He decidido que según me acabe cada libro que voy leyendo - o releyendo - voy a escribir mi opinión sobre él en el blog. Así la gente que tenga curiosidad pero no se termine de decidir podrá oír una opinión al respecto, y actuar en consecuencia.
AVISO: Estas críticas son EXCLUSIVAMENTE mi opinión. Y como mi opinión, son sólo eso. Puedo ser muy tajante cuando hablo, pero todo lo que digo es lo que opino, nada más. No es ni la verdad absoluta, ni cierto para todo el mundo, menos aún teniendo en cuenta que para gustos se hicieron los colores.
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Este es el escenario en el que se nos narra “La Guerra de la Doble Muerte”, de Alejandro Castroguer. Los protagonistas, cada uno por su lado, tendrán que sobrevivir evitando la devastación del ejército, el fuego, los no muertos… y otros seres desconocidos que aparecen al caer la noche a los que incluso los zombis temen…
Pero además este libro tiene algo que lo diferencia de los demás. En primer lugar, los zombis que Castroguer describe no son no muertos al uso: Estos son practicamente iguales a un ser humano vivo: Piensan, sienten, tienen un control total de su motricidad... Vamos, que son idénticos a cuando estaban vivos salvo por el hecho de haber perdido la memoria, ser bastante más taimados que un vivo, sentir un hambre incontrolable que les empuja a comerse a todo ser vivo que se encuentren - gato, conejo, humano, lata de raviolis... - , y que, obviamente, están muertos. Y aunque el autor no lo deje muy claro, parece ser que también se van descomponiendo lentamente.
Otra cosa que lo hace bastante más original que el resto de los libros del género es el hecho de que los protagonistas son, curiosamente, algunos de esos no muertos.
Y hasta aquí llego con las cosas buenas que tiene el libro. Porque una vez que se pasa la novedad de que los protagonistas resulten ser zombis, seguir leyendo se convierte en un ejercicio de masoquismo.
Sí, el autor utiliza un lenguaje ampuloso y agobiante para dar a entender la angustia en la que se ven inmersos los protagonistas, como si fuese una pesadilla perpetua. Y está muy bien en las 50 primeras páginas. Pero cuando llevas 300 leyendo las mismas expresiones, los mismos vocablos, las mismas metáforas... pues como que cansa.
Y de las metáforas también quería hablar: Estás leyendo que un personaje camina por una calle de Sevilla, y de pronto en el siguiente párrafo te encuentras una escena totalmente diferente con una persona diferente, o simplemente desvaríos sobre la habitación de un hospital. Y cuando te quieres dar cuenta de que es una metáfora para ilustrar que el personaje ha recordado algo de su vida anterior, ya ni sabes lo que estás leyendo.
Y ya ni hablemos de las comparaciones que utiliza para describir a las personas y las escenas. Lamento no ser una persona especialmente docta, pero creo que un libro sobre zombis escrito sin más pretensiones que entretener, y principalmente para jóvenes, no debería tener referencias a un tal Ahab, ni a Judith y Holofernes. Llamadme revelde, pero no quiero tener que coger la Encarta cada vez que abro una novela.
A la sensación de confusión que me dejan las metáforas sin avisar y con menos datos de los necesarios para enterarse de lo que estás leyendo, se suma una descripción de Andalucía que se limita a los nombres de las calles. Saber que un personaje enfiló por la gran vía y luego cogió la mediana hacia la plaza Jobellanos - por poner nombres al azar, no me acuerdo de tantos detalles -, no me dice nada de nada. Agradecería que al menos me describiera un poco el terreno, más que nada para enterarme de por dónde están yendo los personajes.
A esto se suma la manía que tiene, en ciertos momentos del libro, de narrar en una misma escena los avances de dos - o incluso tres - personajes distantes entre sí en el espacio. Y no estoy diciendo que hacerlo esté mal, digo que él lo hace mal. De nuevo, la falta de detalles, seguramente con la intención de crear una atmósfera de incertidumbre y angustia, sólo consigue confundir. No sabes cuándo deja de hablar de uno y cuando comienza con el otro, y ya no digamos si le da por usar metáforas sobre habitaciones 101 entre medias. A duras penas te puedes enterar a la primera, y a mi tener que leerme cada página dos veces para saber qué está pasando no suele gustarme.
Algo que me fastidia mucho de un libro es que todos los personajes hablen con el mismo registro. Puedo entender que dos personas de trasfondos parecidos hablen parecido, pero que un adolescente con las piernas amputadas que vive enclaustrado en su casa y no hace otra cosa más que jugar a la videoconsola, se exprese igual que una profesora de arte de instituto clama al cielo. Y cuando todos hablan igual que el narrador, ya es para echarse a llorar.
