cinco de ellas del tamaño de un estadio de futbol cada una. La sexta no está mal de tamaño, aunque en líneas generales es algo pequeñaja.
Adivinad la que me ha tocado a mi. Una pista: No suelo jugar al fútbol en mi cuarto.
Pero bueno, que la cosa pinta bien. He podido dejar gran parte de mis libros en las estanterías del pasillo interminable, descartando aquellos libros que podrían causar una primera impresión desastrosa sobre mis otras cinco compañeras. Por poner un ejemplo al azar, el tomo de Man de Universitarias se quedó en mi cuarto. Y el libro de masaje erótico oriental tampoco ha visto más paredes que las de mi habitación. Y para que no penséis que soy una pervertida - ya me gustaría a mi serlo, ya -, que sepáis que en general todos mis cómics se han quedado en mi cuarto.
Pero recapitulemos: ¡Seis chicas en un piso! Bien, con dos cuartos de baño completos y una planificación adecuada, la cosa no tiene por qué acabar en holocausto nuclear. Pero es que la lista de la casera no ha puesto mampara en el plato de ducha de uno de los cuartos de baño, por lo que ducharse en él viene a ser lo mismo que abrir los grifos del lavabo y dejar rebosar el agua hasta la altura de los tobillos. Que no digo yo que como spa no esté bien, pero cuando una llega tarde al trabajo y su mayor prioridad es lavarse el pelo lo más rápido posible, pues pierde bastante atractivo.
Total, que somos seis chicas y una ducha. Un título genial para una sitcom americana, lo mires por donde lo mires.
Nos vamos apañando por ahora, mientras la casera nos promete todos los días que al día siguiente vendrá alguien a instalar la otra mampara. Por las mañanas, cuando una de las seis no logra entrar en la ducha antes de tener que salir corriendo al trabajo, se recoge el pelo y punto, tampoco vamos a declarar el estado de emergencia.
Aún.
En otro orden de cosas, el piso es una ricura: Está totalmente reformado, y la verdad es que se nota. Las paredes están blancas y relucientes, cuando nos instalamos tuvimos que quitar kilómetros y más kilómetros de plástico de embalar de todos los muebles, y habían cambiado totalmente la instalación de las tuberías del agua.
Inciso: Soy hija de un arquitecto de obra. La mitad de mi infancia me la tiré haciendo de peón de obra en las reformas que mi padre hacía en la casa. Tengo unas nociones básicas sobre instalaciones de luz y agua, y sé, positivamente, que conectar la tubería de desagüe de la lavadora con el desagüe de un fregadero que se atasca NO es buena idea.
Pero el cafre que hizo la instalación de las tuberías en este piso no compartía mi opinión.
Fin del inciso.
En un primer momento, como todo, tampoco supuso ningún problema. Al desagüe del fregadero parecía que le pagaban por horas cuando de soltar agua se trataba, y cuando se ponía la lavadora, cada vez que ésta desaguaba, la pila del fregadero se llenaba hasta casi el borde con una rapidez pasmosa. Realmente no era muy grave, mientras la ropa saliera limpia y medianamente centrifugada...
Hasta que la lavadora dejó de centrifugar, y el fregadero se atascó totalmente.
Bucólico, que no?
Lo divertido fue que la tarde que vino el fontanero a arreglar el desastre del desagüe, lo que hizo fue cambiar la cisterna del water de los cuartos de baño, con la consecuente inundación de ambos.
Llegados a este punto, le pregunté a Susana a qué gimnasio iba. Ya que no podía ni lavar mi ropa, ni hacer mis necesidades, ni fregar los cacharros, que al menos pudiera ducharme en condiciones.
Pero la diversión duró poco, porque unas cuantas amenazas telefónicas y un día después, los fontaneros volvieron, y esta vez cuando se fueron todo funcionaba bien, y no soltaba agua más que por donde debía hacerlo.
Aunque la mampara de la ducha seguía sin estar puesta.
Pero dejemos la contienda de la mampara imponible por un momento, y centrémonos en algo que no por no verse es menos importante: Internet.
