Palosofía (1)

En el principio, Dios creó el palo. Y el palo medró y convivió con el resto de animales.
Y Dios vio que era bueno.

Más tarde, Dios creó al hombre. Y el hombre medró y gobernó con justicia a los demás seres vivos de la creación.
Y Dios vio que era bueno

Entonces los hombres encontraron el palo. Y comenzaron a atizarse los unos a los otros con él.
Y Dios dijo, "Mieeeeerrrrda"

Y así fue como Dios creó los tacos.

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Este bonito extracto de un texto apócrifo de la Biblia, cuya existencia sólo ha sido revelada a unos pocos elegidos a lo largo de la historia, y que tras una ardua investigación yo he descubierto, nos revela la estrecha relación entre el ser humano y el palo a lo largo de los siglos.
No hay más que echar un vistazo a la relación de cualquier persona con el palo a lo largo de su vida. Desde su más tierna infancia, cualquier niño encontrará en un palo a su mejor amigo. Y el gato de la familia a su peor pesadilla, pero esa no es la especie de la que estamos hablando.
Cuando llegue a la pubertad y a la adolescencia, el palo será un símbolo de status y de respeto. En la edad adulta, de supremacía. Y en la vejez, un apoyo tras los largos años compartidos juntos.

Pero sobre todo, el palo es el método antiestrés por antonomasia.

Las primeras guerras, allá por la Edad de Piedra, no se llevaron a cabo para obtener la supremacía sobre un territorio; simplemente eran terapias de grupo, porque en la antigüedad, como no había psicólogos ni libros de autoayuda, la gente se estresaba mucho. Lo que pasa es que los libros de historia lo tergiversan todo.
Luego llegó la Edad Antigua, y como la gente leía libros y era más civilizada - todo lo civilizado que puede ser un tío vestido con una sábana -, y como le rendían culto al cuerpo, pensaron que pasearse por la calle medio desnudo lleno de cardenales no podía ser algo bello, así que desterraron esa sana costumbre.
Para desestresarse, en su lugar, montaron bacanales y espectáculos de circo, pero no era lo mismo ver a los leones desmembrar esclavos que liarse a palos los unos con los otros. Las bacanales sí que funcionaban, pero su efecto era menos duradero y las resacas del día después eran mucho peores que los cardenales y las agujetas, así que también se les perdió el gusto.
De manera que, además del estrés, la frustración creció en la sociedad.

Hasta que un día, un emperador que ya estaba hasta las narices de que los patricios no parasen de pedirle distracciones para ahuyentar el estrés, organizó una guerra con los reinos de Europa del Este, con la esperanza de que ello relajaría a sus súbditos.
Todo el mundo se apuntó en manada: Ricos, pobres, hombres, mujeres, niños, perros, gatos, periquitos... Todos quisieron participar en tan relajante acto. Pero no contaron con que los bárbaros les llevaban siglos y siglos de ventaja en el arte del apaleo... ellos habían sido más listos y nunca habían prohibido las terapias antiestrés, así que sus guerreros estaban más relajados, y eso hizo que aplastasen a los romanos, conquistasen Europa, y popularizasen de nuevo este tipo de terapias.

Y con ello dio comienzo la Edad Media.

¡Qué época gloriosa aquella! La Edad Media fue todo un exponente de las altas cotas de relajación que reportaba liarse a palos con alguien: Guerras por doquier, peleas callejeras, disturbios familiares... ¡La sociedad disfrutaba del menor grado de estrés de todos los tiempos!

Pero ay, que llegó la edad moderna, y los hombres, en su infinita vagancia, pensaron que tener que atizar con palos era muy cansado, y que quizá si inventasen algo con lo que hubiera que moverse menos, se podrían desestresar desde el sofá del salón. Así que inventaron las armas a distancia. Y durante un tiempo, por aquello de la novedad, todos estuvieron muy felices.
Sin embargo, pronto se observaron los efectos secundarios perniciosos de estos nuevos inventos. Las heridas que se hacían eran mucho más graves, y a veces mataban a la gente. Esto hacía que los familiares de los muertos quisieran vengarse, y matasen a toda la familia del asesino. Lo cual generaba ansia de venganza por su parte, y un ajuste de cuentas a mayor escala, lo cual a su vez...

Y así, señores, nacieron las guerras modernas, porque en una terapia de grupo con una de esas armas a distancia, a uno le falló la puntería y le dio en la frente al de al lado. Y las represalias fueron creciendo hasta alcanzar escala mundial, y el resultado fue que ahora hay guerras de las malas, de esas en las que nadie se relaja, sino que sale más estresado aún.

Pero claro, ahora para liberar el estrés hay otros métodos, porque parece ser que somos demasiado civilizados para relajarnos liándonos a palos. Hay unos señores que te escuchan y te dicen lo que tienes que hacer, te cobran por ello, y encima se precian de que te han relajado, cuando lo único que consiguen es que te sientas muy tonto pagando por algo que podrías hacer gratis con un amigo en una cafetería. También hay unas pastillitas que dicen que te relajan, y bien cierto es; pero cuando se pasa el efecto, uno se queda con más ganas de apalizar a alguien de las que tenía antes.

Qué sabios eran nuestros ancestros, y qué poco caso les hicimos! Ojala pudiéramos aprender de toda su sabiduría, y recuperar las viejas costumbres... ¡De cuánto estrés y de cuánto odio se liberaría el mundo!




Propina al canto:

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