Dios Santo, hacía tanto tiempo que no me ponía una minifalda que llevo toda la mañana emparanoiada con que se me ve el culo! Ahora entiendo por qué me gustan tanto los vaqueros... pero jo, ya que me he gastado el dinero habrá que amortizarlo, y ahora que enseñar mis piernas por encima de las rodillas ya no hace que me detengan por escándalo en la vía pública... Además, a mi también me gusta estar mona, que sólo porque esté amargada eso no quiere decir que tenga que salir a la calle como si comprase la ropa en el contenedor de basura de la esquina...
El otro día comencé a mirar habitaciones para mudarme al centro de Madrid. Bueno, más concretamente este martes, pero es que yo uso "el otro día" para referirme a cualquier momento del pasado comprendido entre hace cinco minutos y tres milenios. Si algún día me oís decir que "el otro día hice la primera comunión", no os extrañéis.
Cuando una se muda a Fuenlabrada imbuida por la droga del amor, le parece un barrio casi céntrico, a escasos treinta minutos de Atocha, muy bien comunicado, con la línea de renfe de mayor frecuencia de paso de trenes, un centro comercial al lado, zona de bares, terrazas, divertimentos... Vamos, que casi me dio la sensación de estarme mudando al paraíso hecho barrio de la periferia.
Y mira tú por dónde que, desde hace poco más de un mes - qué casualidad, justo desde que me dejó mi novio -, de pronto Fuenla me ha empezado a parecer un páramo cultural situado en el culo del mundo - a sólo quince minutos en coche de Mataporculo del Páramo - en el que no hay una sola cosa que hacer si pasas la tarde sola en el barrio, con un Carrefour de mala muerte y dos bares de pueblo como único divertimento, y tan lejos de todo que si me apetece salir a algún lado, me tiro más tiempo en el transporte público yendo y viniendo que en el sitio al que voy.
Nunca subestiméis el poder de las endorfinas, chicos.
Así que me preparé para hacer mi tercera mudanza - Dios, qué estrés - en un año. Lo que se traduce en que empecé a ojear la página de Idealista.com durante las horas de trabajo, y a apuntarme las habitaciones que pintaban bien. El martes hice un par de llamadas, y el miércoles concerté una cita para ver una habitación que prometía bastante, justo detrás del centro comercial de Príncipe Pío. Quedé en pasarme a las nueve y media, porque la inquilina llegaba a esa hora, y además había otra chica, que había llamado como una hora antes que yo, que también quería verla.
Como en el piso se alquilaba más de una habitación, quise acercarme a echarle un ojo a pesar de que había ya otra chica interesada, y estaba muy contenta porque el piso pintaba muy bien y desde siempre he tenido muchas ganas de vivir por aquella zona. Hasta comencé a pensar que el karma me estaba compensando en cierto modo por haberme arrancado el corazón del pecho y habérselo comido obligándome a mirar.
Tras echar toda la tarde en el centro comercial, donde me compré la falda del infierno que llevo ahora, y cuyo objetivo vital parece ser que todo Cristo me vea las bragas - si lo llego a saber me pongo el culotte de colorines, no estas negras tan sosas -, y de llamar a mi madre y a todos mis amigos - a los dos - para contarles la buena nueva de que igual me iba a vivir a aquella zona, me dirigí al piso en cuestión, justo a la misma hora que la inquilina volvía del trabajo.
El piso era antiguo, de techo alto, habitaciones grandes, con una preciosa terraza, y nada más entrar vislumbré el cuatro grande en alquiler, donde estaba la chica que había venido a verlo antes, con las dueñas de la casa.
Bien. Aquel cuarto merece un párrafo para él solo. Aquello era como el salón de baile del Titanic, solo que con un pedazo de ventanal que daba a la terraza que ocupaba toda la pared exterior, con vistas a la sierra. Podría haber usado ese cuarto como piso franco para un equipo de animadoras, y no habría faltado espacio. Tan solo al verlo de pasada mientras me enseñaban el resto de la casa comencé a pensar en la cantidad de estanterías y mesas para dibujar, escribir, o simplemente tenerlas ahí, que podría poner en aquel sitio.
Y claro, la chica que llegó media hora antes que yo también pensó lo mismo.
Así que me dije, bueno, no pasa nada, vamos a ver el otro cuarto, que aunque de a un patio interior, como la inquilina me ha caído bien, si me gusta la habitación me quedo aquí.
Y de pronto la dueña se mete en un armario con ventanuco, me dice que entre tras ella, y me explica que esa es la otra habitación.
Ante la cara de "tú me estás vacilando" que le puse, me comentó que tenía otro piso un poco más arriba, con un cuarto exterior, y me acompañó a verlo.
