10 de Diciembre de
2014
He decidido que voy a
dejar de comprar periódicos. Ya sabía que no me servirían de mucho desde el
principio, pero nunca se sabe. Aunque desde las últimas elecciones la prensa
está tan controlada por el gobierno que lo mismo me da comprar el periódico que
tirar el dinero al río.
Tampoco me preocupa
demasiado, es más fácil buscar por internet. Tener que leerme periódicos
enteros para comprobar que no dicen nada me está comiendo la moral. Y aún así
llevo semanas sin encontrar nada. Puede que papá tenga razón y me esté pasando
de paranoica, pero es que todo encajaba tan bien…. No sé, quizá debería
tranquilizarme y ceñirme a los patrones normales. Solo porque haya encontrado
noticias que encajan con cierto escenario no tiene por qué estar dándose…
Ángela se quedó mirando fijamente la última frase escrita en
el diario. Sí que estaba segura de que si los hechos encajan con un escenario es
porque el escenario se está dando, pero estaba cansada, le dolía la cabeza y
llevaba mucho retraso con los parciales. Tenía que sacarse aquello de la
cabeza, y si decía que era estúpido muchas veces igual se lo acababa creyendo. Apagó
la pantalla del ordenador, subió el volumen de los cascos, y siguió con los
apuntes de física.
Al cabo de cuarenta minutos cerró el cuaderno con un bufido
de rabia y se fue al salón a jugar en la videoconsola. Por el camino cogió una
bolsa de doritos de la cocina, porque no creía que en su estado mental unos
palitos de zanahoria fueran a ser de mucha ayuda.
…
Alejandra salió bastante animada del examen de
electromagnetismo. No porque le hubiera salido particularmente bien, que no era
el caso, sino porque por fin se había quitado de encima los parciales. Fingir
que se preocupaba por sus notas era agotador, pero debía dar la impresión de
ser una persona normal, o el resto de la gente comenzaría a quejarse. A ella le
daba lo mismo que la gente supiera de su trato especial, pero su padre la
habían amenazado con quitarle las tarjetas si no lo hacía.
Miró la hora en el móvil, le dejó un whatsapp a Carlota diciéndole
dónde iba a estar y bajó a la cafetería que, para su sorpresa, estaba
prácticamente vacía. Solo había una mesa ocupada en una esquina, donde una
chica vestida de negro aporreaba el teclado de su portátil como si quisiera
hacerle daño. Alejandra pidió una coca cola en la barra y se sentó lo más lejos
que pudo de ella.
Carlota llegó unos 10 minutos después. A Alejandra le
sorprendió el mal aspecto que tenía su amiga: Llevaba la melena rizada suelta y
despeinada, y unos vaqueros y una sudadera gris de canguro que había visto
mejores tiempos.
Tampoco tenía muy buena cara.
- Joder, no me mires así – le dijo mientras se sentaba – ya
sé que tengo pinta de que me haya pasado un camión por encima, no hace falta
que me lo recuerdes.
- Perdona – se disculpó Alejandra – Pero sí que tienes mal
aspecto. ¿Te encuentras bien?
- Exactamente como si me hubiera atropellado un camión –
apoyó las manos en la mesa y colocó la frente encima – Me habría quedado en casa, pero tengo que
aprobar estructura de datos y el examen es a las tres.
- Tampoco es para tanto, solo es un parcial. Creo que tu
salud es un poco más importante que aprobar un examen.
- Ya, claro – Carlota levantó la cabeza y se quitó de la
cara unos mechones que se le habían pegado; estaba empapada en sudor – Pero
quita materia y si no lo apruebo no voy a ser capaz de aprobar el final con
todo. Y joder, tiene la tira de créditos. Si suspendo esta pierdo la beca de
fijo.
- Joder, qué putada – Alejandra intentó parecer preocupada
por la situación académica de su amiga –. Pero de verdad que tienes mala cara –
cogió el móvil y empezó a marcar – Aviso a mis padres de que como aquí y cuando
salgas del examen te llevo al médico.
- No hace falta, no estoy tan mal. Y de todos modos cuando
salga del examen los ambulatorios ya habrán cerrado.
- Bueno, pues al hospital. El clínico queda aquí al lado.
- Te estoy diciendo que no hace falta – Carlota cogió una
servilleta de papel y se secó el sudor de la frente con ella –. Solo es un
catarro mal pillado, nada más.
- No te veo toser ni moquear…
- Vamos a ver – la cortó de golpe – No creo que me hayas
hecho venir para preguntarme sobre mi salud – sacó algo del bolsillo del
canguro y puso la mano cerrada sobre la mesa – O me voy directamente, tú verás.
- Perdona por preocuparme por ti, joder – Alejandra sacó su
monedero de la mochila, y comenzó a sacar billetes de 20 euros y a colocarlos
sobre la mesa.
- ¿Podías ser un poco menos obvia?
- ¿Ves a alguien mirando? – Hizo un gesto con la mano
abarcando la cafetería vacía. Hasta el camarero había desaparecido de la barra.
Carlota miró con suspicacia hacia la chica de negro de la esquina, pero esta
seguía absorta en su portátil y no parecía estar dándose cuenta de nada. Soltó
un gruñido de descontento, pero no dijo nada más.