Las motivaciones de los personajes no tienen ni pies ni cabeza. Sus actos tampoco. Y no me vale que el autor esté intentando dar a entender que se sienten perdidos, porque leer que un personaje se come a los vecinos pero deja vivo a su hijo, para luego empezar a seguir a una ambulancia llena de no muertos, y de pronto sin motivo alguno volver a donde está escondido el crío para llevarle arrastrando por media Andalucía por ningún motivo en concreto, a mi me hace pensar que como lector se están riendo de mi.
Una chapuza en concreto me hizo levantar la cabeza del libro y soltar un "vamos no me jodas" bien sonoro en mitad del metro: En el libro mencionan de pasada que la infección podría ser debida a una mutación del virus "Solanum". Esta variedad de planta tuberculosa, que Max Brooks usó para dar nombre al famoso virus zombi, es un plagio - supongo que el autor diría "homenaje" - descarado de la Guía de Supervivencia Zombi, por no mencionar de las ideas de Max Brooks en general.
Como los personajes han perdido la memoria, en muchos casos no se sabe su nombre. Pero en los flashbacks - que esa es otra, el hilo temporal de los hechos en el libro es la cosa más mareante que he visto nunca - sí usan sus nombres. Así que lees capítulos enteros sobre alguien que no conoces, y al seguir leyendo no descubres ninguna información sobre quién cojones era el susodicho personaje. Y los saltos temporales totalmente inconexos no es que ayuden mucho a enterarse.
Una incongruencia total sobre uno de los personajes, y que me siento en la obligación de reproducir, es que al comienzo del libro, cuando tiene el accidente en el que muere y luego resucita como zombi, está yendo al instituto para dar clase, despreocupada y preguntándose si habrá o no habrá clase. Doscientas páginas después te cuentan los últimos días del mismo personaje, en los cuales el instituto en el que trabaja cierra, las calles circundantes se llenan de no muertos, y ella está asustada y traumatizada porque los zombis se han comido a su abuela y ella llegó tarde para protegerla.
Y claro, dos días después se le pasa el trauma y va a ver si hay niños a los que dar clase como quien sale a comprar el pan. Muy coherente, dónde va a parar.
Y la guinda del pastel: Los zombis son causados por un virus, pero hay un zombi por ahí que se dedica a coger partes de no muerto muerto - qué redundancia, no? -, coserlas entre sí, y con algo que no describen muy bien pero que tiene pinta de ser magia negra - mencionan algo de códices medievales ininteligibles - les da de nuevo la vida, para que salgan por las calles y se dediquen a matar todo cuanto vean. Según parece, la vida se la da un pergamino con algo escrito que ponen bajo su lengua.
O sea, que hay zombis biológicos, y zombis creados con magia negra, que un no muerto en particular se dedica a crear sin ningún motivo en particular, para matar el rato. Y resulta que uno de los protas es el primer bicho que creó este tío, y lo necesitan desesperadamente para algo, como una Génova de la vida.
Podría seguir enumerando chapuzas de estilo y narrativas, como que el coronel al mando quiera que el creador de zombis trabaje para él porque "sabe" - no, no se lo ha dicho nadie. Simplemente lo sabe - que él es el que los fabrica; o que todos los zombis encerrados en Cádiz, que se ha convertido en una fortaleza inexpugnable donde encierran a los no muertos y los vigilan 24 horas desde helicópteros, salgan tan campantes por unas cavernas subterráneas sin que nadie lo note.
Podría seguir hasta llenar otro libro de 400 páginas.
Pero entonces tendría que volvérmelo a leer para poder habár bien de detalles que no recuerdo muy bien. Y por eso sí que no paso.
En resumen: Idea original, planteamiento innovador, mal estilo de escritura, nula planificación de la historia, Macguffins sin pies ni cabeza, personajes sin consistencia, blandos, sin motivaciones, que se mueven sin sentido por una trama inexistente, narrativa escueta hasta el punto de no dar ni siquiera los detalles necesarios para que el lector se entere de lo que le están contando... y lo que es peor, un final que claramente apunta a una segunda - y quizá una tercera, ahora que están de moda las trilogías - parte.
Pues fíjate, yo empecé a leerla en el blog, pero lo dejé porque no me enteraba de un peo...
ResponderEliminar¿Cavernas subterráneas en Cádiz? Eso habría que verlo...
Es que en el blog, aparte de que no están completos los capítulos, son versiones preliminares. Hay trozos que no están en el libro, trozos que no están en el blog, y trozos del blog que en el libro salen cambiados.
ResponderEliminarCágate lorito! Con esta perspectiva que me pintas, como que paso de terminármelo xD
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