Estoy empezando a darme cuenta de ciertas consecuencias de vivir en un piso tan ridículamente grande como el que me tiene de inquilina junto con otras cinco personajas. No es que me resulten molestas; curiosas sería la palabra; aunque a ratos las encuentro más bien hilarantes.
Por ejemplo, un día hace una semana me levanté para ir al trabajo, y salí del cuarto sin ponerme pantalones. Vamos, en camiseta y un culotte. Estaba en la cocina preparándome el desayuno tan tranquila, oí a alguien en el pasillo, asomé la cabeza para saludar...
Y me encontré al novio de una de ellas.
Lo bueno de estar medio dormida a esas horas de la mañana es la naturalidad con la que abordas ciertas situaciones... aunque después de darle los buenos días con todo el desparpajo del mundo, me volví a mi cuarto y salí con el chandal puesto. Y Dios sabe que no volveré a salir del cuarto en ropa interior así me juren que el edificio está vacío.
Y es que eso es lo divertido de vivir con cinco chicas más: Siempre estás conociendo gente nueva. Yo ya, cuando entro en la cocina por las mañanas y me encuentro una cara nueva, le doy los buenos días como si tal cosa.
Cualquier día se nos cuela un mendigo en la casa y todas damos por hecho que es familia de alguna de las demás.
Otra cosa que me parece curiosa es la constante falta de cubiertos. No estoy muy enterada de cómo van las cosas en una cocina en la que haya lavaplatos, porque en casa de mis padres nunca tuvimos uno. Pero según parece se trata de un aparato de funcionalidad desconocida que se alimenta de cubertería, porque cuando llegué había un montón de cuchillos, cucharas y tenedores... y a día de hoy encontrar una cuchara de postre viene a ser igual de fácil que encontrar la Atlántida. Tiemblo al pensar en el momento en que el la emprenda con la vajilla...
Claro que algo muy bueno que tiene que seamos seis mujeres viviendo bajo el mismo techo es que resulta virtualmente imposible que se acabe nada. Si alguna se queda sin algo, ya sea comida, cosméticos, compresas, napalm, o tubos de uranio enriquecido, hay otras cinco mujeres cerca que sin ninguna duda estarán totalmente surtidas. De hecho, a esos efectos, somos como pequeñas máquinas dispensadoras: "Una sonrisa y tiene lo que necesita!".
...
Eso me recuerda que le presté la miel a Silvia la otra semana y casi se me acabó el bote... habrá que ir comprando.
Qué lástima que en los supermercados no valgan las sonrisas...
Por ejemplo, un día hace una semana me levanté para ir al trabajo, y salí del cuarto sin ponerme pantalones. Vamos, en camiseta y un culotte. Estaba en la cocina preparándome el desayuno tan tranquila, oí a alguien en el pasillo, asomé la cabeza para saludar...
Y me encontré al novio de una de ellas.
Lo bueno de estar medio dormida a esas horas de la mañana es la naturalidad con la que abordas ciertas situaciones... aunque después de darle los buenos días con todo el desparpajo del mundo, me volví a mi cuarto y salí con el chandal puesto. Y Dios sabe que no volveré a salir del cuarto en ropa interior así me juren que el edificio está vacío.
Y es que eso es lo divertido de vivir con cinco chicas más: Siempre estás conociendo gente nueva. Yo ya, cuando entro en la cocina por las mañanas y me encuentro una cara nueva, le doy los buenos días como si tal cosa.
Cualquier día se nos cuela un mendigo en la casa y todas damos por hecho que es familia de alguna de las demás.
Otra cosa que me parece curiosa es la constante falta de cubiertos. No estoy muy enterada de cómo van las cosas en una cocina en la que haya lavaplatos, porque en casa de mis padres nunca tuvimos uno. Pero según parece se trata de un aparato de funcionalidad desconocida que se alimenta de cubertería, porque cuando llegué había un montón de cuchillos, cucharas y tenedores... y a día de hoy encontrar una cuchara de postre viene a ser igual de fácil que encontrar la Atlántida. Tiemblo al pensar en el momento en que el la emprenda con la vajilla...
Claro que algo muy bueno que tiene que seamos seis mujeres viviendo bajo el mismo techo es que resulta virtualmente imposible que se acabe nada. Si alguna se queda sin algo, ya sea comida, cosméticos, compresas, napalm, o tubos de uranio enriquecido, hay otras cinco mujeres cerca que sin ninguna duda estarán totalmente surtidas. De hecho, a esos efectos, somos como pequeñas máquinas dispensadoras: "Una sonrisa y tiene lo que necesita!".
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Eso me recuerda que le presté la miel a Silvia la otra semana y casi se me acabó el bote... habrá que ir comprando.
Qué lástima que en los supermercados no valgan las sonrisas...
5 chicas!? Guau, cómo tiene que ser aquello...
ResponderEliminarMe encantan el lolcats y el motivator del final xD
PD: Nuevo fiel lector.
compartir piso es lo que tiene... ves gente, caras nuevas, gastas en aislamiento acústico... ;)
ResponderEliminar@Jabogood: De hecho somos 5 más una (vamos, que somos 6) XD
ResponderEliminarAsias, espero que te siga gustando el blog! :P
@Katakraos: Nah, lo del aislamiento acústico aún no es necesario... al menos en mi caso, que mi habitación está a tomar por culo de las demás y no oigo nada :P