El piso en cuestión lo compartían un cubano, un italiano, y un español. Al español no le vi, pero el cubano estuvo hablando un rato con las dueñas de la casa - rato que me bastó para darme cuenta de que no sabía apenas español -, y cuando el italiano llegó del gimnasio, me miró como si fuera una rata de laboratorio a la que de pronto le habían salido cuernos. Vamos, que ya podían enseñarme el palacio de Richard Garriot, porque por una habitación normal yo no me quedaba allí ni loca.
El cuarto no estaba mal. Pequeño pero sin pasarse, exterior con vistas monas a la calle y una colina muy cuca, armario empotrado, posibilidad de quitar todos los muebles para llevar los míos. Pero cuando estaba casi convencida, pregunté por el precio del alquiler. Y resulta que aquel cuchitril valía lo mismo que el salón de baile del Titanic de la casa en la que acabábamos de estar.
Diciéndoles que me lo pensaría, salí de allí a todo correr, mitad asustada por los ademanes bruscos del italiano, mitad asqueada por las miraditas a mi pecho del cubano, y mitad cabreada conmigo misma por no haber llamado una hora antes al puto anuncio que vi por la mañana, pero al que llamé a las seis de la tarde. Había perdido toda la tarde ilusionándome con mi nueva vida en el centro de Madrid, y ahora me venía el bajón.
Diga lo que diga la gente, la peor resaca es la de las endorfinas.
Total, que gasté todo el tiempo de vuelta a casa - y también la batería del móvil - en llamar al resto de los pisos que había descartado porque el que realmente me interesaba era el que "no" había conseguido, con el resultado de que la mitad estaban alquilados ya, y sólo pude concertar cita para los dos que menos me interesaban. No queráis saber el estado de depresión con el que llegué a casa.
Pero bueno, al menos he encontrado una manera interesante de gastar la tarde: Viendo pisos. Me recuerda mis tiempos de promotora en una empresa de construcción, cuando mi jornada laboral consistía en enseñar un piso piloto a todo el que entrase por la puerta. Sólo que ahora soy yo a la que se la enseñan.
Segunda parte aquí
Tercera parte aquí
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El otro día comencé a mirar habitaciones para mudarme al centro de Madrid. Bueno, más concretamente este martes, pero es que yo uso "el otro día" para referirme a cualquier momento del pasado comprendido entre hace cinco minutos y tres milenios. Si algún día me oís decir que "el otro día hice la primera comunión", no os extrañéis.
Cuando una se muda a Fuenlabrada imbuida por la droga del amor, le parece un barrio casi céntrico, a escasos treinta minutos de Atocha, muy bien comunicado, con la línea de renfe de mayor frecuencia de paso de trenes, un centro comercial al lado, zona de bares, terrazas, divertimentos... Vamos, que casi me dio la sensación de estarme mudando al paraíso hecho barrio de la periferia.
Y mira tú por dónde que, desde hace poco más de un mes - qué casualidad, justo desde que me dejó mi novio -, de pronto Fuenla me ha empezado a parecer un páramo cultural situado en el culo del mundo - a sólo quince minutos en coche de Mataporculo del Páramo - en el que no hay una sola cosa que hacer si pasas la tarde sola en el barrio, con un Carrefour de mala muerte y dos bares de pueblo como único divertimento, y tan lejos de todo que si me apetece salir a algún lado, me tiro más tiempo en el transporte público yendo y viniendo que en el sitio al que voy.
Nunca subestiméis el poder de las endorfinas, chicos.
Así que me preparé para hacer mi tercera mudanza - Dios, qué estrés - en un año. Lo que se traduce en que empecé a ojear la página de Idealista.com durante las horas de trabajo, y a apuntarme las habitaciones que pintaban bien. El martes hice un par de llamadas, y el miércoles concerté una cita para ver una habitación que prometía bastante, justo detrás del centro comercial de Príncipe Pío. Quedé en pasarme a las nueve y media, porque la inquilina llegaba a esa hora, y además había otra chica, que había llamado como una hora antes que yo, que también quería verla.
Como en el piso se alquilaba más de una habitación, quise acercarme a echarle un ojo a pesar de que había ya otra chica interesada, y estaba muy contenta porque el piso pintaba muy bien y desde siempre he tenido muchas ganas de vivir por aquella zona. Hasta comencé a pensar que el karma me estaba compensando en cierto modo por haberme arrancado el corazón del pecho y habérselo comido obligándome a mirar.
Tras echar toda la tarde en el centro comercial, donde me compré la falda del infierno que llevo ahora, y cuyo objetivo vital parece ser que todo Cristo me vea las bragas - si lo llego a saber me pongo el culotte de colorines, no estas negras tan sosas -, y de llamar a mi madre y a todos mis amigos - a los dos - para contarles la buena nueva de que igual me iba a vivir a aquella zona, me dirigí al piso en cuestión, justo a la misma hora que la inquilina volvía del trabajo.
