Supo que el momento había llegado porque sintió su presencia. No imaginaba que fuera a suceder de aquel modo tan pacífico, y desde luego no se le había ni ocurrido que iba a verlo venir.
Decidió soltarse el pelo para la ocasión. Su suave melena plateada, que hacía ya bastante tiempo se había vuelto totalmente blanca, le acarició los hombros y la espalda produciéndole un agradable cosquilleo.
Oyó sus pasos. El ritmo inconfundible de sus pisadas, acercándose, haciendo crujir la vegetación y las hojas secas.
Ya hacía tiempo que le costaba respirar cuando hacía algún esfuerzo, pero pese a estar reposada, le falló la respiración. Le dolían todas las articulaciones, y al intentar recostarse sobre la mullida alfombra de hojas del suelo, le crujieron las rodillas. Parecía que Nordrassil seguía sin recuperarse, porque estaba claro que había envejecido.
Se puso cómoda, apoyada sobre una raiz, a los pies del árbol en el que había construido el que sería su hogar sus últimos siglos de vida. La humedad de la madera cuvierta de musgo la reconfortó: Se sentía muy cómoda, arrullada por el susurro del viento en las ramas, los trinos de las aves, sus pisadas cada vez más cercanas...
Respiró hondo. Estaba muy nerviosa. No esperaba que viniera a recogerle... Claro que no esperaba volver a verle. Aquello había sido toda una sorpresa. No hubiera querido que la viera tan vieja, ni con aquellas ropas de salvaje... pero en aquel momento sólo podía pensar en lo mucho que lo había extrañado, y en las ganas que tenía de besarle.
Cerró los ojos. Apoyó las manos en su regazo, una sobre la otra, y se relajó. Ya no podía tardar mucho en llegar.
De su cuerpo surgió un último suspiro. Después, nada.
Vió su mano salir de entre los arbustos, abriéndose camino entre las ramas, y contuvo el impulso de correr hacia él. Llevaba una camisa blanca y unos pantalones oscuros, con un chaleco de cuero fino. Muy austero pero encantador, como la primera vez que lo vió, allá en Darnassus hacía tanto tiempo. El pelo suelto le caía sobre los hombros, brillante y negro como el carbón. Se acercó hasta quedar tan cerca de ella que podía sentir el calor que emanaba a través de su ropa, y deslizó la mirada desde sus ojos hasta el bajo bordado de su túnica blanca, intentando retener cada detalle de su cuerpo, y como con miedo de que aquello fuera una ilusión. Levantó una mano y le acarició la mejilla. Cuánto tiempo deseando sentir su piel sobre la mía, pensó ella. Lo deseaba tanto, que casi le dolió.
Su mano se deslizó hacia su nuca, y le pasó los dedos por la abundante melena plateada. Una pequeña lágrima le asomó en la comisura de los ojos.
- Creía que no venías. Ha pasado tanto tiempo...
Música, pensó ella. Aquella voz era la música más hermosa que había escuchado nunca.
- Te dije que vendría - Se le escaparon las lágrimas - Pero pensé que no estarías...
- Ni todo el tiempo del universo sería demasiado si tú eres la recompensa.
Se abrazaron con fuerza. Él también había empezado a llorar.
- Pero ya estás aquí... - le acarició el pelo con una mano, mientras que con la otra le rodeaba la cintura, aprentándola contra él - Ya todo está bien...
Ella se abrazó con más fuerza a él. Era verdad. Después de tanto sufrimiento, de tanto odio, de tanto tiempo separados. Después de todo aquel dolor, podían volver a estar juntos. Podían volver a ser uno. Y esta vez ninguna fuerza en el universo, por poderosa que fuera, conseguiría volver a separarlos.
Se separó un poco de él, y levantó la cabeza, mirándo aquellos ojos que eran los dueños de su alma.
- ¿Y a dónde iremos ahora?
Él sonrió aún más.
- Tenemos toda la eternidad para nosotros mi reina. Iremos a donde desees.
Y volvieron a abrazarse. Por fin, se dijo la elfa, tan llena de alegría que sentía que su cuerpo era demasiado pequeño para contenerla.
