Ónice no era más que una niña cuando su ciudad natal fue invadida por la Legión Ardiente. Aunque entonces ella no sabía mucho sobre quiénes eran aquellos seres monstruosos que debastaron gran parte del bosque al que llamaba hogar, y les robaron la inmortalidad a los de su raza, llegó a conocerlos muy bien. A su hermana la habían trasladado a Moonglade, una fortaleza en mitad del continente, unos pocos años antes del ataque. Tanto ella como su hermana mayor habían dado muestras de talento con la magia natural y divina a muy temprana edad, y los druidas pronto reclamaron a la joven pupila. Ella prefirió quedarse, y convertirse en sacerdotisa de Elune. En el Templo de Ashenvale se inició como estudiante, y demostró una habilidad comparable a la de sacerdotes siglos mayores que ella. Su sensibilidad para con la naturaleza y la Diosa era tal, que podía sentir hasta el más mínimo cambio en los bosques en los que vivía. Precisamente, cuando los orcos comenzaron a deforestar el Sudeste de Ashe...