El piso era antiguo, de techo alto, habitaciones grandes, con una preciosa terraza, y nada más entrar vislumbré el cuatro grande en alquiler, donde estaba la chica que había venido a verlo antes, con las dueñas de la casa.
Bien. Aquel cuarto merece un párrafo para él solo. Aquello era como el salón de baile del Titanic, solo que con un pedazo de ventanal que daba a la terraza que ocupaba toda la pared exterior, con vistas a la sierra. Podría haber usado ese cuarto como piso franco para un equipo de animadoras, y no habría faltado espacio. Tan solo al verlo de pasada mientras me enseñaban el resto de la casa comencé a pensar en la cantidad de estanterías y mesas para dibujar, escribir, o simplemente tenerlas ahí, que podría poner en aquel sitio.
Y claro, la chica que llegó media hora antes que yo también pensó lo mismo.
Así que me dije, bueno, no pasa nada, vamos a ver el otro cuarto, que aunque de a un patio interior, como la inquilina me ha caído bien, si me gusta la habitación me quedo aquí.
Y de pronto la dueña se mete en un armario con ventanuco, me dice que entre tras ella, y me explica que esa es la otra habitación.
Ante la cara de "tú me estás vacilando" que le puse, me comentó que tenía otro piso un poco más arriba, con un cuarto exterior, y me acompañó a verlo.
El piso en cuestión lo compartían un cubano, un italiano, y un español. Al español no le vi, pero el cubano estuvo hablando un rato con las dueñas de la casa - rato que me bastó para darme cuenta de que no sabía apenas español -, y cuando el italiano llegó del gimnasio, me miró como si fuera una rata de laboratorio a la que de pronto le habían salido cuernos. Vamos, que ya podían enseñarme el palacio de Richard Garriot, porque por una habitación normal yo no me quedaba allí ni loca.
El cuarto no estaba mal. Pequeño pero sin pasarse, exterior con vistas monas a la calle y una colina muy cuca, armario empotrado, posibilidad de quitar todos los muebles para llevar los míos. Pero cuando estaba casi convencida, pregunté por el precio del alquiler. Y resulta que aquel cuchitril valía lo mismo que el salón de baile del Titanic de la casa en la que acabábamos de estar.
Diciéndoles que me lo pensaría, salí de allí a todo correr, mitad asustada por los ademanes bruscos del italiano, mitad asqueada por las miraditas a mi pecho del cubano, y mitad cabreada conmigo misma por no haber llamado una hora antes al puto anuncio que vi por la mañana, pero al que llamé a las seis de la tarde. Había perdido toda la tarde ilusionándome con mi nueva vida en el centro de Madrid, y ahora me venía el bajón.
Diga lo que diga la gente, la peor resaca es la de las endorfinas.
Total, que gasté todo el tiempo de vuelta a casa - y también la batería del móvil - en llamar al resto de los pisos que había descartado porque el que realmente me interesaba era el que "no" había conseguido, con el resultado de que la mitad estaban alquilados ya, y sólo pude concertar cita para los dos que menos me interesaban. No queráis saber el estado de depresión con el que llegué a casa.
Pero bueno, al menos he encontrado una manera interesante de gastar la tarde: Viendo pisos. Me recuerda mis tiempos de promotora en una empresa de construcción, cuando mi jornada laboral consistía en enseñar un piso piloto a todo el que entrase por la puerta. Sólo que ahora soy yo a la que se la enseñan.
Segunda parte aquí
Tercera parte aquí
Te voy a perdonar por lo de tu ex, pero Fuenla es un sitio cojonudo para vivir. Yo no lo cambio por el centro de Madrid ni harto vino.
ResponderEliminarVale, está lejos. Y no está tan bien comunicado porque en metro tardas una eternidad, en autobús dos eternidades y el tren que es lo único decente te tarda un mínimo de 25 minutos en dejarte cerca del centro. Y sólo cerca.
Pero la tranquilidad de Fuenla no la cambio por el bullicio y estrés de Madrid. No, ni de coña. Y Fuenla está mu bien, hay mucha población joven, tiene muchas cosas para hacer, y ahora ya tenemos universidad, hospital, auditorio... no sé, está muy chulo. Y no hay tanta delincuencia como en otras ciudades de la periferia.
Pero bueno, ya te digo que te perdono la herejía porque sé que lo de tu ex te ha nublado el juicio :P
Estoy de acuerdo con Makken Skeyes, la zona sur de Madrid no es tan mala como la pintan. Y te lo dice uno que lleva 30 de sus 32 primaveras viviendo en Getafe.