Tenemos un router wifi monísimo en el salón, a unos tres kilómetros de la habitación más cercana - recordemos el tamaño del piso -, y un bonito repetidor wifi en el pasillo. Muy bien, pensarás, menos mal que hay un repetidor, porque a la que a una de estas les de por poner el emule con solo el router transmitiendo, adiós conexión. Pero la cosa tiene truco, porque el repetidor no sólo está desenchufado, sino que ni siquiera está configurado para sincronizarse con nuestra red.
"Porque no era necesario, se coge internet desde todas las habitaciones", dijeron los caseros. Y oye, yo no tengo ningún motivo para no creerlos. Pero durante una semana nos hemos tenido que estar conectando a redes no seguras para tener Internet, porque no había manera de dar con la señal de la nuestra. Y encima no sé qué narices le pasa a mi ordenador, que será muy legal o algo por el estilo, pero no me deja conectarme a las redes no seguras.
Jamás debí dejarle ver toda aquella publicidad sobre condones.
Menos mal que a día de hoy, gracias a la técnica ninja infalible de apagar y volver a encender el router, tenemos acceso a la red - eso sí, con la intensidad de señal que yo te diga, que parece que hemos vuelto a los tiempos del rdsi -.
O sea, que en el plazo de una semana nos han inundado los cuartos de baño, nos han desgraciado la lavadora y el fregadero, nos han imposibilitado el acceso a Internet, y seguimos con una sola ducha para abastecer las necesidades de seis mujeres.
No se vosotros, pero yo no puedo parar de reírme...
El lector avispado notará que ya lo dije en una entrada anterior, pero por si acaso yo aviso.
El caso es que llevo poco más de una semana en un piso del tamaño de una estrella gigante roja, con más pasillo que el laberinto de detrás de casa de Lara Croft, y con seis habitaciones, cinco de ellas del tamaño de un estadio de futbol cada una. La sexta no está mal de tamaño, aunque en líneas generales es algo pequeñaja.
Adivinad la que me ha tocado a mi. Una pista: No suelo jugar al fútbol en mi cuarto.
Pero bueno, que la cosa pinta bien. He podido dejar gran parte de mis libros en las estanterías del pasillo interminable, descartando aquellos libros que podrían causar una primera impresión desastrosa sobre mis otras cinco compañeras. Por poner un ejemplo al azar, el tomo de Man de Universitarias se quedó en mi cuarto. Y el libro de masaje erótico oriental tampoco ha visto más paredes que las de mi habitación. Y para que no penséis que soy una pervertida - ya me gustaría a mi serlo, ya -, que sepáis que en general todos mis cómics se han quedado en mi cuarto.
Pero recapitulemos: ¡Seis chicas en un piso! Bien, con dos cuartos de baño completos y una planificación adecuada, la cosa no tiene por qué acabar en holocausto nuclear. Pero es que la lista de la casera no ha puesto mampara en el plato de ducha de uno de los cuartos de baño, por lo que ducharse en él viene a ser lo mismo que abrir los grifos del lavabo y dejar rebosar el agua hasta la altura de los tobillos. Que no digo yo que como spa no esté bien, pero cuando una llega tarde al trabajo y su mayor prioridad es lavarse el pelo lo más rápido posible, pues pierde bastante atractivo.
Total, que somos seis chicas y una ducha. Un título genial para una sitcom americana, lo mires por donde lo mires.
Nos vamos apañando por ahora, mientras la casera nos promete todos los días que al día siguiente vendrá alguien a instalar la otra mampara. Por las mañanas, cuando una de las seis no logra entrar en la ducha antes de tener que salir corriendo al trabajo, se recoge el pelo y punto, tampoco vamos a declarar el estado de emergencia.
Aún.
En otro orden de cosas, el piso es una ricura: Está totalmente reformado, y la verdad es que se nota. Las paredes están blancas y relucientes, cuando nos instalamos tuvimos que quitar kilómetros y más kilómetros de plástico de embalar de todos los muebles, y habían cambiado totalmente la instalación de las tuberías del agua.
