Que me lo digan a mi, que llevo cuatro mudanzas en menos de un año (el uno de octubre hará un año que me mudé por primera vez. Y jamás olvidaré mi primera noche fuera de casa de mis padres sabiendo que no tenía que volver al día siguiente, ni al otro, ni al otro... *snif!*)
Mudarse, si se practica del modo apropiado, puede elevarse al rango de arte. La primera vez que uno se acerca a una maleta y a un montón de cajas de cartón no sabe cómo afrontar realmente el problema. Es todo ilusión y energía, pero no sabe hacia dónde dirigirla. Es con la práctica como se llega a la perfección.
El planteamiento inicial suele ser bastnate simple: Se hacen pilas y pilas en el cuarto con todas las pertenencias de uno: ropa, libros, figuras, peluches, útiles de higiene y belleza... y cuando en la habitación ya no cabe nada más y uno se da cuenta de que necesita hacer sitio sobre la cama para poder dormir, es cuando nota que algo no anda bien. Porque para trasladar todo su bagaje personal, monstruosamente abultado teniendo en cuenta la edad del dueño, sólo dispone de una maleta, tres mochilas, y el transporte público de Madrid.
Y entre la casa de los padres de uno y lo que será su primer hogar hay una distancia de - sí, los madrileños medimos las distancias en tiempo. Es lo que tiene moverse en transporte público, que los kilómetros nos suenan a nuevo helado de frigo - hora y media en renfe.
En mi caso concreto, con ayuda del novio, del mejor amigo, y puntualmente del coche de algún amigo que fue presa del chantaje psicológico más vil, la mudanza fue llevándose a cabo... en aproximadamente un mes y medio. Menos mal que en casa de mis padres siempre pueden quedarse cosas "que ya pasaré a recoger", porque si no, se habría liado parda.
Durante la mudanza, la interfecta descubrió que toda su vida no cabía ni en la mansión de Paris Hilton. Lo cual estaba muy bien, porque significaba que si en 25 tristes años había conseguido almacenar tantas mier... cosas, a saber lo que le esperaría en los que vienen por delante. Igual tiene que plantearse ir ahorrando para una nave idustrial, o algo de tamaño similar.
También descubrió que mudarse sin ayuda de un camión de mudanzas es muy parecido a apuntarse a un gimnasio, solo que en vez de pagar facturas por usar la sala de musculación, se pagan por los billetes de renfe.
Y por supuesto, también descubrió, la primera mañana que despertó en su nuevo hogar y gracias a esa maravilla que son los teléfonos móviles, que todos los insultos y referencias a que era un parásito de los que había sido objeto por parte de la autoridad materna durante los últimos años no era más que un farol.
Quizá mi madre debería haber sabido que se me da de culo jugar al mus y al poker antes de marcarselo...
La segunda mudanza me llevó aproximadamente cinco meses, y eso fue porque a) las casas estaban a sólo quince minutos andando una de otra, y b) nadie me metía prisa. Además, me tiraba casi más tiempo en mi antiguo hogar que en el nuevo, así que tenía sentido que guardase ciertas cosas, como ropa, enseres de higiene personal - aunque luego siempre salía oliendo a Boss for Men a la calle, para qué negarlo -, mi ordenador... y cosas de primera necesidad por el estilo.
Aquí haré una aclaración: Mi casa no es donde está mi cama. Es donde está mi ordenador. Me da igual dormir en el suelo y comer sándwiches del chino de la esquina, yo vivo en la casa en la que está mi ordenador. De hecho, si mi ordenador está en un almacén, yo vivo allí con él.
Uno puede entender que me mostrase reticente a la segunda mudanza - que fue sólo cinco meses después de la primera -, entre otras cosas, porque al no haber transporte público entre las dos casas, debía moverlo todo con la fuerza de mis brazos y piernas - que ya estaban empezando a coger tono, porque con las palizas que les daba... -. Y por mucho que entre los dos edificios hubiera solo un cuarto de hora, como que no me daba la gana volver a hacer de mozo de carga.