ResponderEliminarNo obstante, soy un gañán que apenas conoce su propia ciudad (no nací en Fuenla, pero llevo ahí toda mi vida) y en general las ciudades del sur porque de joven nunca fui mucho de salir y mis salidas se reducían a cine o jugar al baloncesto y poco más. Y ahora que sí que salgo más, como mi novia es de Madrid y conozco más gente en la capital, pues salgo mucho más por ahí. Claro que también se debe al hecho de poder coger el coche, que se tarda mucho menos en desplazarse.
ResponderEliminarP.D.: si te aburres por las tardes y te apetece dar una vuelta, ya sabes ;)
Si ya sé que Fuenla no está tan mal, pero es que cada vez que salgo a dar una vuelta por el barrio para no pensar, da igual a dónde vaya, todo me recuerda a algo que hice con mi ex... e irremediablemente, no sé cómo, acabo siempre llegando a la rotonda donde está su casa. Y claro, así como que le he cogido un poco de tirria al barrio ._.U
ResponderEliminarEso es normal... Y entiendo que le estés cogiendo tirria, pero ya te digo que te perdono :P
ResponderEliminar¡Anímate, mujer!
Joder, pues no me lo digas dos veces, que ahora estoy en modo "me voy a pasar por el arco del triunfo mi regla de no quedar en persona a nadie que haya conocido por Internet". Aunque ya me queda poco de vivir por esos lares, también es cierto ._.
ResponderEliminarPero ir en coche al centro de Madrid debe ser horrendo luego para aparcar, no? o_O
"con" nadie. Repasar lo que escribo antes de darle a "publicar" es una sana costumbre que debería adoptar ¬¬U
ResponderEliminarHombre, no suelo ir al centro de Madrid, sino más bien a barrios de la periferia. Pero sí, aparcar por el centro es un infierno duro como pocos.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de quedar... como veas. A mí me haría ilu porque tu blog me está gustando mucho y siempre mola conocer a gente interesante :) Si se pudiera apuntar también Ender ya sería la leche :D
yo me apunto a un bombardeo!
ResponderEliminarMariu, a este paso vamos a tener que organizar un beers & blogs
¿ves como lo de quedar con la gente que conoces de internet no es malo? yo no soy un psicópata (a menos que hables bien de la ministra de cultura y la SGAE), asbeel no es un psicópata (bueno, menos cuando habla de escrima)...
:-D
¿Y Morghost? También molaría conocerle a él :)
ResponderEliminar¡Mariu! ¡Organiza una quedada!
¿¿Yo?? o_O
ResponderEliminarEhm...
Semana que viene, cervecitas, o cine y bolos? o cine y cervezas? y cine y bolos?
Es dificil decidir una quedada cuando no tienes ni idea de los gustos de la gente!!! >.<
Me vale cualquiera de las opciones con la salvedad de que donde tú dices cervezas yo leo fantas de naranja :P
ResponderEliminarVale. Llamamiento a las armas:
ResponderEliminarSemana que viene. Parquesur. Cine, bolos y/o cañas/coca colas/trinas de naranja. Sé que Asbeel no puede, pero eso sólo es un motivo para quedar otro día para que se venga él también. ¿Qué me decís? (y si queréis que se venga más peña, qué dicen ellos?)
A mí me parece perfecto. ¿Qué día? ¿Viernes? Y, ¿a qué hora? ¿Sobre las 20?
ResponderEliminarHum...preferiría que el Viernes, no, pero si hay que hacer un esfuerzo, se hace.
ResponderEliminarYo me apuntooorl!
P.D: Sitio con transporte público, que odio el tráfico y los puñeteros coches, por lo menos cuando conduzco yo :-D
Parquesur tiene renfe y metrosur ^^
ResponderEliminarA mi me viene bien cualquier día, tengo insomnio y hasta las tres nunca concilio el sueño, así que... :P
Parquesur está en Leganés, tiene cerca el tren, línea C5, el metro, no recuerdo qué parada del metrosur y varios autobuses cuyos números desconozco. Pero, si usted se atreve, yo me puedo comprometer a ser su chofer particular ;)
ResponderEliminarAh, y lo del viernes es sugerencia, en principio me da igual un día que otro.
ResponderEliminar¿Cuál es tu sugerencia, Ender?
Yo creo que el jueves podría ser buen día. Como quien dice ya es fin de semana, el viernes nunca se hace nada en el trabajo, y para pasar la tarde y luego pa casita no nos pilla mal a ninguno de los tres (fuenlabreños y bronxtolense)
ResponderEliminarPues por mí perfecto :)
ResponderEliminarJueves me parece perfecto.
ResponderEliminary si tiene metro genial, así salgo del curro y voy directo :-)
Vale, ya os mando un correo con los detalles. ¡Qué ilu! :3
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