- ¿Lo de siempre por lo de siempre? – Alejandra cerró el
monedero y deslizó por la mesa hacia su amiga la pequeña pila de billetes. Carlota
la cogió con un gesto brusco y la metió en el canguro. Movió de forma
significativa la mano que tenía cerrada sobre la mesa y Alejandra, poniendo los
ojos en blanco, colocó la palma debajo. Un paquetito cayó en ella cuando Carlota
retiró la mano y la devolvió al bolsillo del canguro.
- Y un detalle para los clientes fieles – Volvió a sacar la
mano y le dio a Alejandra una bolsita de plástico transparente.
- ¿Y esto qué es? – lo levantó hasta la altura de sus ojos y
lo examinó de cerca – Parecen plantas secas.
- Es que son plantas secas – Carlota se volvió a limpiar el
sudor con otra servilleta – Una mezcla nueva. De China, me han dicho. Y si son
hierbas chinas tienen que ser buenas. Se toma en infusión.
- Pero esto es de plástico.
- No es la bolsa lo que se prepara, es lo de dentro. Tienes
que usar uno de esos cacharros de rejilla que se usan para las infusiones de
hierbas.
- No creo que tenga nada de eso en casa.
- Pues echas las hierbas en el agua y luego las cuelas. ¿O
tampoco tienes colador en casa?
- Vale, vale – Alejandra guardó la bolsita y el paquete en
el monedero, y éste en la mochila – Estás un poco borde hoy, ¿eh?.
- Lo que estoy es cansada – Carlota se apoyó en la mesa para
poder levantarse – Sólo quiero terminar el puto examen e irme a mi casa a
dormir. ¿Es todo lo que querías?
- Sí, tranquila, ya te puedes ir – el humor de su amiga se
le estaba contagiando – ale, suerte en el examen – le dijo levantando la voz
mientras Carlota cerraba la puerta de la cafetería tras ella.
Justo entonces se dio cuenta de que no le había dicho qué
efecto tenían las hierbas nuevas. Pensó en seguirla para preguntárselo, pero no
le apetecía que la mandara a la mierda – lo que, viendo lo visto, sin duda
haría –. Ya la llamaría por la noche y de paso le preguntaría qué tal estaba.
Echó la silla hacia atrás para levantarse, y al hacerlo se
dio cuenta de que la chica de la esquina la estaba mirando. Le sostuvo la
mirada unos segundos, esperando que bajara la vista, pero la que acabó
haciéndolo fue ella. Asqueada, cogió la mochila y se fue de allí. Aquella
facultad estaba a rebosar de raritos, menos mal que las vacaciones ya estaban
al caer…
…
Antes de salir aquella tarde, Alejandra metió en su bolso el
paquete de setas que le había comprado a Carlota. Decidió dejar la bolsita de
hierbas chinas en casa. No veía de qué modo iba a preparar un té en mitad de
una discoteca y no tenía intención de salir llevando un termo en el bolso. Y lo
que no pensaba hacer, de ninguna manera, era tomarse aquello en su propia casa.
… Claro que tampoco veía seguro dejar una bolsita de “a-saber-qué”
al alcance de su hermano, que tenía por costumbre cotillear sus cosas cuando
ella no estaba. Recogió la bolsita del cajón de la cómoda y, tras un momento de
duda, acabó metiéndola en el bolso. Tampoco ocupaba mucho espacio, y hasta que
supiera qué hacían exactamente, esas hierbas estaban más seguras donde pudiera
controlarlas.
…
- Ey, hola, ¿qué tal estás?
- ¿Qué coño quieres? Estoy un poco ocupada
- Es por las hierbas chinas aquellas…
- …
- …Ah… me preguntaba si tendrías alguna muestra más…
- Uy, listillo a babor. No, no me quedan “muestras”. La
primera fue por cortesía de la casa, a partir de ahí si quieres algo lo pagas.
- Pero…
- Pues hasta lueg-
- Vale, vale. ¿Cuánto por bolsa?
- Lo tengo que pensar. Ya hablamos mañana.
- ¿No me puedes contestar ahora?.
-Ya. Hablamos. Mañana.
- Solo te estoy haciendo una preg-
Carlota apagó el móvil y lo metió debajo de la almohada. Lo
habría tirado contra la pared, pero no se sentía con fuerzas para hacerlo. La
gente era idiota, pensó, mientras se colocaba – otra vez – el termómetro bajo
la axila. Esas putas hierbas no hacían absolutamente nada, ella misma las había
probado según le llegaron los primeros paquetes, y no era más que té normal y
corriente. Y dudaba mucho que fuera de origen chino. Pero la gente era así de
crédula. Y mejor para ella; casi todos los clientes a los que les había
regalado la primera bolsita le habían pedido más. Y también habían pagado más.
Si nadie se enteraba de que estaba subiendo el precio para aumentar su parte,
podría hacerse con un buen pico…
Agarró un pañuelo de la mesita de noche justo a tiempo de
taparse la boca y tener el padre de los ataque de tos. Cuando se calmó, se limpió
los labios, dejó el pañuelo manchado de sangre de nuevo en la mesita, y se
acurrucó lo mejor que pudo bajo las mantas.
Solo necesitaba dormir, seguro que tras una noche de sueño
se encontraría mejor.
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