Ah, pero he aquí que cinco meses después me vuelvo a mudar. Y esta vez sí tengo fecha tope para sacar las cosas de la casa. Así que mi quincena de vacaciones se convirtió en un frenético ir y venir cargada con una maleta y dos mochilas de una casa a otra - esta vez sí separadas por transporte público, y también por hora y media de viaje -. Esta vez fui ayudada sólo ocasionalmente por el mejor amigo de una, porque el ex novio ya no quería tener nada que ver con mujeres desquiciadas ni con mudanzas express.
Me destrocé los hombros, las rodillas, los codos, las muñecas, y ni siquiera llegué a trasladarlo todo a tiempo, así que el último día tocó meter el sobrante a presión en una habitación libre en mi primer - y hasta ahora el único al que he llamado así - hogar, a la espera de que pudiera volver algún día a por todo ello.
También alquilé una furgoneta sin conductor para mover los muebles, lo que fue toda una mejora, comparado con la primera mudanza. ¿Veis? Ya iba cogiéndole el tranquillo.
Y cuando parecía que me estaba instalando en el proyecto de armario empotrado en el que me había ido a vivir- esto es, llevaba quince días viviendo en él - resulta que me tengo que volver a mudar.
Esta vez, fruto de tres traslados de muebles y enseres varios, ya le tengo cogido el punto, y la mudanza se realiza totalmente en un día. Como los pisos están separados escasos quince minutos, y yo con pisos a esa distancia ya me conozco lo que sucede, me proveí de un coche "con conductor" - otra gran lección que aprendí de la última mudanza - un carro, un montón de cajas de cartón y una maleta. Y comencé, junto con mis dos acólitos - que muchos denominarían "padres" - a llenar y vaciar el maletero del coche una y otra vez, llevando ropa, libros, peluches, libros, comida, utiles de higiene personal, libros, muebles, y más libros de una casa a otra, hasta que no quedó en el piso origen ni uno solo de los pelos de mi melena - y mira que es difícil, porque se me cae el pelo cosa mala -.
Total, que a las diez de la noche ya habíamos acabado. ¡Y habiendo comenzado sólo a las once de la mañana! ¡Todo un record teniendo en cuenta la duración de mis anteriores mudanzas!
Si es que con el tema de mudarse es como con el de los pilotos de avión: Es cuestión de acumular horas de vuelo. Me apuesto a que la próxima mudanza me la apaño yo sola en una tarde.
Mudarse, si se practica del modo apropiado, puede elevarse al rango de arte. La primera vez que uno se acerca a una maleta y a un montón de cajas de cartón no sabe cómo afrontar realmente el problema. Es todo ilusión y energía, pero no sabe hacia dónde dirigirla. Es con la práctica como se llega a la perfección.
El planteamiento inicial suele ser bastnate simple: Se hacen pilas y pilas en el cuarto con todas las pertenencias de uno: ropa, libros, figuras, peluches, útiles de higiene y belleza... y cuando en la habitación ya no cabe nada más y uno se da cuenta de que necesita hacer sitio sobre la cama para poder dormir, es cuando nota que algo no anda bien. Porque para trasladar todo su bagaje personal, monstruosamente abultado teniendo en cuenta la edad del dueño, sólo dispone de una maleta, tres mochilas, y el transporte público de Madrid.
Y entre la casa de los padres de uno y lo que será su primer hogar hay una distancia de - sí, los madrileños medimos las distancias en tiempo. Es lo que tiene moverse en transporte público, que los kilómetros nos suenan a nuevo helado de frigo - hora y media en renfe.
En mi caso concreto, con ayuda del novio, del mejor amigo, y puntualmente del coche de algún amigo que fue presa del chantaje psicológico más vil, la mudanza fue llevándose a cabo... en aproximadamente un mes y medio. Menos mal que en casa de mis padres siempre pueden quedarse cosas "que ya pasaré a recoger", porque si no, se habría liado parda.
Durante la mudanza, la interfecta descubrió que toda su vida no cabía ni en la mansión de Paris Hilton. Lo cual estaba muy bien, porque significaba que si en 25 tristes años había conseguido almacenar tantas mier... cosas, a saber lo que le esperaría en los que vienen por delante. Igual tiene que plantearse ir ahorrando para una nave idustrial, o algo de tamaño similar.
