Había una vez, en un país muy, muy lejano, un dulce lobo que vivía feliz en el bosque. Hacía ya muchos años que este lobo, de pelaje color gris perla, había dejado de cazar a los animales de las zonas en las que habitaba. No se sentía capaz de matar a los seres con los que convivía. Así pues, se limitaba a alimentarse de pescado y frutos del bosque. Los herbívoros de la zona le tenían un gran aprecio, porque no solo respetaba su vida, sino que además, dado su imponente tamaño y su musculatura, ahuyentaba a los depredadores que intentaran hacer de aquel su territorio. Un día, el lobo se aventuró más de lo que habría debido fuera del bosque, y llegó a un camino. Le llamó mucho la atención ver un raíl tan ancho y de tanta longitud y, curioso, se preguntó qué enorme animal lo usaría como ruta de paso, para haber dejado tamaño surco. Así que se colocó a una distancia prudencial del paso de animales, escondido entre unos arbustos, y se preparó a esperar a que su curiosidad se viera satisfech...