"Por fin"
Decidió soltarse el pelo para la ocasión. Su suave melena plateada, que hacía ya bastante tiempo se había vuelto totalmente blanca, le acarició los hombros y la espalda produciéndole un agradable cosquilleo.
Oyó sus pasos. El ritmo inconfundible de sus pisadas, acercándose, haciendo crujir la vegetación y las hojas secas.
Ya hacía tiempo que le costaba respirar cuando hacía algún esfuerzo, pero pese a estar reposada, le falló la respiración. Le dolían todas las articulaciones, y al intentar recostarse sobre la mullida alfombra de hojas del suelo, le crujieron las rodillas. Parecía que Nordrassil seguía sin recuperarse, porque estaba claro que había envejecido.
Se puso cómoda, apoyada sobre una raiz, a los pies del árbol en el que había construido el que sería su hogar sus últimos siglos de vida. La humedad de la madera cuvierta de musgo la reconfortó: Se sentía muy cómoda, arrullada por el susurro del viento en las ramas, los trinos de las aves, sus pisadas cada vez más cercanas...
Respiró hondo. Estaba muy nerviosa. No esperaba que viniera a recogerle... Claro que no esperaba volver a verle. Aquello había sido toda una sorpresa. No hubiera querido que la viera tan vieja, ni con aquellas ropas de salvaje... pero en aquel momento sólo podía pensar en lo mucho que lo había extrañado, y en las ganas que tenía de besarle.
Cerró los ojos. Apoyó las manos en su regazo, una sobre la otra, y se relajó. Ya no podía tardar mucho en llegar.
De su cuerpo surgió un último suspiro. Después, nada.
Vió su mano salir de entre los arbustos, abriéndose camino entre las ramas, y contuvo el impulso de correr hacia él. Llevaba una camisa blanca y unos pantalones oscuros, con un chaleco de cuero fino. Muy austero pero encantador, como la primera vez que lo vió, allá en Darnassus hacía tanto tiempo. El pelo suelto le caía sobre los hombros, brillante y negro como el carbón. Se acercó hasta quedar tan cerca de ella que podía sentir el calor que emanaba a través de su ropa, y deslizó la mirada desde sus ojos hasta el bajo bordado de su túnica blanca, intentando retener cada detalle de su cuerpo, y como con miedo de que aquello fuera una ilusión. Levantó una mano y le acarició la mejilla. Cuánto tiempo deseando sentir su piel sobre la mía, pensó ella. Lo deseaba tanto, que casi le dolió.
Su mano se deslizó hacia su nuca, y le pasó los dedos por la abundante melena plateada. Una pequeña lágrima le asomó en la comisura de los ojos.
- Creía que no venías. Ha pasado tanto tiempo...
Música, pensó ella. Aquella voz era la música más hermosa que había escuchado nunca.
- Te dije que vendría - Se le escaparon las lágrimas - Pero pensé que no estarías...
- Ni todo el tiempo del universo sería demasiado si tú eres la recompensa.
Se abrazaron con fuerza. Él también había empezado a llorar.
- Pero ya estás aquí... - le acarició el pelo con una mano, mientras que con la otra le rodeaba la cintura, aprentándola contra él - Ya todo está bien...
Ella se abrazó con más fuerza a él. Era verdad. Después de tanto sufrimiento, de tanto odio, de tanto tiempo separados. Después de todo aquel dolor, podían volver a estar juntos. Podían volver a ser uno. Y esta vez ninguna fuerza en el universo, por poderosa que fuera, conseguiría volver a separarlos.
Se separó un poco de él, y levantó la cabeza, mirándo aquellos ojos que eran los dueños de su alma.
- ¿Y a dónde iremos ahora?
Él sonrió aún más.
- Tenemos toda la eternidad para nosotros mi reina. Iremos a donde desees.
Y volvieron a abrazarse. Por fin, se dijo la elfa, tan llena de alegría que sentía que su cuerpo era demasiado pequeño para contenerla.
"Por fin"
Te has superado a ti misma. Tres veces me lo he leido hoy y las dos ultimas no he sido capaz de terminar de leerlo porque no veia la pantalla. Brillante.
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