También descubrió que mudarse sin ayuda de un camión de mudanzas es muy parecido a apuntarse a un gimnasio, solo que en vez de pagar facturas por usar la sala de musculación, se pagan por los billetes de renfe.
Y por supuesto, también descubrió, la primera mañana que despertó en su nuevo hogar y gracias a esa maravilla que son los teléfonos móviles, que todos los insultos y referencias a que era un parásito de los que había sido objeto por parte de la autoridad materna durante los últimos años no era más que un farol.
Quizá mi madre debería haber sabido que se me da de culo jugar al mus y al poker antes de marcarselo...
La segunda mudanza me llevó aproximadamente cinco meses, y eso fue porque a) las casas estaban a sólo quince minutos andando una de otra, y b) nadie me metía prisa. Además, me tiraba casi más tiempo en mi antiguo hogar que en el nuevo, así que tenía sentido que guardase ciertas cosas, como ropa, enseres de higiene personal - aunque luego siempre salía oliendo a Boss for Men a la calle, para qué negarlo -, mi ordenador... y cosas de primera necesidad por el estilo.
Aquí haré una aclaración: Mi casa no es donde está mi cama. Es donde está mi ordenador. Me da igual dormir en el suelo y comer sándwiches del chino de la esquina, yo vivo en la casa en la que está mi ordenador. De hecho, si mi ordenador está en un almacén, yo vivo allí con él.
Uno puede entender que me mostrase reticente a la segunda mudanza - que fue sólo cinco meses después de la primera -, entre otras cosas, porque al no haber transporte público entre las dos casas, debía moverlo todo con la fuerza de mis brazos y piernas - que ya estaban empezando a coger tono, porque con las palizas que les daba... -. Y por mucho que entre los dos edificios hubiera solo un cuarto de hora, como que no me daba la gana volver a hacer de mozo de carga.
Ah, pero he aquí que cinco meses después me vuelvo a mudar. Y esta vez sí tengo fecha tope para sacar las cosas de la casa. Así que mi quincena de vacaciones se convirtió en un frenético ir y venir cargada con una maleta y dos mochilas de una casa a otra - esta vez sí separadas por transporte público, y también por hora y media de viaje -. Esta vez fui ayudada sólo ocasionalmente por el mejor amigo de una, porque el ex novio ya no quería tener nada que ver con mujeres desquiciadas ni con mudanzas express.
Me destrocé los hombros, las rodillas, los codos, las muñecas, y ni siquiera llegué a trasladarlo todo a tiempo, así que el último día tocó meter el sobrante a presión en una habitación libre en mi primer - y hasta ahora el único al que he llamado así - hogar, a la espera de que pudiera volver algún día a por todo ello.
También alquilé una furgoneta sin conductor para mover los muebles, lo que fue toda una mejora, comparado con la primera mudanza. ¿Veis? Ya iba cogiéndole el tranquillo.
Y cuando parecía que me estaba instalando en el proyecto de armario empotrado en el que me había ido a vivir- esto es, llevaba quince días viviendo en él - resulta que me tengo que volver a mudar.
Esta vez, fruto de tres traslados de muebles y enseres varios, ya le tengo cogido el punto, y la mudanza se realiza totalmente en un día. Como los pisos están separados escasos quince minutos, y yo con pisos a esa distancia ya me conozco lo que sucede, me proveí de un coche "con conductor" - otra gran lección que aprendí de la última mudanza - un carro, un montón de cajas de cartón y una maleta. Y comencé, junto con mis dos acólitos - que muchos denominarían "padres" - a llenar y vaciar el maletero del coche una y otra vez, llevando ropa, libros, peluches, libros, comida, utiles de higiene personal, libros, muebles, y más libros de una casa a otra, hasta que no quedó en el piso origen ni uno solo de los pelos de mi melena - y mira que es difícil, porque se me cae el pelo cosa mala -.
Total, que a las diez de la noche ya habíamos acabado. ¡Y habiendo comenzado sólo a las once de la mañana! ¡Todo un record teniendo en cuenta la duración de mis anteriores mudanzas!
Si es que con el tema de mudarse es como con el de los pilotos de avión: Es cuestión de acumular horas de vuelo. Me apuesto a que la próxima mudanza me la apaño yo sola en una tarde.
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