Inciso: Soy hija de un arquitecto de obra. La mitad de mi infancia me la tiré haciendo de peón de obra en las reformas que mi padre hacía en la casa. Tengo unas nociones básicas sobre instalaciones de luz y agua, y sé, positivamente, que conectar la tubería de desagüe de la lavadora con el desagüe de un fregadero que se atasca NO es buena idea.
Pero el cafre que hizo la instalación de las tuberías en este piso no compartía mi opinión.
Fin del inciso.
En un primer momento, como todo, tampoco supuso ningún problema. Al desagüe del fregadero parecía que le pagaban por horas cuando de soltar agua se trataba, y cuando se ponía la lavadora, cada vez que ésta desaguaba, la pila del fregadero se llenaba hasta casi el borde con una rapidez pasmosa. Realmente no era muy grave, mientras la ropa saliera limpia y medianamente centrifugada...
Hasta que la lavadora dejó de centrifugar, y el fregadero se atascó totalmente.
Bucólico, que no?
Lo divertido fue que la tarde que vino el fontanero a arreglar el desastre del desagüe, lo que hizo fue cambiar la cisterna del water de los cuartos de baño, con la consecuente inundación de ambos.
Llegados a este punto, le pregunté a Susana a qué gimnasio iba. Ya que no podía ni lavar mi ropa, ni hacer mis necesidades, ni fregar los cacharros, que al menos pudiera ducharme en condiciones.
Pero la diversión duró poco, porque unas cuantas amenazas telefónicas y un día después, los fontaneros volvieron, y esta vez cuando se fueron todo funcionaba bien, y no soltaba agua más que por donde debía hacerlo.
Aunque la mampara de la ducha seguía sin estar puesta.
Pero dejemos la contienda de la mampara imponible por un momento, y centrémonos en algo que no por no verse es menos importante: Internet.
Tenemos un router wifi monísimo en el salón, a unos tres kilómetros de la habitación más cercana - recordemos el tamaño del piso -, y un bonito repetidor wifi en el pasillo. Muy bien, pensarás, menos mal que hay un repetidor, porque a la que a una de estas les de por poner el emule con solo el router transmitiendo, adiós conexión. Pero la cosa tiene truco, porque el repetidor no sólo está desenchufado, sino que ni siquiera está configurado para sincronizarse con nuestra red.
"Porque no era necesario, se coge internet desde todas las habitaciones", dijeron los caseros. Y oye, yo no tengo ningún motivo para no creerlos. Pero durante una semana nos hemos tenido que estar conectando a redes no seguras para tener Internet, porque no había manera de dar con la señal de la nuestra. Y encima no sé qué narices le pasa a mi ordenador, que será muy legal o algo por el estilo, pero no me deja conectarme a las redes no seguras.
Jamás debí dejarle ver toda aquella publicidad sobre condones.
Menos mal que a día de hoy, gracias a la técnica ninja infalible de apagar y volver a encender el router, tenemos acceso a la red - eso sí, con la intensidad de señal que yo te diga, que parece que hemos vuelto a los tiempos del rdsi -.
O sea, que en el plazo de una semana nos han inundado los cuartos de baño, nos han desgraciado la lavadora y el fregadero, nos han imposibilitado el acceso a Internet, y seguimos con una sola ducha para abastecer las necesidades de seis mujeres.
No se vosotros, pero yo no puedo parar de reírme...
Joe como estás hoy, no das tiempo ni para comentar xD
ResponderEliminarVivir sin ducha, inundado, en un cuarto pequeño, en el pasillo del hotel Overlook... ningún problema.
Vivir sin internet: muerte y destrucción.
Yo empezaría por el pasillo, hay más material combustible y evita que mucha gente se escape ^^
Es que mis chinofarmers han vuelto de vacaciones... aún no están al 100%, pero ya me aseguraré yo a golpe de látigo, ya... XDDD
ResponderEliminarYo opino lo mismo, puedo pasar de todo menos de Internet :P
P.D. ¿Ya no jugais al poker? ._.U