Cuenta la leyenda que existe, en lo más profundo de la más oscura selva, cierta clase de árbol que da el fruto más exótico jamás imaginado. Cuentan que hace muchos años, un hombre lo bastante valiente como para adentrarse en la espesura de lo desconocido, lo bastante paciente como para caminar día y noche por incontables lunas, logró encontrar el único árbol que queda de su especie. Sólo él consiguió el preciado fruto, y logró volver para contarlo.
Y este hombre vivió feliz y acomodado el resto de sus días, puesto que el fruto de aquel árbol eran diamantes. Los más puros diamantes nunca vistos por ojo humano, brillantes como el sol al alba, transparentes como el agua de un manantial, tallados con las más hermosas y variadas formas.
Cuenta la leyenda también, que cierta tribu de la zona imponía a sus jóvenes, como rito para pasar a la edad adulta, adentrarse en aquella jungla y volver con uno de los frutos de aquel árbol. Pero aquello era en realidad dura tarea para un joven, y la tribu terminó desapareciendo...
Mucha gente se ha adentrado en la espesura, buscando el preciado tesoro que sólo aquel árbol puede proporcionarles. Y todos, absolutamente todos, se han dado la media vuelta antes de llegar a él. Es sólo una quimera, se dicen al dar la espalda al camino. Una invención para reírse de los niños y los ingenuos. Es imposible que exista un árbol así.
Y aunque existiera, las penurias que el camino me augura son suficientes para que de la media vuelta. ¿Para qué sirve un diamante si se está muerto?
Porque habiendo árboles de todo tipo, que proporcionan comida al hombre hambriento, ¿por qué me voy a molestar en perseguir una quimera, que puede o no ser real, y por la que tendré que entregar mucho más de mí que para cuidar un simple árbol frutal?
Y este hombre vivió feliz y acomodado el resto de sus días, puesto que el fruto de aquel árbol eran diamantes. Los más puros diamantes nunca vistos por ojo humano, brillantes como el sol al alba, transparentes como el agua de un manantial, tallados con las más hermosas y variadas formas.
Cuenta la leyenda también, que cierta tribu de la zona imponía a sus jóvenes, como rito para pasar a la edad adulta, adentrarse en aquella jungla y volver con uno de los frutos de aquel árbol. Pero aquello era en realidad dura tarea para un joven, y la tribu terminó desapareciendo...
Mucha gente se ha adentrado en la espesura, buscando el preciado tesoro que sólo aquel árbol puede proporcionarles. Y todos, absolutamente todos, se han dado la media vuelta antes de llegar a él. Es sólo una quimera, se dicen al dar la espalda al camino. Una invención para reírse de los niños y los ingenuos. Es imposible que exista un árbol así.
Y aunque existiera, las penurias que el camino me augura son suficientes para que de la media vuelta. ¿Para qué sirve un diamante si se está muerto?
Porque habiendo árboles de todo tipo, que proporcionan comida al hombre hambriento, ¿por qué me voy a molestar en perseguir una quimera, que puede o no ser real, y por la que tendré que entregar mucho más de mí que para cuidar un simple árbol frutal?
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